El sábado amanecía demasiado pronto pues la noche anterior habíamos trasnochado porque asistimos a la cena de proclamación de los Reyes Magos de San Fernando y cuando nos quisimos dar cuentas nos acostamos pasadas las dos y media de la madrugada.
A las ocho de la mañana ya estábamos en planta con el tiempo justo de tomar un buen café con leche, sin lactosa, y actualizar el blog mientras Hetepheres llevaba su madre a Misa y hacía unas gestiones.
Desayunamos camino de Villaluenga del Rosario en “Alfredo Tapas” un sitio muy bueno y bastante bien de precio y nos dirigimos hacia nuestro querido pueblo el cual nos esperaba, como siempre, con los brazos abiertos.
A mediodía entrábamos por la Avenida de los Arbolitos, el descenso de las temperaturas respecto con Jerez era considerable aunque el sol se había instalado en el centro del cielo sin intención de marcharse.
Eran estos días que íbamos a estar en nuestro bendito pueblo donde se unían sentimientos entrelazados y recuerdos que dejan huella en esta desgastada memoria.
Ha sido un fin de semana eminentemente familiar y también de despedidas y reencuentros.
Por un lado parte de nuestra familia han pasado estos días en Villaluenga del Rosario. Con ellos hemos compartido, reído, gozado, comido y cenado. Lo que pasa es que dos días son demasiado poco para todo lo que hay que ver y hacer en este bendito lugar aunque sea la segunda vez que vienen y, gracias a Dios, piensan repetir.
El sábado 30 fuimos a “La Posada” a recogerlos pues en este bonito hotel de la cadena TUGASA se habían instalado, allí estuvimos sentados tomando un aperitivo y a la vez charlando con varios vecinos que compartían mesa contigua a la nuestra. ¡Cosas de mi pueblo!
A las dos de la tarde nos dirigimos hacia “Ana Mari” para almorzar. Llegar a este tradicional y rico restaurante es retrotraernos a nuestra infancia y a nuestro hogar. Desde las mesa, las alacenas y marcos de las puertas pintados de marrón, la cocina con sus ollas de toda la vida, el olor que salía de la misma, el trato cercano y cariñoso, lo que se dice todo es HOGAR.
Nos sentamos los siete en una mesa, muy cerquita de la cocina en la que estaba trasteando Ana Mari, ¡Que difícil es mantener a rajatabla el régimen con tantas delicias! Debo decir que me mantuve firme hasta que llegaron sus famosas albóndigas, las mejores que he probado en mi vida, e hice un alto en mi camino del severo régimen que llevo para comer este plato lleno de sabor, de olor y de esencia.
Nos trataron y nos hicieron sentir en familia desde Diego Franco, padre, pasando por Diego hijo y Ana Mari. Con ellos me encontraba cómodo, tranquilo porque sabía que todo iba a gustar y mi familia iba a disfrutar como lo hizo.
Pasadas las cuatro y media abandonamos este templo de la gastronomía de la Sierra de Cádiz y mientras Hetepheres y familia iban a la Fábrica de quesos Payoyo para comprar un buen surtido yo me encaminé para casa pues quería ordenar unas cosas, actualizar el blog e intentar dormir algo. Al poco llegó mi mujer y nos pusimos ordenar todo pues a la mañana siguiente teníamos una cita ineludible que teníamos que realizar; una cita con nuestra nueva vida en el mismo lugar.
Junto a la chimenea fueron pasando las horas, escribiendo sendos artículos con una buena copa de por medio, otra licencia más de este atípico sábado, y así nos dio la hora en la que nos dirigimos a “La Posada” para cenar con nuestra familia.
Antes de cenar pudimos saludar a María Jesús Alberto, eficaz y eficiente directora del hotel, así como a nuestros buenos amigos Rubi, Carolina, en avanzado estado de buena esperanza, así como a la inefable Leti que es la simpatía personalizada.
Si la comida fue buena, la atención y el trato por parte de Bernabé Barea, mi querido y siempre buen amigo, fue inmejorable. Existen grandes profesionales de la hostelería y Villaluenga tiene en Berna a uno de ellos. Ese nivel de profesionalidad no está pagado aunque me imagino que en su empresa lo mimarán porque es un profesional que vale mucho la pena.
Una sopa de espárragos con huevo cuajado y un revuelto de ajetes fue mi cena, todo regado por el vino de Arcos, “Barbazul” que es realmente bueno.
Cuando nos despedimos, a eso de las doce de la madrugada, nos fuimos para casa envueltos en un intenso frío pues habían bajado las temperaturas. Mirad si el trayecto es corto, más frío pasamos aunque, todo hay que decirlo, notar ese nivel de gelidez en nuestras caras hizo que nos despejáramos.
Llegamos a casa y todo estaba “manga por hombro” es una situación normal cuando nos estábamos preparando para empezar una nueva etapa en Villaluenga del Rosario.
Tiempo justo para acostarnos y dormirnos profundamente hasta eso de las siete de la mañana que nos despertamos escuchando ese hogareño ruído de limpiar la casa que en esos momentos hacía nuestra querida Elena.
Al poco ya estábamos levantados porque había mucho que hacer y muy poco tiempo. Una contratactura en el trapecio y en las cervicales me jugaron una mala pasada y estuve gran parte del día un poco mareado y sin apenas mover la cabeza.
Desde las siete hasta cerca de las once de la mañana todo fue trasiego aunque al final todo estuvo recogido y dispuestos para empezar en otro sitio aunque no en otro lugar.
A partir de ahora Elena no estará tan cerca de nosotros y queremos darles las gracias por tantos detalles de cariño y cercanía que ha hecho que en este año y poco nos hayamos sentido en familia. Decirle que la queremos al igual que a Lázaro y que le deseamos todo lo mejor y lo más bueno a partir de ahora. Ya sabéis donde nos tenéis para siempre.
Después de desayunar en familia en “La Posada” nos dirigimos a nuestro hogar. Allí estaba mi querido amigo Antonio Benítez que nos ayudó en todo y se deshizo en atenciones. Es una tranquilidad el tenerlo tan cerca porque sabemos que siempre podemos contar con él.
Una vez instalados Mari, la tía de Hetepheres, y yo nos quedamos confortablemente sentados charlando en el salón mientras mi mujer y el resto de la familia se marcharon a comprar otras nuevas exquisiteces en “Quesos Oliva”.
Almorzamos todos juntos en el mesón “Los Caños” donde nos atendieron de maravillas, como siempre, y donde pudimos disfrutar de otra buena, nutritiva y equilibrada comida. Una buena ensalada y carne a la brasa hizo las delicias de todo el mundo.
Serían las cuatro y media cuando terminamos de almorzar, nos despedimos todos ya que partían para Jerez con el tiempo justo de sentarnos tan solo cinco minutos frente a la chimenea, nuestra nueva chimenea, y todo el día, todas estas horas vividas con intensidad pasaron por delante de nosotros y pudimos constatar que Villaluenga del Rosario es nuestro hogar y que un hogar no es tan solo una casa.
A las ocho de la mañana ya estábamos en planta con el tiempo justo de tomar un buen café con leche, sin lactosa, y actualizar el blog mientras Hetepheres llevaba su madre a Misa y hacía unas gestiones.
Desayunamos camino de Villaluenga del Rosario en “Alfredo Tapas” un sitio muy bueno y bastante bien de precio y nos dirigimos hacia nuestro querido pueblo el cual nos esperaba, como siempre, con los brazos abiertos.
A mediodía entrábamos por la Avenida de los Arbolitos, el descenso de las temperaturas respecto con Jerez era considerable aunque el sol se había instalado en el centro del cielo sin intención de marcharse.
Eran estos días que íbamos a estar en nuestro bendito pueblo donde se unían sentimientos entrelazados y recuerdos que dejan huella en esta desgastada memoria.
Ha sido un fin de semana eminentemente familiar y también de despedidas y reencuentros.
Por un lado parte de nuestra familia han pasado estos días en Villaluenga del Rosario. Con ellos hemos compartido, reído, gozado, comido y cenado. Lo que pasa es que dos días son demasiado poco para todo lo que hay que ver y hacer en este bendito lugar aunque sea la segunda vez que vienen y, gracias a Dios, piensan repetir.
El sábado 30 fuimos a “La Posada” a recogerlos pues en este bonito hotel de la cadena TUGASA se habían instalado, allí estuvimos sentados tomando un aperitivo y a la vez charlando con varios vecinos que compartían mesa contigua a la nuestra. ¡Cosas de mi pueblo!
A las dos de la tarde nos dirigimos hacia “Ana Mari” para almorzar. Llegar a este tradicional y rico restaurante es retrotraernos a nuestra infancia y a nuestro hogar. Desde las mesa, las alacenas y marcos de las puertas pintados de marrón, la cocina con sus ollas de toda la vida, el olor que salía de la misma, el trato cercano y cariñoso, lo que se dice todo es HOGAR.
Nos sentamos los siete en una mesa, muy cerquita de la cocina en la que estaba trasteando Ana Mari, ¡Que difícil es mantener a rajatabla el régimen con tantas delicias! Debo decir que me mantuve firme hasta que llegaron sus famosas albóndigas, las mejores que he probado en mi vida, e hice un alto en mi camino del severo régimen que llevo para comer este plato lleno de sabor, de olor y de esencia.
