domingo, 5 de mayo de 2013

IGLESIA DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD EN PORTO SANTO STEFANO.






Località Pozzarello, 58019 – Monte Argentario (GR) - Italia
El mosaico del ábside representa el misterio de la Trinidad divina, que introduce al fiel en el corazón de la fe y de la liturgia cristianas: Cristo resucitado convertido en el templo verdadero y perfecto de la Nueva Alianza.
Toda la pared del ábside está dominada por la energía vital del Espíritu expresada por el dinamismo de las líneas y por la variedad e intensidad de los colores. El Espíritu Santo es quien revela el sentido del sacrificio de amor: el cumplimiento del sacrificio es la Resurrección. Todo lo que está penetrado por el amor ya no muere porque el amor del Padre dura eternamente.
Panorámica
Iglesia de la Santísima Trinidad
Monte Argentario (GR) - Italia
Junio 2002

Arriba vemos la mano teofánica de Dios Padre, con la cual ya la antigua tradición cristiana indicaba el misterio del Padre. Conocemos al Padre sólo a través de su acción, a saber, la creación y la redención. La mano está totalmente abierta, de modo que nada se pueda agarrar a ella, para indicar que el Padre da y se da gratuitamente, sin límites y sin pedir para sí mismo. El Padre está sentado en el Misterio impenetrable, en la luz inaccesible. Sólo lo conocen el Hijo que descendió de Él y el Espíritu Santo que escudriña sus profundidades, y procede de Él. Dios Padre es a fuente de todo lo que existe, de la verdad, de la santidad y del amor.
La Trinidad: la mano del Padre, el Hijo (en su descenso a los Infiernos) y la paloma del Espíritu Santo.
Iglesia de la Santísima Trinidad
Monte Argentario (GR) - Italia
Junio 2002

En la misma línea, más abajo, está la paloma que desciende para simbolizar la venida del Espíritu Santo. El Espíritu Santo es la Persona divina que inhabita en el hombre y le comunica el amor del Padre, haciéndole partícipe de la vida divina. La paloma indica el aletear del Espíritu sobre las aguas en la hora de la creación, está presente en el momento del bautismo de Cristo y recuerda el día de Pentecostés, manifestación plena del Espíritu Santo.
La paloma desciende en medio de llamas rojas, blancas y oro. Este viento del Espíritu lo penetra todo, lo vivifica todo y mueves lo creado hacia «cielos nuevos y tierra nueva» (cf. 2 Pe 3, 13; Apoc 21, 1). Pero la acción más extraordinaria del Espíritu Santo se refiere a la Pascua del Señor. Por eso, bajando, se llega a la escena central: la de la resurrección.
El descenso de Cristo a los Infiernos, donde toma de la mano a Adán y Eva para llevarlos de nuevo a la vida.
Iglesia de la Santísima Trinidad
Monte Argentario (GR) - Italia
Junio 2002

La escena central del mosaico es la resurrección de Cristo, según la interpretación figurativa de los himnos de San Efrén el Sirio, uno de los más grandes Padres y teólogos de la Iglesia antigua. Cristo desciende al Sheol y saca de las tumbas a nuestros antepasados Adán y Eva, para llevarlos de nuevo al Padre.
El mosaico norepresenta a Cristo en el acto de salir de la tumba, sino en el de hundirse en ella. Cristo no sale de la tumba como quien se ha liberado de la muerte y se escapa. El Señor, de hecho, no ha vencido a la muerte para sí mismo, como un superhombre: la grandeza de la resurrección de Cristo consisite en el hecho de que Él entra en el imperio del príncipe de las tinieblas que tiene esclavos a Adán y Eva, es decir, a toda la humanidad, y libera al hombre de la muerte y del miedo que inspira.
Cristo desciende, vivo, a las entrañas de la tierra y al imperio de la muerte. El reino de la muerte ha terminado porque ha acogido a un vivo. Desciende la luz verdadera, el sol de la justicia que ilumina «a los que vivien en tinieblas y en sombra de muerte» (Lc 1, 79).
Cristo llega en su esplendor, Él es la luz que viene a iluminar el vínculo de amor que Dios mantiene siempre con todos los que ha llamado a la vida y se hunde en las profundidades de la tierra. La tierra se estremece y se raja para que pueda redescubrir su verdad y servir a Adán, no para ocultarlo ante Dios, sino para restituirlo a Dios. Toda la creación, todo la materia es envuelta y transformada por la luz del Resucitado. Las tinieblas se han abierto, al no poder soportar la luz absoluta de Cristo.
Él tiende las mano a Adán y Eva. Cristo, segunda Persona de la Trinidad, se hizo hombre para entrar en el escondite de la humanidad encerrada en sí misma, incapaz de amar, y por tanto de vida eterna, porque sólo el amor es eterno. Trató de decirle al hombre que Dios es Padre y que el hombre puede abandonar las tierras desiertas y áridas para volver a su casa, donde el Padre lo está esperando.
El resucitado toma a Adán por la muñeca -el lugar donde se mide la vida- y lo lleva a la existencia; se deja acariciar por Eva -la madre de los vivientes- y restablece la amistad de los orígenes con toda la humanidad. Así comienza el retorno al Padre. Cristo toma a Adán y Eva para llevarlos a la dignidad de hijos de Dios. Por eso, toda la humanidad redimida con Cristo y en Cristo volverá al corazón de la Trinidad, donde está el verdadero lugar del hombre. 
El Pelícano en el altar
Iglesia de la Santísima Trinidad
Monte Argentario (GR) - Italia
Junio 2002

Bajando con la mirada por la pared se engtrecruza el altar, donde está representado arriba un pelícano -símbolo eucarístico- que se hiere así mismo para alimentar a sus pequeños. El símbolo del pelícano descubre la dimensión oblativa, el sacrificio de Cristo, por medio del cual el Señor alcanza al hombre caído y muerto.
Junto en torno al altar aparece toda la tensión de la salvación obrada por la Santísima Trinidad. Y elaltar también significa la Iglesia viva, la comunidad concreta que celebra a Cristo -que el Espíritu Santo hace para nostros Señor y Salvador- que nos presenta al Padre -que el Espíritu Santo lo hace Padre nuestro.
La Virgen junto al sagrario en actitud de deisis
Iglesia de la Santísima Trinidad
Monte Argentario (GR) - Italia
Junio 2002

Mirando al mosaico, a la izquierda, está situado el sagrario con la Virgen Madre al lado en actitud de deisis, es decir, con el gesto de quien indica a Cristo, en actitud de oración con las manos extendidas hacia el único que ldistribuye las gracias.
El rostro de la Virgen, el rojo de su vestido y del manto evocan a Eva: ees, ella, María, la nueva Eva, la Madre de todos los creyentes, imagen perfecta de la orante y de la Iglesia misma que se relaciona con Cristo, que desvela plenamente la dignidad del hombre como un ser orientado, dirigido a Dios. Quien reza revela esta verdad.
La Virgen está puestaa la altura de nuestra mirada, nuestros ojos se posan sobre los suyos, don de Dios para que cada uno le confíe las gracias que necesita.
Detalle: la red para pescar
Iglesia de la Santísima Trinidad
Monte Argentario (GR) - Italia
Junio 2002

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