martes, 8 de marzo de 2016

EJERCICIOS ESPIRITUALES: LA IGLESIA ANUNCIA A CRISTO Y NO A SÍ MISMA





2016-03-08 Radio Vaticana
 
(RV).- “La Iglesia aprenda a ponerse a un lado para que en su anuncio haga brillar siempre el rostro de Dios y no a sí misma”, lo dijo el padre Ermes Ronchi en la cuarta meditación de los ejercicios espirituales que está predicando al Papa junto a la Curia Romana, en la Casa “Divino Maestro” de la localidad de Ariccia.
Tomando como inspiración el pasaje bíblico del Evangelio de Mateo, donde Jesús pregunta a sus discípulos ¿Quién dice la gente que soy yo? Pregunta que concluye con la profesión de fe de Pedro.
El mejor negocio de mi vida
En el silencio de los ejercicios espirituales, el padre Ermes Ronchi, pone al Papa y a sus colaboradores de la Curia Romana ante la misma pregunta de Jesús. Pero sobre todo, ante ese interrogante que interpela el alma: ¿pero ustedes quien dicen que soy yo? Un modo para decir a los suyos, precisa el predicador, de no conformarse con lo que dice la gente, porque “la fe no avanza por lo que dice la gente”:
“La respuesta que Jesús busca no son las palabras. Él busca a las personas. No definiciones, sino compromiso: ¿Qué cosa te sucede? ¿Cuándo me has encontrado? Jesús es el maestro del corazón, Jesús no da lecciones, no sugiere respuestas, te conduce con delicadeza a buscar dentro de ti. Y yo quisiera responder: ¡encontrarte ha sido la mejor cosa de mi vida! Tú has sido la mejor cosa que me ha sucedido”.
La fe es movimiento
¿Quién soy para ti? Es una pregunta de los “enamorados”, dice el predicador de los ejercicios, y lo que sorprende es que Jesús “no enseña a ninguno”. Los discípulos no deben temer dar una respuesta pre-confeccionada a esta pregunta, “no existe ningún credo”. A Jesús le importa saber si sus discípulos han abierto el corazón. Afirmar como hace Pedro, que el Cristo es “el Hijo de Dios vivo” es una verdad que tiene sentido si Cristo “está vivo dentro de nosotros”. Nuestro corazón – agrega el P. Ronchi – puede ser la cuna o la tumba de Dios:
“¿Quieren saber de verdad algo de mí, dice Jesús, y al mismo tiempo algo de ustedes? Les doy una pista: un hombre en la cruz. Uno que es puesto en lo alto. Es más, el jueves la cita de Cristo será otra, uno que se pone en lo bajo. Que se ciñe una toalla y se inclina para lavar los pies a los suyos (…) Tiene razón Pablo: el cristianismo es escándalo y locura. Ahora entendemos quien es Jesús: es un beso a quien lo traiciona. No entrega a ninguno, se entrega a sí mismo. No derrama la sangre de ninguno, derrama su propia sangre. No sacrifica a ninguno, se sacrifica a sí mismo”.
“Imágenes de Cristo”
Hasta antes que aquella pregunta se hiciera en el silencio, los discípulos no habían entendido que cosa estaba sucediendo a su Maestro. Por esto, Jesús es firme en imponer a los suyos de no decir nada a la gente. “Una orden severa, que alcanza a toda la Iglesia”, subraya el predicador, porque muchas veces hemos predicado un rostro deformado de Dios:
“Piensen en la belleza de una Iglesia que no enciende los reflectores sobre sí misma – como en estos días aquí reunidos – sino sobre otros. Tenemos todavía mucho camino por recorrer. Disminuir (…) Jesús no dice tomen mi cruz, sino tomen la suya, cada uno la suya (…) El sueño de Dios no es un interminable camino de hombres, mujeres y niños cada uno con sus cruces sobre la espalda. Sino de gente encaminada hacia una vida buena, gozosa y creativa. Una vida que cuesta un precio tenaz de empeño y de perseverancia. Pero también, un precio dulce, de luz: ¡el tercer día resucitará!”
(RM - RV)

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