Nos trataron y nos hicieron sentir en familia desde Diego Franco, padre, pasando por Diego hijo y Ana Mari. Con ellos me encontraba cómodo, tranquilo porque sabía que todo iba a gustar y mi familia iba a disfrutar como lo hizo.
Pasadas las cuatro y media abandonamos este templo de la gastronomía de la Sierra de Cádiz y mientras Hetepheres y familia iban a la Fábrica de quesos Payoyo para comprar un buen surtido yo me encaminé para casa pues quería ordenar unas cosas, actualizar el blog e intentar dormir algo. Al poco llegó mi mujer y nos pusimos ordenar todo pues a la mañana siguiente teníamos una cita ineludible que teníamos que realizar; una cita con nuestra nueva vida en el mismo lugar.
Junto a la chimenea fueron pasando las horas, escribiendo sendos artículos con una buena copa de por medio, otra licencia más de este atípico sábado, y así nos dio la hora en la que nos dirigimos a “La Posada” para cenar con nuestra familia.
Antes de cenar pudimos saludar a María Jesús Alberto, eficaz y eficiente directora del hotel, así como a nuestros buenos amigos Rubi, Carolina, en avanzado estado de buena esperanza, así como a la inefable Leti que es la simpatía personalizada.
Si la comida fue buena, la atención y el trato por parte de Bernabé Barea, mi querido y siempre buen amigo, fue inmejorable. Existen grandes profesionales de la hostelería y Villaluenga tiene en Berna a uno de ellos. Ese nivel de profesionalidad no está pagado aunque me imagino que en su empresa lo mimarán porque es un profesional que vale mucho la pena.
Una sopa de espárragos con huevo cuajado y un revuelto de ajetes fue mi cena, todo regado por el vino de Arcos, “Barbazul” que es realmente bueno.
Cuando nos despedimos, a eso de las doce de la madrugada, nos fuimos para casa envueltos en un intenso frío pues habían bajado las temperaturas. Mirad si el trayecto es corto, más frío pasamos aunque, todo hay que decirlo, notar ese nivel de gelidez en nuestras caras hizo que nos despejáramos.
Llegamos a casa y todo estaba “manga por hombro” es una situación normal cuando nos estábamos preparando para empezar una nueva etapa en Villaluenga del Rosario.
Tiempo justo para acostarnos y dormirnos profundamente hasta eso de las siete de la mañana que nos despertamos escuchando ese hogareño ruído de limpiar la casa que en esos momentos hacía nuestra querida Elena.
Al poco ya estábamos levantados porque había mucho que hacer y muy poco tiempo. Una contratactura en el trapecio y en las cervicales me jugaron una mala pasada y estuve gran parte del día un poco mareado y sin apenas mover la cabeza.
Desde las siete hasta cerca de las once de la mañana todo fue trasiego aunque al final todo estuvo recogido y dispuestos para empezar en otro sitio aunque no en otro lugar.
A partir de ahora Elena no estará tan cerca de nosotros y queremos darles las gracias por tantos detalles de cariño y cercanía que ha hecho que en este año y poco nos hayamos sentido en familia. Decirle que la queremos al igual que a Lázaro y que le deseamos todo lo mejor y lo más bueno a partir de ahora. Ya sabéis donde nos tenéis para siempre.
Después de desayunar en familia en “La Posada” nos dirigimos a nuestro hogar. Allí estaba mi querido amigo Antonio Benítez que nos ayudó en todo y se deshizo en atenciones. Es una tranquilidad el tenerlo tan cerca porque sabemos que siempre podemos contar con él.
Una vez instalados Mari, la tía de Hetepheres, y yo nos quedamos confortablemente sentados charlando en el salón mientras mi mujer y el resto de la familia se marcharon a comprar otras nuevas exquisiteces en “Quesos Oliva”.
Almorzamos todos juntos en el mesón “Los Caños” donde nos atendieron de maravillas, como siempre, y donde pudimos disfrutar de otra buena, nutritiva y equilibrada comida. Una buena ensalada y carne a la brasa hizo las delicias de todo el mundo.
Serían las cuatro y media cuando terminamos de almorzar, nos despedimos todos ya que partían para Jerez con el tiempo justo de sentarnos tan solo cinco minutos frente a la chimenea, nuestra nueva chimenea, y todo el día, todas estas horas vividas con intensidad pasaron por delante de nosotros y pudimos constatar que Villaluenga del Rosario es nuestro hogar y que un hogar no es tan solo una casa.
Recibid, mis queridos amigos, un fuerte abrazo y que Dios os bendiga.
Jesús Rodríguez Arias
No hay comentarios:
Publicar un comentario