DE POCO UN TODO
ENRIQUE / GARCÍA / MÁIQUEZ / | ACTUALIZADO 01.12.2013 - 01:00
Si menos justicia, al menos dignidad
CUANDO Mariano Rajoy, ante la pregunta sobre la derogación de la doctrina Parot, contestó que llovía mucho, no eludía la cuestión. Se retrataba. Sus políticas son esperar que escampe.
Lo hemos dicho ya: vale si el Tribunal de Estrasburgo considera que no es correcta la doctrina, pero lo cortés no quita lo valiente, y están tardando una eternidad las medidas contundentes contra Bildu, que no condena las violencias callejeras ni los vítores y los homenajes, y tardan las acciones eficaces en persecución de las responsabilidades civiles de los etarras y demás asesinos sueltos. Parece que el PP pretende conformarse con llorar con lágrimas de cocodrilo lo de Parot sin buscar responsabilidades políticas y, sobre todo, sin remediar el desaguisado. Se va a dedicar a esperar que escampe, vaya.
Pero, efectivamente, está lloviendo mucho, y el Gobierno se va a calar hasta los huesos, si no se mueve. Yo seguiría los consejos de Solón de Atenas, que fue uno de los Siete Sabios de Grecia: los estados han de aplicar con total equilibrio las leyes penales y los beneficios, premios y privilegios. En todos los órdenes de la administración, sin embargo, se castiga mucho más de lo que se aplaude y, cuando no se castiga, tampoco se aplaude. El justo gobierno se asienta sobre ambas piernas.
De manera que junto a un sistema penal muchísimo más atento, eficaz y rápido, tendríamos que preguntarnos si se hace todo lo posible por honrar a las víctimas. ¿Cuántos títulos de nobleza ha concedido su majestad el rey a las víctimas? A ver si hacemos marqués al primer entrenador de fútbol y a algún que otro banquero y a otro político que pasaba por aquí, y se nos olvida ennoblecer a los que han derramado su sangre por España. Oyendo hablar de los niños asesinados por ETA, habría que repasar cuántos colegios de nuestro país llevan el nombre y los apellidos de esas criaturas inocentes. No estaría nada mal que se diesen becas de estudio con su nombre, para que perdurase en el tiempo su recuerdo. Más medidas que se me ocurren: ponerle a cada sillón del Congreso y del Senado el nombre de una víctima del terrorismo, para que la soberanía nacional no olvide sobre qué sacrificio se asienta.
No son lo fundamental estas acciones, claro que no, pero ayudarían a compensar, con una insistencia incansable en la dignidad y en la memoria, al menos algo de tanta falta de justicia. Sólo así acabará escampando.
Lo hemos dicho ya: vale si el Tribunal de Estrasburgo considera que no es correcta la doctrina, pero lo cortés no quita lo valiente, y están tardando una eternidad las medidas contundentes contra Bildu, que no condena las violencias callejeras ni los vítores y los homenajes, y tardan las acciones eficaces en persecución de las responsabilidades civiles de los etarras y demás asesinos sueltos. Parece que el PP pretende conformarse con llorar con lágrimas de cocodrilo lo de Parot sin buscar responsabilidades políticas y, sobre todo, sin remediar el desaguisado. Se va a dedicar a esperar que escampe, vaya.
Pero, efectivamente, está lloviendo mucho, y el Gobierno se va a calar hasta los huesos, si no se mueve. Yo seguiría los consejos de Solón de Atenas, que fue uno de los Siete Sabios de Grecia: los estados han de aplicar con total equilibrio las leyes penales y los beneficios, premios y privilegios. En todos los órdenes de la administración, sin embargo, se castiga mucho más de lo que se aplaude y, cuando no se castiga, tampoco se aplaude. El justo gobierno se asienta sobre ambas piernas.
De manera que junto a un sistema penal muchísimo más atento, eficaz y rápido, tendríamos que preguntarnos si se hace todo lo posible por honrar a las víctimas. ¿Cuántos títulos de nobleza ha concedido su majestad el rey a las víctimas? A ver si hacemos marqués al primer entrenador de fútbol y a algún que otro banquero y a otro político que pasaba por aquí, y se nos olvida ennoblecer a los que han derramado su sangre por España. Oyendo hablar de los niños asesinados por ETA, habría que repasar cuántos colegios de nuestro país llevan el nombre y los apellidos de esas criaturas inocentes. No estaría nada mal que se diesen becas de estudio con su nombre, para que perdurase en el tiempo su recuerdo. Más medidas que se me ocurren: ponerle a cada sillón del Congreso y del Senado el nombre de una víctima del terrorismo, para que la soberanía nacional no olvide sobre qué sacrificio se asienta.
No son lo fundamental estas acciones, claro que no, pero ayudarían a compensar, con una insistencia incansable en la dignidad y en la memoria, al menos algo de tanta falta de justicia. Sólo así acabará escampando.
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