miércoles, 28 de enero de 2015

EVANGELIO DEL DÍA Y MEDITACIÓN.

dominicos.org

Lectura de la carta a los Hebreos 10,11-18:

Cualquier otro sacerdote ejerce su ministerio, diariamente, ofreciendo muchas veces los mismos sacrificios, porque de ningún modo pueden borrar los pecados. Pero Cristo ofreció por los pecados, para siempre jamás, un solo sacrificio; está sentado a la derecha de Dios y espera el tiempo que falta hasta que sus enemigos sean puestos como estrado de sus pies. Con una sola ofrenda ha perfeccionado para siempre a los que van siendo consagrados. Esto nos lo atestigua también el Espíritu Santo. En efecto, después de decir: Así será la alianza que haré con ellos después de aquellos días dice el Señor: Pondré mis leyes en sus corazones y las escribiré en su mente; añade: Y no me acordaré ya de sus pecados ni de sus crímenes. Donde hay perdón, no hay ofrenda por los pecados.

Sal 109,1.2.3.4 R/. Tú eres sacerdote eterno, según el rito de Melquisedec

Oráculo del Señor a mi Señor:
Siéntate a mi derecha,
y haré de tus enemigos
estrado de tus pies. R/.

Desde Sión extenderá el Señor
el poder de tu cetro:
somete en la batalla a tus enemigos. R/.

Eres príncipe desde el día de tu nacimiento,
entre esplendores sagrados;
yo mismo te engendré,
como rocío, antes de la aurora. R/.

El Señor lo ha jurado y no se arrepiente:
Tú eres sacerdote eterno,
según el rito de Melquisedec. R/.

Lectura del santo evangelio según san Marcos 4,1-20:

En aquel tiempo, Jesús se puso a enseñar otra vez junto al lago. Acudió un gentío tan enorme que tuvo que subirse a una barca; se sentó, y el gentío se quedó en la orilla. Les enseñó mucho rato con parábolas, como él solía enseñar: «Escuchad: Salió el sembrador a sembrar; al sembrar, algo cayó al borde del camino, vinieron los pájaros y se lo comieron. Otro poco cayó en terreno pedregoso, donde apenas tenía tierra; como la tierra no era profunda, brotó en seguida; pero, en cuanto salió el sol, se abrasó y, por falta de raíz, se secó. Otro poco cayó entre zarzas; las zarzas crecieron, lo ahogaron, y no dio grano. El resto cayó en tierra buena: nació, creció y dio grano; y la cosecha fue del treinta o del sesenta o del ciento por uno.» Y añadió: «El que tenga oídos para oír, que oiga.»
Cuando se quedó solo, los que estaban alrededor y los Doce le preguntaban el sentido de las parábolas. Él les dijo: «A vosotros se os han comunicado los secretos del reino de Dios; en cambio, a los de fuera todo se les presenta en parábolas, para que por más que miren, no vean, por más que oigan, no entiendan, no sea que se conviertan y los perdonen.» Y añadió: «¿No entendéis esta parábola? ¿Pues, cómo vais a entender las demás? El sembrador siembra la palabra. Hay unos que están al borde del camino donde se siembra la palabra; pero, en cuanto la escuchan, viene Satanás y se lleva la palabra sembrada en ellos. Hay otros que reciben la simiente como terreno pedregoso; al escucharla, la acogen con alegría, pero no tienen raíces, son inconstantes y, cuando viene una dificultad o persecución por la palabra, en seguida sucumben. Hay otros que reciben la simiente entre zarzas; éstos son los que escuchan la palabra, pero los afanes de la vida, la seducción de las riquezas y el deseo de todo lo demás los invaden, ahogan la palabra, y se queda estéril. Los otros son los que reciben la simiente en tierra buena; escuchan la palabra, la aceptan y dan una cosecha del treinta o del sesenta o del ciento por uno.»

II. Compartimos la Palabra

  • «Pondré mis leyes en sus corazones»

Cristo es el único y eterno Sacerdote porque ofreció el sacrificio de su vida para la remisión de los pecados de manera definitiva. De nada valen los sacrificios expiatorios de la antigua Ley, que son incapaces de perdonar los pecados. La Ley de Cristo es el Amor. Su muerte en la Cruz es la mejor ofrenda del Dios que quiere al hombre, la ofrenda perfecta que otorga el perdón y la salvación de una vez para siempre. Dios, en Cristo, busca y obtiene la reconciliación con los hombres. Con el Señor, somos también nosotros sacerdotes y ofrecemos el Amor de Dios a los hombres.
  • «A vosotros se os ha comunicado el secreto del Reino de Dios»

Este texto del Evangelio ha sido objeto de no pocas interpretaciones por parte de los exégetas respecto a la cuestión no tanto del sentido de la parábola, como sobre sus destinatarios y el denominado “secreto mesiánico” tan redundante en San Marcos.
Hay que tener en cuenta el pasaje anterior para entender el texto que hoy se nos propone. Jesús se refiere a que sus más próximos son los que cumplen la voluntad de Dios y no necesariamente su madre y hermanos. El escenario es también muy significativo: Jesús habla desde una barca en la que está junto a sus más próximos y, frente a él, separados por el mar, una ingente y diversa multitud ávida quizá no tanto de sus palabras, como de lo que había oído hablar de él y sus signos.
Jesús se dirige a todos con parábolas, un recurso usual y, concretamente la del Sembrador, en la que se presenta a sí mismo, pero también referencia a sus más próximos (a los que ha dado ya la misión de predicar) como portador y personificación de las semillas: la Palabra de Dios, la Buena Noticia dirigida a todos sin excepción, una misión permanente, y que forma parte de su propia vida. Y también presenta a los destinatarios en varios de los posibles escenarios o situaciones en que se encuentran sus vidas. Es un mensaje muy directo a la multitud que le oye, pero quizá no lo escucha, no le comprende bien. Pero también a los suyos, a los más próximos, a los que, luego, a solas, les explica la parábola. Ellos son también predicadores. Como nosotros. Para Jesús, lo importante, el “secreto” es la Conversión para entender el mensaje que viene a traer. Esa es la actitud que espera de todos, aunque comprende las dificultades de los hombres. Lo importante es sembrar y saber esperar. Es una lección que no debemos nunca olvidar los que nos sentimos próximos a Jesús. Debemos predicar lo que creemos y somos en cada uno de los sitios donde viven nuestros hermanos y rezar para que abran su corazón a la Palabra.
Hoy es la fiesta de Santo Tomás de Aquino, un singular y eminente Predicador de la Palabra, un referente para todos los que somos y nos sentimos predicadores.
D. Carlos José Romero Mensaque, O.P. 
Fraternidad Fray Bartolomé de las Casas (Sevilla) 

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