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A veces da miedo haberse ofrecido a ayudar a alguien, cuando te quieres dar cuenta son demasiados los que te requieren para cualquier necesidad, y entonces, se ve uno tan impotente, tan incapaz, y sin embargo, sólo por escuchar recibes tal cantidad de agradecimiento que abruma la mayor parte de las veces.
Entonces uno no entiende qué pasa, no sabes qué hacer, tampoco te puedes retirar, deseas la tranquilidad, dedicarte a tus cosas, pero sigues sin decir no, y enlazas con una nueva demanda sin darte cuenta, y ya no deseas tiempo para ti y no tener preocupaciones personales, lo único que deseas es seguir escuchando, visitando, pasando un rato con alguien que requiere una palabra, unos oídos atentos a sus palabras que claman por algo que les aflige o huyendo de las soledad y la nada que los quiere atrapar.
Hay días que deseas dejarlo todo, agobiado por tus propios problemas, piensas que no vale la pena el esfuerzo, o que quizá estabas equivocado; en un instante cambia tu percepción de las cosas, un pequeño empujón y te disipa tus dudas, te pones en marcha y acudes a la nueva demanda como si nada hubiera pasado.
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