Una réplica de la Virgen de Czestochowa llegará a España el 14 de diciembre
Victoria invencible: éste es el nombre que la Iglesia ortodoxa rusa da a la Virgen de Czestochowa. Desde el 14 de junio, una réplica de este icono recorre toda Rusia y una veintena de países de Europa, camino de Fátima. Más de dos millones de fieles católicos y ortodoxos le han pedido ya, a la Madre, el triunfo de la cultura de la vida
El icono de la Virgen de Czestochowa en Vladivostok
Igual que el pueblo de Israel llevaba el Arca de la Alianza a sus batallas, la Iglesia siempre ha mirado a María, Arca de la Nueva Alianza, como protectora. Por ello, un grupo internacional de entidades provida se han unido para encomendarle a la Madre que proteja a todo el mundo frente a la cultura de la muerte, y les guíe en la defensa de la vida. El 14 de junio pasado, una réplica de la Virgen de Czestochowa comenzó en Vladivostok (a orillas del Pacífico) un largo camino por 25 países que la llevará, ya el año que viene, a Fátima. La iniciativa, llamada De océano a océano, llegará el 14 de diciembre a España, donde recorrerá las diócesis que lo deseen.
La idea nació en Rusia, que tiene el triste mérito de haber sido el primer país del mundo en legalizar el aborto, en 1920. En este país, «Nuestra Señora de Czestochowa es la Patrona de quienes desean una restauración de los valores morales. Su nombre ortodoxo es Victoria invencible», explica don Thomas Ward, uno de los organizadores de la campaña.
Por ello, y como gesto ecuménico, los provida polacos regalaron el icono a sus compañeros rusos, que en seguida pensaron en hacer que la imagen recorriera toda Rusia. Pronto, la idea se extendió a otros países, y las organizaciones locales comenzaron a coordinarse. Lo que parecía entonces casi imposible es ya una realidad. El icono tiene ya más de 30.000 kilómetros a sus espaldas. En las Misas, Vigilias de oración -a veces de toda la noche-, conferencias y exposiciones que se organizan a su paso, han participado, al menos, dos millones de personas. Para muchos, ha sido una experiencia inolvidable.
Inimaginable hace 20 años...
Wladyslaw, el chófer católico de la Virgen a su paso por Bielorrusia, recuerda que, «cada vez que el vehículo se acercaba a una iglesia, sonaban las campanas, la gente se arrodillaba y se formaba una cola increíble. A veces, la gente se acercaba literalmente de rodillas. En una ocasión, nos retrasamos tanto que no llegamos hasta las dos de la madrugada. La iglesia todavía estaba llena de gente rezando mientras esperaban. Esta manifestación de fe me abrumó, especialmente considerando que, hace 20 años, estaba prohibido incluso ir a la iglesia».
La peregrinación ha estado llena de momentos muy emotivos. En Rezenke (Letonia), Anna Kancane, la casi nonagenaria fundadora del movimiento provida en ese país, agradeció a Dios, con lágrimas en los ojos, haber puesto en marcha este movimiento y, a través de él, haber salvado la vida de tantos niños. Muchas personas, también, han podido llevar ante la Virgen su dolor por un aborto vivido de cerca, su alegría por una nueva vida, o sus preocupaciones. Es el caso, por ejemplo, de una mujer de la República Checa que se acercó a pedir a María que le ayudara a encontrar una salida digna para sus nietos: seis embriones producto de una fecundación in vitro que están congelados. Como muestra este caso, desde la llegada del aborto, cada vez han ido surgiendo nuevas formas de trivialización y manipulación de la vida humana, y también ataques al lugar donde ésta debe nacer y crecer, la familia.
Dios, más fuerte que el pecado
La peregrinación a su llegada a Letonia
Pero hay esperanza. En la Misa celebrada en la catedral de Westminster, en el Reino Unido, monseñor Alan Hopes, su obispo auxiliar, se fijó en las tres heridas, fruto de varias profanaciones, que luce el rostro de la Virgen de Czestochowa. «Qué dañado está nuestro propio mundo -añadió- por los asaltos contra la vida humana. Qué dañado está nuestro mundo, también, por los asaltos a la dignidad y la naturaleza sagrada del matrimonio y de la familia». La imagen de la Virgen Negra, con sus cicatrices, «nos recuerda que, a pesar de todo lo que pueda hacer el hombre, la verdadera belleza del amor de Dios brillará con fuerza. Que el Evangelio del amor de Dios, que siempre brilla a través del pecado humano y de las atrocidades de las que somos capaces, brille también a través de esta imagen de una Madre herida, mientras continúa su peregrinación. Que inspire a todos los que vengan a venerarla, para trabajar y rezar por el Evangelio de la vida y la civilización del amor».
María Martínez López
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