viernes, 29 de abril de 2016

SER ESCOLÁN EN EL VALLE DE LOS CAÍDOS: UN ORGULLO PARA LOS NIÑOS, UNA SATISFACCIÓN PARA LOS PADRES

Religión en Libertad


Ser escolán en el Valle de los Caídos: un orgullo para los niños, una satisfacción para sus padres

Desde la apertura el 11 de marzo del plazo de inscripción en la escolanía del Valle de los Caídos para el curso 2016-17, se suceden en numerosas escuelas y parroquias de España los procesos de selección de alumnos. Monjes de la abadía benedictina de la Santa Cruz se desplazan por diversas localidades (sobre todo, pero no solo, Madrid, Castilla y León y Castilla-La Mancha) para suscitar candidatos o responder a su llamada. (Pincha aquí para contactar con la escolanía.)

Un factor decisivo para ser admitido en el centro, universalmente reconocido en el ámbito de las corales de voces blancas y único en el mundo que trabaja el repertorio gregoriano completo, es la prueba de voz. Y muchos padres se llevan gratas sorpresas.

El entorno natural del Valle de los Caídos posibilita continuas actividades al aire libre como parte de la formación académica.

"Es un niño feliz"
Ni siquiera sabíamos que cantaba bien! Tenía buen oído, pero ni idea de música", comenta Javier sobre Manuel, el menor de sus tres hijos, que cursa actualmente 1º de la ESO. Es su cuarto año en la escolanía: "Un día llegó el padre Santiago [Santiago Cantera, actual prior] a la catequesis de la parroquia, hizo una prueba, se apuntó, nos enseñaron la escolanía, quiso quedarse... ¡y hoy dice que quiere estudiar Musicología! Aunque su madre y yo le decimos que aún es muy joven y que se lo piense".


Su madre, Margarita, era quien peor llevaba al principio la separación, pero sólo al principio. El primer año los escolanes van a casa todos los fines de semana: "El domingo el chico se ponía un poco sentimental, nada más que eso, pero el lunes cuando le llamábamos se le notaba ya contentísimo. Pensábamos que el segundo año, que ya se quedan allí también los fines de semana y sólo los vemos los domingos, iba a ser más duro, pero para nuestra sorpresa fue todo lo contrario", confiesa Javier. 


Ahora Manuel se apunta a todo lo que requiera colaboración en el Valle: "Si monaguillo, pues monaguillo; si sacristán en la capilla, pues sacristán en la capilla; si a recibir a los nuevos, pues a recibir a los nuevos", detalla su padre. Y añade: "Estamos encantados porque él está muy a gusto, la pena es que sólo cursen hasta 2º de la ESO, porque él se quedaría más. Lo comentaba el otro día con mi mujer: es un niño feliz".


Entre otras cosas, porque "los escolanes son treinta o cuarenta y forman como una gran familia, se apoyan en todo y en cuanto uno tiene un problema todos los demás se vuelcan ayudándole. El otro día todos consolaban a los dos alumnos ecuatorianos, uno de ellos había perdido a una tía en el terremoto". 

El bajo número de alumnos por aula permite personalizar la enseñanza.

Como padres, además, están muy satisfechos por la formación recibida: "En el colegio al que iba estaban cuarenta por clase y ahora en la escolanía son cuatro por clase. Eso se nota, hemos visto en él una evolución educativa muy buena. Y personal: siempre fue muy maduro, pero ahora mucho más".

El día del "obispillo" es una de las más esperadas fiestas que celebran cada año los escolanes.

"Pero esto que te digo no lo digo yo, si hablas con otros padres verás que es algo general", concluye Javier: "Siempre hay alguno que no se adapta, y se va y no pasa nada, pero es norma general que los padres estemos muy satisfechos. Yo querría, eso sí, que pudiesen al menos terminar allí la ESO".

"Esto me ha parecido un regalo"
Es lo mismo que nos comenta Reyes, aunque para ella ya es una experiencia que quedó atrás. Su hijo Marcos, el mayor de cuatro hermanos, entró en 5º de Primaria, cursó hasta 2º de la ESO y ahora está en 4º de la ESO en otro colegio. 

