Irremediablemente van pasando los días que nunca se detienen pues somos nosotros los que lo hacemos. Cuando paramos en el camino para descansar, tomar aliento, admirar cuanto tenemos a nuestro alrededor, los minutos transcurren sin piedad porque los que se detienen somos solamente nosotros.
El Miércoles pasado empezaba una nueva Cuaresma en la que nos puede parecer que todo es igual aunque siempre es distinta necesariamente.
Y es distinta porque somos también nosotros y nuestras circunstancias las que vamos cambiando. Nos hacemos más mayores, tenemos otros objetivos en la vida, aumentamos la familia así como nos dejan seres queridos. Estamos transitando por una Cuaresma que nos puede parecer igual aunque es totalmente distinta a la de años anteriores porque Dios nos ilumina y cada día que pasa nos va dando las indicaciones para ir madurando en nuestra fe de cada día.
Hace tan solo unos años mi particular Cuaresma redundaba todo en el trabajo preparatorio a los Cultos, Función Principal de Instituto así como la preparación de la Salida Penitencial de mi querida Hermandad de los Afligidos.
"Mi Cuaresma" era la Misa de imposición de cenizas, el Tríduo Cuaresmal con la solemne Función y para de contar.
Sería con el pasar de los años y sobre todo cuando abandoné las responsabilidades que tenía en la Cofradía de siempre que me encontré de frente con algo que sentía anhelar en mi corazón: Gozar de este tiempo litúrgico sin distracciones donde la oración profunda, los retiros espirituales, las meditaciones ante el Santísimo y vivir el Vía Crucis como un acto devocional de penitencia y de fe.
La Cuaresma es un necesario tiempo de abandono de mi mismo, de desgarro lacerantes de la soberbia para buscar y hacer mía la mansedumbre y humildad de espíritu. Es un ejercicio de reconversión personal necesario para ganar en calidad en vida de fe.
Si te hieren, te persiguen, se mofan, te humillan, te abandonan, te menosprecian, te insultan nunca le devuelvas con la misma moneda sino haciendo uso de esa fe mansa y humilde que gusta al Señor ofreciendo Bien ante el Mal que nos puedan o quieran hacer.
Sé que el Señor es mi Pastor y que con Él nada me falta.
Ahora vivo la Cuaresma de otro modo distinto que no tiene que ser opuesto, ahora necesito sentir el dolor de Jesús ante las tentaciones que nos depara la vida y que con Su ayuda salimos indemnes.
Por eso me hacía verdadera ilusión la invitación que me realizó en días pasados mi querido amigo y hermano en el Amor de Cristo Sacramentado, Beltrán Castell López.
En nuestras charlas ante la inmensidad de lo más bello de la Obra Creadora de Dios como es nuestro querido pueblo de Villaluenga del Rosario hacía mención a la Hermandad a la que pertenece y es miembro de Junta de Gobierno que es la única Sacramental Pura de Jerez de la Frontera. Me detallaba con todo lujo de detalles el mimo que ponen en sus cultos en el Santísimo expuesto, en el reciente Quinario precuaresmal así como la solemnidad que rodea al Vía Crucis que el Cristo de las Almas realiza por las calles del barrio de Santiago en la tarde del Miércoles de Ceniza.
La verdad es que cuando Beltrán habla contagia el orgullo y la pasión que siente y vive con lo que hace en lo que es su misión apostólica dentro de las Hermandades y Cofradías a las que ama con un corazón desbordado en pasión a Cristo Jesús.
Seis de la tarde del Miércoles de Ceniza en la Capilla del Asilo de San José de donde saldría el solemne y sobrio Vía Crucis de la Ilustrísima, Venerable y Antigua Hermandad y Cofradía del Santísimo Sacramento, Ánimas Benditas y Nuestra Señora de la Paz.
En una austera parihuela el impresionante crucificado presidiendo todo.
Fila de hermanos y fieles de riguroso oscuro con sus cirios rojos sacramentales y el silencio hecho oración solo interrumpido con el rezo de las Estaciones.
Hacía mucho tempo que un Vía Crucis público, no celebrado en las paredes del Templo, era tan íntimo llegando a gozar espiritualmente de cada instante. Silencio solo las pisadas medidas de los costaleros que portaban a Jesús en la elegancia de la oscuridad de sus trajes de chaqueta. Todo el cortejo era una manifestación pública de fe donde a cara descubierta, en oración profunda e íntima a la vez, dábamos cuenta de nuestra fe en medio del respeto y también del sepulcral silencio de todos los que la contemplaban desde las aceras.
Silencio viene Jesús
Silencio ante el crucificado
Silencio hecho Luz
Silencio ante al que han martirizado.
Silencio de oración
Silencio de respeto
Silencio de puro Amor
Silencio solo Silencio.
Este Miércoles de Ceniza ha vuelto a ser distinto y extraordinario a la vez donde la oración meditada se ha unido al silencio que nos demanda el Señor para que su voz sea escuchada en nuestros vacilantes corazones.
Quiero agradecer profundamente al Hermano Mayor, D. Manuel Castell Pérez así como todos los miembros de su Junta de Gobierno haciendo especial mención a D. Andrés Cañadas Salguero así como a mi querido hermano Beltrán Castell López que junto y a su esposa Maya de Alba porque gracias a ellos he tenido el privilegio y el honor de vivir en carne propia un testimonio íntegro, sobrio, austero de recia fe.
Recibid, mis queridos hermanos, un fraternal abrazo en Jesús Sacramentado.
Jesús Rodríguez Arias