miércoles, 1 de mayo de 2013

EUCARISTÍA: MISTERIO DE LA FE.

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La Eucaristía, en cuanto misterio de fe, compromete cotidianamente, probablemente más que otros misterios, la fe personal y eclesial. De hecho, cada día nos encontramos con este misterio en la celebración eucarística, como sacerdotes y como simples cristianos; a diferencia de otros sacramentos, que se reciben de una vez para siempre (bautismo, confirmación, orden sacerdotal), o de tanto en tanto, como la penitencia, o de otras verdades de fe, que quedan lejanas de nuestra consideración inmediata, la Eucaristía exige de nosotros, por el contrario, un acto de fe cotidiano y renovado. 

Se puede decir, además, que la Eucaristía constituye el misterio que demanda la opción fundamental de la fe. Así fue en el momento de la revelación del misterio del Pan de vida (Jn 6, 60ss.). Así es para los hombres de todos los tiempos que deben confesar la presencia real de Cristo bajo las especies del pan y del vino y la realidad del sacrificio de nuestra redención, allí contenido. Cuando en ciertos momentos de la historia se ha debilitado la fe, se ha tratado, en seguida, de reducir el alcance del misterio para hacerlo comprensible y razonable, vaciándolo, sin embargo, de sus contenidos. Pero, de manera espontánea, junto a la infiltración de tales teorías en el Pueblo de Dios, se ha sentido una espontánea, apasionada y amorosa reacción de adoración hacia la Eucaristía, del mismo modo que el cuerpo reacciona cuando un elemento extraño se infiltra en el organismo.

La fe viva, pues, atenta a los propios fundamentos a los que alcanza la certeza de la revelación y de la verdad –Escritura, Tradición, Magisterio– y con la fuerza sobrenatural que le es propia, permanece como el primer y constante presupuesto metodológico para el estudio de la Eucaristía, tanto para quien explica la materia, como también para quien la escucha y la sigue. A este propósito, podemos recordar las palabras de Pablo VI en la Encíclica sobre la Eucaristía Mysterium Fidei (3-XI-1965): «En primer lugar queremos recordaros una verdad bien sabida, pero muy necesaria para eliminar todo veneno de racionalismo, verdad que muchos católicos han ratificado con su propia sangre y que célebres Padres y Doctores de la iglesia han profesado y enseñado constantemente, esto es, que la Eucaristía es un altísimo misterio, más propiamente, como dice la Sagrada Liturgia es el Mysterium Fidei: sólo en él, de hecho, como sabiamente dijo Nuestro predecesor León XIII, se contienen con singular riqueza y variedad de prodigios, todas las realidades sobrenaturales... Luego es necesario que nos acerquemos, particularmente a este misterio, con humilde reverencia, no siguiendo razones humanas, que deben callar, sino adhiriéndonos firmemente a la divina Revelación» (nn. 15-20ss.).

Pero al hablar del misterio eucarístico, no es necesario insistir solamente en la dimensión de misterio, como si se tratase sólo de oscuridad de fe en la Eucaristía; la fe es también luminosa, es más, debe clarificar que el sentido de misterio, según el genuino significado bíblico, nos remite a una manifestación del designio de Dios escondido, a una revelación y comunicación de su vida. Y en este sentido tenemos en el misterio eucarístico una síntesis de la revelación. Como afirma un exegeta católico: «En la Santísima Eucaristía tenemos todo lo que Dios ha hecho y hará en la historia de la salvación» (A. Stöger).

Un texto del concilio Vaticano II recuerda: «En la santísima Eucaristía se contiene todo el bien espiritual de la Iglesia, a saber, Cristo mismo, nuestra Pascua y Pan vivo que con su carne vivificada y vivificante por la fuerza del Espíritu Santo, da la vida a los hombres» (PO 5). Se trata de un texto plenario, lleno de referencias a la realidad del misterio de Cristo en el Espíritu.

