lunes, 24 de diciembre de 2018

* EL CRISTAL EMPAÑADO (CUENTO DE NAVIDAD)





Hoy mi artículo publicado en Información San Fernando es un Cuento de Navidad, tan solo eso aunque con el mismo quiero remover conciencias que para eso vino Jesús al mundo, para remover conciencias en clave del Amor.

Para mí la Navidad es demasiado importante para entrar en críticas, en dimes y diretes, en polémicas añadidas y por tanto innecesarias.

Ojalá los corazones se apacienten porque Dios vuelve hacerse Niño y solo espera que lo recibamos en Paz...

Feliz Nochebuena y también Navidad.

Jesús Rodríguez Arias


EL CRISTAL EMPAÑADO



Cuando la vida pasa tan deprisa, cuando no recuerdas la juventud porque simplemente no las has tenido, cuando de golpe y porrazo te ves que ya no sirves para nada, que ya tus ojos no te responden, que ya las fuerzas flaquean, que ese frondoso pelo negro se ha convertido en el reducto blanquecino que apenas te cubre la cabeza, cuando las piernas hace mucho dejaron de sostenerte y hasta sonreír cuesta porque todo te duele, cuando la vida pasa y junto a ella tus padres, tus hermanos, la familia que has creado ya vuelan solos, y solo te queda el recuerdo de la persona que siempre estuvo a tu lado, entonces es cuando percibes que todo se va acabando, no tienes ganas de nada y menos de Navidad.

¿Cuántas horas paso delante de la ventana con el cristal empañado? No sabría decírtelo. ¿Cuántos recuerdos de mis ayeres se posan en mi mente? No falta ninguno. ¿Qué hice ayer? Ni me acuerdo. ¡Qué mala es la vejez que vives recordando el ayer y no me acuerdo casi de nada en este momento!

Sé, que vienen mis hijos, los nietos, los bisnietos y que llegan hoy en Nochebuena que es cuando Nace Jesús y con Él la Navidad. Sé que viene mi hermano, tiene ocho años menos que yo y todavía camina aferrado a su vetusto bastoncito, sé que viene Encarna la hermana de mi Rosario que se fue ya hace diez años un día de invierno que nevaba mucho en el pueblo. Sé que vendrá hasta Andrecito, el hijo de Julián el panadero que murió demasiado joven de una mala enfermedad y que desde ese día es uno más en casa.

Pero es que las navidades para mí sin mi Rosario no es lo mismo pues ella era la Alegría del hogar, la de las risas y los cantos de villancicos, la que hacía los mejores pestiños y tortas, la primera que cogía la botella de anís y cantaba como nadie “Noche de Paz”… Sí, sin mi Rosario la vida no es la misma y la Navidad no es mi Navidad.

Voy para los 89 años y aquí estoy sentado en la silla de ruedas que me consiguió mi yerno que trabaja en una ortopedia. Me la regaló él pues mi pensión no da ni para los buenos días por más que digan los gobernantes que nos la suben cada año. ¡Ay, nuestros gobernantes! Pero ya no me gusta hablar de política pues tengo muchos años, muchas vivencias, mucho sufrimientos, que el solo hecho de rememorarlos me hacen sufrir una barbaridad y ya no está uno para esos trotes como me dice Don Luis, el cura de mi pueblo.

Confieso que hoy estoy más cansado, más hastiado, más apático, más triste que ayer o antes de ayer. A mí la Nochebuena y la Navidad me entristece hasta que las lágrimas caen de estos ojos demasiado secos impregnando mi acartonada y arrugada piel. Es que la Navidad para mí era Rosario, mi mujer, mi todo…

Pero… ¿Quién toca así la botella de anís y entona tan melodiosamente “Noche de Paz”? ¿Rosario? Mi imaginación me trastorna… No, es mi nieta Rosarillo que mientras Adolfito, mi nieto más chico, lleva entre sus brazos al Niño Jesús para posarlo en su cunita, canta como los ángeles, como lo haría su abuela o su madre Juana… Y profundamente emocionado compruebo un año más que la Navidad no es quién esté con cada cual sino la celebración de que Jesús vuelve a Nacer para traernos Amor y Felicidad, para Anunciarnos que la Navidad es Él a todos sin excepción.

Con mi tradicional Cuento de Navidad os deseo a todos una buena Nochebuena también Navidad y que no nos olvidemos de nuestros mayores, de los que se encuentran tan solos, de los abandonados del mundo, de los que no tienen nada, de los que se hallan muy solos aunque estén acompañados.

Jesús Rodríguez Arias


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