Frente a un contexto incierto en muchos ámbitos quiero recordar este fragmento directo pero al mismo tiempo lleno de esperanza: “La Iglesia en salida es una Iglesia con las puertas abiertas. La Iglesia está llamada a ser siempre la casa abierta del Padre. Salgamos, salgamos a ofrecer a todos la vida de Jesucristo. Si algo debe inquietarnos santamente y preocupar nuestra conciencia, es que tantos hermanos nuestros vivan sin la fuerza, la luz y el consuelo de la amistad con Jesucristo”. (Papa Francisco en su Exhortación Evangelii Gaudium, 46-49.).
Esa santa inquietud es la que Jesús siente en su Corazón pero solamente si el Espíritu Santo forma en nosotros esa “entrañas de misericordia” podemos amar como El nos pide. Su Corazón se quedó traspasado para que todos le miraran por los siglos (Ap 1, 7) y viéndole abierto de par en par por nuestro amor no dudásemos nunca de su Misericordia, como dice el poema:
“Nadie tendrá disculpa
diciendo que cerrado halló jamás el cielo,
si el cielo va buscando.
Pues vos, con tantas puertas en pies,
mano y costado,
estáis de puro abierto casi descuartizado”.
diciendo que cerrado halló jamás el cielo,
si el cielo va buscando.
Pues vos, con tantas puertas en pies,
mano y costado,
estáis de puro abierto casi descuartizado”.
Este amor “excesivo” permanentemente entregado en la Hostia sagrada mueve a abrir toda la vida a la acción del Espíritu. Sin duda entrarán, junto a los hermanos necesitados, la luz y el aire renovadores que tanto necesitamos.
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