EL ALBA SE ASOMA A MI ORACIÓN: «¿De qué le sirve a uno ganar el mundo entero si se pierde o se perjudica a sí mismo?» (Evangelio del día). Estamos ya inmersos en la Cuaresma, tiempo favorable para la oración y conversión. Jesús anuncia su pasión y su seguimiento, pero con "nuestras cruces", nada de azucarar ni descafeinar la realidad: nuestras limitaciones y contingencias. Pues, aunque somos perfectos por ser imagen del Creador, acarreamos "taras" producidas por el pecado. Lo aptitud que plantea Jesús no es nada banal, nos jugamos seriamente el bienestar trascendental. Y aquí, en Cuaresma, tenemos que despertar nuestra consciencia de pecado. ¿Que todo esto suena a fatalismo? ¡No!, lo que se trata es de despejar la "catalepsia" en la que estamos inmersos y que nos provoca nuestra sociedad de "bienestar", en la que todo está permitido y todo lo queremos "ordenar". Estamos anestesiados y vacunados por el "bienestar". Ya, pocas cosas nos conmueve: aborto e Iglesia perseguida (Siria y demás) son dos claros ejemplos. La primera Lectura lo advierte seriamente: «Mira: hoy te pongo delante la vida y el bien, la muerte y el mal.» ¿Y qué hacemos? Y Dios insiste: «Elige la vida, y viviréis». Pues que Cristo, camino de la Pascua, nos despierte de nuestro letargo y lo acompañemos en su caminar –que no deja de ser el nuestro–. Santa María de Caná, ruega por nosotros.
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