En el acuario de Roquetas de Mar, durante un viaje a Almería para interpretar varios conciertos. Los desplazamientos constituyen uno de los grandes alicientes para los escolanes, y uno de los elementos más enriquecedores de su formación.

"Me hubiese gustado que acabase allí la ESO, incluso que pudiesen continuar y hacer el Bachillerato", afirma. ¿Por qué? Ella valora sobre todo dos cosas y la incidencia que han tenido después en la vida de Marcos: el aspecto religioso y el aspecto  musical. "El nivel académico es bueno, pero sobre todo estamos muy satisfechos del nivel en la formación como persona y en la formación religiosa. Allí inciden en estos valores de una manera mucho más profunda que en otros colegios religiosos. Primero en conocimientos, y no sólo en cuestiones formales, también sobre la vida de la Iglesia. Y luego, además, se les educa en la responsabilidad, hablas con ellos y los ves mucho más maduros que otros niños de su edad".


Marcos sí llegó al Valle de los Caídos con conocimientos musicales, que recibió en el conservatorio de su pueblo. Pero lo que aprendió después en la escolanía asombra a su madre: "Es que salen con conocimientos de solfeo, de lenguaje musical, que les permitirían dar el salto directo a estudios profesionales".


Un escolán del Valle de los Caídos abandona la escolanía a los 14 años con una sólida formación religiosa, conocimientos de música casi profesionales, hábitos de estudio propios de un universitario responsable, cuatro viajes al extranjero y una veintena por España y un grupo de amigos perdurable.
Y explica: "Les forman en campos muy poco trabajados, como elcanto gregoriano -no hay ningún otro sitio donde te enseñen a esa altura- y la polifonía -ahí hay algo más, pero poco-. He hablado con músicos profesionales y conocen la escolanía por su excepcional formación en gregoriano".

Sin embargo, y aunque viven en la sierra madrileña, desconocían la oferta educativa de la abadía del Valle de los Caídos. Una visita de los monjes al colegio del niño y una prueba de voz, con la visita posterior al complejo de Cuelgamuros, terminaron de convencerles de lo idóneo de llevar allí a Marcos, quien se adaptó enseguida al internado: "La separación cuesta un poco al principio, pero luego ya no, y más a los padres que a ellos, que se integran enseguida".

Un grupo de escolanes, durante una actuación.

De hecho Marcos anima a sus hermanos: "Todo lo que cuenta de lo que vivió allí durante cuatro años es positivo, y les dice a sus hermanos, que por ahora no quieren ir, que no entiende que no estén allí ya". 


Para Reyes y Carlos, su marido, no hay duda tampoco de que el efecto educativo ha sido muy bueno: "Se les crean unos hábitos de orden y de estudio que en un entorno normal son imposibles. Luego están los efectos colaterales de la formación musical, por los cuales está volviendo a potenciarse en todos los colegios: aporta unas sensibilidades especiales, refuerza la coordinación entre todas sus aptitudes y, por ejemplo, les ayuda amemorizar, cosa que luego aprovechan en otras asignaturas. Y, por último, la cantidad de viajes que hacen para los conciertos, varios al año por toda España y al menos uno cada curso al extranjero". A Marcos le sirvió para conocer Croacia, Bélgica, Polonia y Alemania.


Cuando acabó los estudios en la escolanía, Reyes tenía "algo de miedo" de que, en una edad tan sensible como los 14 años, la readaptación fuese problemática. No ha sido así, y "todo ha ido muy bien". El contacto con la escolanía y con los antiguos compañeros continúa: "Tienen ganas de seguir subiendo al Valle, van siempre que tienen vacaciones. Han formado un coro de antiguos escolanes y se buscan la vida para preparar y dar conciertos. Siguen unidos al sitio, a la formación recibida, a los amigos".

"A mí esto siempre me ha parecido un regalo. Estoy muy agradecida", concluye Reyes.

No hay comentarios:

Publicar un comentario