viernes, 28 de febrero de 2014

* DESDE VILLALUENGA: ¡VILLALUENGA: MI GENTE!


 
 
 
Hace justamente un año Villaluenga amanecía nevado y blanco, hace un año también estábamos aquí en nuestro querido Pueblo donde el ayer y hoy se dan la mano.
 
Hace un año aparecía en televisión a causa de la nevada y entrevistaron a varios vecinos nuestros que aparecieron en algún directo de Andalucía o de España.
 
Este año es diferente aunque es igual pues si la nevada dio paso a la lluvia en esta ocasión el cielo claro y soleado está dando paso a las nubes que a estas horas están cercando la tarde, el pueblo, las montaña, la manga...
 
Mañana si nadie lo remedia está previsto que llueva lo que envolverá a este precioso pueblo en intimidad y calor de hogar. Siento muy de veras que el tiempo no se vaya a comportar pues se puede estropear lo que, sin lugar a dudas, podría ser un beneficioso y enriquecedor Puente de Andalucía.
 
Siempre pienso que los mejores artículos, los mejores pensamientos, las mejores reflexiones, las mejores horas son las que se viven en la intensidad de la paz y felicidad que goza el espíritu en un lugar como este. Aquí me encuentro, en mi casa, frente a la cálida chimenea y frente a mi aparece la montaña envuelta en un manto gris que se va haciendo más denso por lo avanzado de la hora y de la lluvia que se atisba en el cercano horizonte.
 
Llegamos ayer tarde y parece que han pasado días. Lo hicimos muy cansados pues la mañana había sido intensa. Cuando estábamos abriendo la angarilla y la puerta de nuestra casa escuchamos como las campanas de la Iglesia nos avisaba a Misa. Estábamos ciertamente agotados, no podíamos más y la fatiga física y mental se había instalado en Hetepheres y en mí aunque no podíamos dejar de ir a celebrar la Eucaristía. Cuando Dios te llama, aunque sea por medio del sonido de unas campanadas, tienes que acudir porque te está invitando a Su Banquete y no podemos despreciar el Alimento que se nos ofrece: El Cuerpo y la Sangre de Jesucristo.
 
Éramos apenas diez personas las que nos congregamos en el Templo aunque eso no fue óbice para celebrar la Eucaristía como se merece. Comulgar y retirarme a rezar al bello y coqueto Sagrario que está en la Iglesia de San Miguel, orar en el silencio más absoluto y hacerlo envuelto en un frescor que desprenden los muros de este viejo Templo es un auténtico privilegio que, creedme, no se puede obviar ni dejar pasar por mucho cansancio y frío que tengamos.
 
Después de la Santa Misa y saludar a mi buen hermano, ejemplo en todos los sentidos, José Miguel Calle así como a otros buenos vecinos y a nuestra amiga Juani Moreno que, como siempre, estaba atenta a todos los detalles, nos dirigimos a casa para preparar las cosas y sentarnos porque ya no podíamos más. Nuestras reservas físicas y psíquicas estaban a cero y hasta el leer, cosa que nos apasiona, o actualizar el blog se puso cuesta arriba. Menos mal que siempre tengo ahí, en la recámara, un artículo para publicarlo en el momento más oportuno y os puedo jurar que ayer era uno de esos días.
 
Estuvimos toda la tarde entre ratos de televisión, actualización del blog, amena charla hasta que llegó la noche que tras cenar y ver algo la tele nos acostamos para reparar el profundo agotamiento que teníamos.
 
Después de más de nueve horas durmiendo plácida y profundamente nos hemos despertado casi entumecido de estar tantas horas en la cama.
 
Nos arreglamos, tomé mi particular café en casa y nos fuimos a desayunar para, al rato, encaminarnos a un paseo por la Manga con la intención de llegar a Benaocaz en lo que era una particular prueba de fuego pues he quedado muy mermado de fuerzas después de las pruebas médicas que me hicieron este mes que ya termina en Madrid.
 
El paseo fue muy agradable, a buen  paso, disfrutando cada pisada. Los paisajes que nos envolvían relajaban el alma y el frescor que nos daba en la cara nos alentaba para seguir a pesar de que el cansancio se hacía presente a cada metro que caminábamos.
 
No pudimos llegar hasta el vecino pueblo de Benaocaz. Nos paramos para ya no seguir cerca del antiguo hotel en ruinas que se encuentra entre la antigua calzada romana. Nos sentamos en un banco y allí permanecimos en agradable conversación, admirando el paisaje que nos circundaba y con muestras visibles de que el cansancio se había instalado para no marchar. Decidimos darnos la vuelta porque cuanto más camináramos, más trecho tendríamos que recorrer para volver.
 
De vuelta nos encontramos con nuestro buen amigo Antonio Benítez, Policía Municipal de Villaluenga, que ya regresaba de vuelta después de hacerse unos kilómetros en bicicleta y que hizo una parada expresamente para saludarnos y charlar un rato con nosotros. Fueron varios los coches que  nos saludaban mientras hacíamos este bello camino y es que ya atesoramos muchos buenos amigos en este bello rincón de la Provincia de Cádiz.
 
Un poco por la carretera para luego coger, de nuevo, por la Manga y subir por la calzada romana. Si la ida fue buena y no sufrimos grandes desgastes, la vuelta nos dejó rendidos y ciertamente agotados pues la subida por dicha calzada hasta el tramo que desemboca en la carretera fue un tremendo desgaste en todos los sentidos.
 
Cuando ya habíamos alcanzado el pueblo nos encontramos con uno de los dueños de "Chacinas Piñero" de Benaocaz, que iba también en bicicleta, y conversamos un pequeño rato. Si podéis tenéis que ir a Piñero, está justamente frente al cementerio, porque allí todo es calidad: Los chorizos, morcones, morcillas, salchichones..., y ¡Extraordinarios jamones de pata negra!  Y todo a buen precio.
 
Cuando alcanzamos nuestra casa eran las dos de la tarde y le dije a Hetepheres que antes de subir podíamos tomar algo en "Los Caños" y así lo hicimos. Allí en la barra un refresco de cola, un buen oloroso y una tapita hicieron el resto y todo ello con la buena charla de Juan Carlos, Ana, Manolo, Juande, Rubi que acaba de ser padre, Nito... ¡Mi gente!
 
Sí, porque en Villaluenga he encontrado ese clima y sentido familiar que debería imperar en toda ciudad, en todo pueblo. Villaluenga es lo que su gente quieren que sea.
 
Nunca olvidemos que Villaluenga del Rosario no sería lo que es si no fuera por todos y cada uno de sus vecinos que complementan y conforman este querido pueblo en realidad. Puede ser que algunos no se caigan bien, es comprensible y normal porque si en un matrimonio hay diferencias no digamos en la totalidad de una comunidad, de un pueblo, pero TODOS son NECESARIOS y nada sería igual si alguno de ellos faltara.
 
Villaluenga es lo que es gracias a todos los que hacen lo que es este pueblo en realidad. Muchos ya han marchado a la Gloria y otros permanecemos aquí porque todos ponemos nuestro particular granito de arena para que esto vaya para adelante. Aquí ni nadie es más ni nadie es menos. Y esta consideración la he aprendido en este bello rincón enclavado a las faldas del "Caíllo" que ha escrito con letras de oro muchos pasajes de nuestra historia y que no pierde el orgullo por ser lo que es: Villaluenga del Rosario.
 
Aquí todos son bienvenidos: Los que vienen de fuera, como es nuestro caso, con intención de quedarse les abren sus brazos y los que se marchan los despiden con una sonrisa deseándole que vuelvan. ¿Díganme si no es para enamorarse de un lugar así?
 
La tarde está siendo hogareña, tranquila y pausada. Ha habido tiempo para la lectura, para actualizar el blog, para escribir...
 
Queda tarde, queda noche para disfrutar en la intimidad o con algún amigo que nos visite pues nuestras puertas siempre están abiertas como la tenemos nosotros a donde quiera que vamos y después llegará esa noche plácida y tranquila donde los sueños se entremezclan en la paz de espíritu y el sosiego absoluto que da el vivir, gozar y sentir nuestro amado y querido pueblo.
 
Recibid, mis queridos vecinos, un fuerte abrazo y que Dios os bendiga. ¡Os queremos!
 
Jesús Rodríguez Arias













 

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