En efecto, cuanto más se profundiza en el misterio de la Eucaristía, tanto más se percibe su riqueza teológica. Cada aspecto de la fe y de la vida cristiana encuentra en él un punto de referencia. En efecto, es la síntesis y el culmen del misterio y de los misterios cristianos: es «fuente y culmen de la evangelización» (PO 6 y AG 9). De hecho, este misterio contiene y celebra el misterio pascual de Cristo, piedra clave de toda la economía de la salvación.
EUCARISTIA: MISTERIO DE LA FE 

La Eucaristía, en cuanto misterio de fe, compromete cotidianamente, probablemente más que otros misterios, la fe personal y eclesial. De hecho, cada día nos encontramos con este misterio en la celebración eucarística, como sacerdotes y como simples cristianos; a diferencia de otros sacramentos, que se reciben de una vez para siempre (bautismo, confirmación, orden sacerdotal), o de tanto en tanto, como la penitencia, o de otras verdades de fe, que quedan lejanas de nuestra consideración inmediata, la Eucaristía exige de nosotros, por el contrario, un acto de fe cotidiano y renovado. 

Se puede decir, además, que la Eucaristía constituye el misterio que demanda la opción fundamental de la fe. Así fue en el momento de la revelación del misterio del Pan de vida (Jn 6, 60ss.). Así es para los hombres de todos los tiempos que deben confesar la presencia real de Cristo bajo las especies del pan y del vino y la realidad del sacrificio de nuestra redención, allí contenido. Cuando en ciertos momentos de la historia se ha debilitado la fe, se ha tratado, en seguida, de reducir el alcance del misterio para hacerlo comprensible y razonable, vaciándolo, sin embargo, de sus contenidos. Pero, de manera espontánea, junto a la infiltración de tales teorías en el Pueblo de Dios, se ha sentido una espontánea, apasionada y amorosa reacción de adoración hacia la Eucaristía, del mismo modo que el cuerpo reacciona cuando un elemento extraño se infiltra en el organismo.

La fe viva, pues, atenta a los propios fundamentos a los que alcanza la certeza de la revelación y de la verdad –Escritura, Tradición, Magisterio– y con la fuerza sobrenatural que le es propia, permanece como el primer y constante presupuesto metodológico para el estudio de la Eucaristía, tanto para quien explica la materia, como también para quien la escucha y la sigue. A este propósito, podemos recordar las palabras de Pablo VI en la Encíclica sobre la Eucaristía Mysterium Fidei (3-XI-1965): «En primer lugar queremos recordaros una verdad bien sabida, pero muy necesaria para eliminar todo veneno de racionalismo, verdad que muchos católicos han ratificado con su propia sangre y que célebres Padres y Doctores de la iglesia han profesado y enseñado constantemente, esto es, que la Eucaristía es un altísimo misterio, más propiamente, como dice la Sagrada Liturgia es el Mysterium Fidei: sólo en él, de hecho, como sabiamente dijo Nuestro predecesor León XIII, se contienen con singular riqueza y variedad de prodigios, todas las realidades sobrenaturales... Luego es necesario que nos acerquemos, particularmente a este misterio, con humilde reverencia, no siguiendo razones humanas, que deben callar, sino adhiriéndonos firmemente a la divina Revelación» (nn. 15-20ss.).

Pero al hablar del misterio eucarístico, no es necesario insistir solamente en la dimensión de misterio, como si se tratase sólo de oscuridad de fe en la Eucaristía; la fe es también luminosa, es más, debe clarificar que el sentido de misterio, según el genuino significado bíblico, nos remite a una manifestación del designio de Dios escondido, a una revelación y comunicación de su vida. Y en este sentido tenemos en el misterio eucarístico una síntesis de la revelación. Como afirma un exegeta católico: «En la Santísima Eucaristía tenemos todo lo que Dios ha hecho y hará en la historia de la salvación» (A. Stöger).

Un texto del concilio Vaticano II recuerda: «En la santísima Eucaristía se contiene todo el bien espiritual de la Iglesia, a saber, Cristo mismo, nuestra Pascua y Pan vivo que con su carne vivificada y vivificante por la fuerza del Espíritu Santo, da la vida a los hombres» (PO 5). Se trata de un texto plenario, lleno de referencias a la realidad del misterio de Cristo en el Espíritu.

En efecto, cuanto más se profundiza en el misterio de la Eucaristía, tanto más se percibe su riqueza teológica. Cada aspecto de la fe y de la vida cristiana encuentra en él un punto de referencia. En efecto, es la síntesis y el culmen del misterio y de los misterios cristianos: es «fuente y culmen de la evangelización» (PO 6 y AG 9). De hecho, este misterio contiene y celebra el misterio pascual de Cristo, piedra clave de toda la economía de la salvación.

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