
SU PROPIO AFÁN
ENRIQUE / GARCÍA / MÁIQUEZ / | ACTUALIZADO 21.09.2016 - 01:00
Peligro de extinción
ADVIERTEN que el mayor peligro para las conversaciones son los móviles, las tablets y hasta las viejas televisiones, pero no estoy seguro de qué fue primero, si el agotamiento de los temas o el refugio en las pantallas. Un clásico de las tertulias fue la política, pero con el bucle de la investidura interminable hasta los más jartibles vamos cayendo, desfondados. Tampoco son tantas las posibilidades para formar gobierno y, hasta que los responsables (sic) se decidan, no sirve de nada repasarlas de nuevo.
Hasta ahora la política hacía las veces del tiempo, comodín de todas las conversaciones, pero así no hay manera. Los ingleses lo tienen más fácil con sus condiciones meteorológicas, porque allí están cambiando continuamente y puede haber un chaparrón, un arco iris, sol, niebla y viento en una misma tarde. En Cádiz, los anglófilos nos consolábamos con los vientos, que rolaban lo suyo, y observábamos que entraba el Poniente o que el Sur quería soplar. Pero este verano hemos tenido tanto Levante que ha secado también ese airoso tema de conversación.
Ni el tiempo, como los ingleses, ni la política, aunque los ingleses la desaconsejan. También desaprueban que se hable de religión y de dinero. Nosotros, ni siquiera ignorando la prohibición británica, podríamos. La religión, me temo, cada vez cuenta menos. Yo intento hablar de ella todo lo que puedo, sin pausa, pero muy pocos me siguen la bola. Se ha impuesto un sentimentalismo difuso y un subjetivismo absoluto que ahogan, entre otras cosas, la conversación teológica o moral. Todo es según cada cual lo sienta, de modo que para qué vamos a discutirlo. De dinero tampoco es interesante hablar, habida cuenta de su ausencia.
Dejándonos, pues, de ingleses, protestar del trabajo era un clásico hispánico. Pero tras la crisis que pasamos, protestar es de vergüenza. Un trabajo se ha vuelto un privilegio y, aunque la pereza sigue siendo la de siempre y la procesión vaya por dentro, quién se atreve a quejarse, si es casi seguro que alguno de los que te escucha anda peor que tú o no anda en absoluto. Otro tema caducado.
Cuando todos se vuelven silenciosos a sus pantallas, no me extraña. ¿No es la conversación una especie en peligro de extinción? Los aficionados no tendríamos que resignarnos ni que culpar a las pantallas. Habría que ir pensando en crearle reservas, a base de resistentes que aún estén interesados de verdad en algo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario