Editorial
«Gracias por creer en Dios»
Con su estilo de vida en los últimos rincones del planeta, los misioneros interpelan a creyentes y no creyentes
En su mensaje para la Jornada Mundial de las Misiones, el Papa se refiere a la Iglesia como «la primera comunidad que vive de la misericordia» en medio de la gente, y da a conocer a Jesús «en un diálogo respetuoso con todas las culturas y convicciones religiosas». En algunos contextos, los misioneros no pueden siquiera a pronunciar el nombre de Jesús, pero su testimonio de «fe» y «caridad» ofrece un testimonio elocuente en medio de «cantidad de injusticias, guerras, crisis humanitarias que esperan una solución», según hace ver Francisco. Para comprender hasta qué punto ese estilo de vida suscita interrogantes no es necesario irse lejos. Las Obras Misionales Pontificias encargaron este año el pregón del Domund a una no creyente, a la política y escritora catalana Pilar Rahola, quien respondió a la invitación con un discurso difícilmente superable en ardor y entusiasmo. En la Sagrada Familia de Barcelona, Rahola dio las gracias a los misioneros no solo «por la ayuda» y «el servicio» que ofrecen a los demás, sino «por creer en un Dios de luz que nos ilumina a todos», y reivindicó la grandeza de un ideal, la fe, que empuja a «miles de personas» a dejarlo todo para entregarse a los más desfavorecidos. «No imagino ninguna revolución más pacífica ni ningún hito más grandioso», añadió, dirigiéndose al mundo laico, seguramente sin ser consciente del impacto que sus palabras provocaban también en muchos no creyentes. ¿Qué hacemos cada uno por sostener la labor de los 13.000 misioneros españoles distribuidos por 140 países de todo el mundo?, sería una primera pregunta a las conciencias católicas. Hay otras: ¿transparenta nuestro estilo de vida a ese «Dios de luz» en el que creemos, de modo que ilumine el mundo a nuestro alrededor?
El reverso a esa imagen del cristiano «triste y avinagrado» que tanto critica el Papa es la sonrisa del misionero. Por eso hace bien la Iglesia en mirarse en el espejo de personas, de las que el resto puede decir: «Gracias por creer en Dios».
Alfa y Omega
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