lunes, 26 de mayo de 2014

* CABALLEROS HOSPITALARIOS.



En un mundo en el que solo priman los resultados, el "tanto tienes tanto vales", donde los valores que te inculcaron desde la cuna se han olvidado pues todos queremos destacar, ser alguien, estar por encima aunque para ello tengamos que destrozar al que consideramos "contrario" y que es precisamente nuestro prójimo, el que está a nuestro lado.

Mucho deberíamos pensar y recapacitar sobre nuestra actuación diaria en la vida porque podríamos sacar conclusiones que nos llevaría a la sorpresa cuando no al espanto.

Tengo que decir que a mis cuarenta y cuatro años ya cumplidos y después de haber superado una importante intervención quirúrgica mucho de lo que me acompañaba y que se había quedado adherido a mi ser ha muerto en la mesa de operaciones. Ya me tomo la vida desde otra perspectiva dando valor a lo que en verdad lo tiene y dejando en el arcén de los recuerdos lo que no merece la pena ni pensar.

Hay cosas en las que he estado acertado y otras para nada así como hay mucho de lo que me siento orgulloso de pertenecer o haber pertenecido en un momento determinado en mi vida. No, no os creáis que este va a ser un post de recapitulación vivencial aunque no sé que me pasa últimamente que cuando me pongo a escribir algunos pensamientos se me vienen a la mente y aprovecho para expresarlos.

Cuando asisto a Misa, a celebrar la Eucaristía, escucho al Sacerdote, leo las Sagradas Escrituras, comparto meditaciones que nos indican cual es el camino más seguro para llegar al Reino de los Cielos: La Caridad en el Amor.

Como católicos que intentamos ser coherentes con nuestras vidas no podemos dejar que otros cumplan con nuestra misión. Tenemos el deber y la obligación de entregar nuestras vidas a Dios por medio de los demás. ¿Quienes son los demás? Pues ese hermano nuestro que no tiene techo donde cobijarse, ni comida que llevar a la boca, que no tiene ni ropa para vestirse o que está en la soledad de la cárcel y en el abandono de la enfermedad. También a esos que necesitan un cálido abrazo que mitigue la fría soledad en la que se hallan instalados, a los perseguidos, a los derrotados... Entregar nuestro Amor en forma de Caridad es imprescindible para todos nosotros pues con ello estaremos haciendo realidad los mandamientos de la Ley de Dios.

Es la caridad cristiana una misión honorable pues no hay mayor Honor ante los ojos de Dios que el estar solícito ante las necesidades de los más débiles, los amados y predilectos hijos de nuestro Padre Celestial.

De ahí que el pertenecer a la Real y Benemérita Institución de los Caballeros Hospitalarios de San Juan Bautista sea uno de mis mayores orgullos.

Ser Caballero Hospitalario es estar entregado a las necesidades de los demás, de los más débiles, de nuestros hermanos.

Debo decir que siempre me he quedado impresionado de la callada labor que hacen y el extraordinario ejemplo de vida que aportan con sus normales quehaceres hermanos hospitalarios de la categoría personal y espiritual de Agustín Rosety Fernández de Castro, Jaime Rocha, Gonzalo Díaz-Alersi, José Luis Sancho, Mamen Cózar, Iñaki, Viky, Ana, Pilar, Noni,  Jacobo, Ángel, José Luis, Miguel, Crisolo o el siempre eterno, mi querido y admirado, Paco Súnico.

Hay muchos más los que llevo en el corazón y son ejemplo diario para mi de lo que debe ser un cristiano cabal y coherente con su fe, de lo que debe ser un auténtico hermano en la Caridad aunque el nombrarlo a todos sería totalmente imposible. Sabéis que os quiero y os admiro por cuanto hacéis a diario con vuestra entrega.

Es comprensible que para que se lleven los principios que fundamentaron a esta insigne Institución a cabo debe ser y hacer Iglesia puesto que  nuestra misión es llevar a cabo las obras de misericordia que son centro y guía de todo cristiano. Cuando una Dama o Caballero jura su fidelidad a los Evangelios cuando ingresa también lo está haciendo con la Santa Madre Iglesia, es decir, con Dios por medio de nuestros benditos hermanos.

El sabernos hermanos en una misma fe y en un mismo apostolado supone una honda satisfacción pues sabes que ya nunca estarás solo, que cuando necesites de una mano amiga la vas a encontrar en la persona de una Dama o Caballero Hospitalario que acude solícito en tu busca y en tu ayuda. Así nos quiere siempre Dios: Entregados a los demás.

Gran alegría me da el ver y encontrarme con mis hermanos en la fe y en la caridad en todo momento y situación, alegrarme con sus alegrías y acompañarlo en sus momentos de incertidumbre o de dolor. Por eso cuando vi a mi querido hermano Alejandro Rodríguez de la Peña en el discurso de bienvenida en El Escorial a Benedicto XVI en la JMJ de Madrid de 2011 con la venera de nuestra Benemérita Institución pendiendo de su cuello sentí una emocionada alegría así como un profundo orgullo y admiración.

Nosotros no somos ciudadanos de este mundo, lo somos del Reino Celestial, y aunque tenemos que afanarnos en trabajar para contribuir con las cosas de nuestra cotidianidad debemos tener muy presente la indicación de Jesús cuando nos dijo que teníamos que dar "al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios". Debemos saber diferenciar entre los poderes terrenales y el poder inmenso de Dios y nunca mezclarlos porque, a la larga, iría en perjuicio de los principios que fundamentan nuestra fe y nuestro servicio a los demás.

Muchas veces hay que cerrar los ojos para poder ver bien. Cuando hago esto veo a Damas y Caballeros hospitalarios entregados a los transeuntes que se alojan en nuestro albergue, preparando los alimentos que se repartirán a los cientos de carritos que esperan su turno en la calle Benjumeda, desperdigados visitando enfermos, presos, personas solas, ayudando al necesitado y a todo aquel que se encuentre desprotegido por una sociedad cada vez más alejada de Dios y como consecuencia del ser humano.

Hoy he querido escribir sobre Caballeros Hospitalarios desde una dimensión más personal, más espiritual, más cercana al mundo que nos rodea. Atesoran años de entrega a los demás haciendo a diario lo que hizo el buen samaritano.

El ser Caballero Hospitalario es un auténtico Honor, Orgullo y una Obligación para con Dios y con nuestro Prójimo porque sin ellos esta Benemérita Institución carecería de sentido.

Recibid, mis queridos y admirados hermanos hospitalarios, un fuerte abrazo y que Dios os bendiga.

Jesús Rodríguez Arias


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