jueves, 23 de junio de 2016

* DESDE VILLALUENGA: "DE GABRIEL A GABRIEL".

"Ojalá algún día pueda llegar  a parecerme a ti... #nomefaltesnunca #miejemploaseguir #ungranhombre"

Foto y texto mensaje de Gabriel Franco Benítez.




Hoy quiero decirte, deciros, que cuando he leído el escueto mensaje que acompaña a una fotografía publicada en istagram por el Gabriel más joven los poros del alma se me han abierto de pura emoción.

Es verdad que de bien nacidos es ser agradecidos y vosotros eso lo lleváis en vuestro particular ADN.

Se os ve a los dos juntos, como tantas veces, como tantos días, en la pasada romería de la Divina Pastora que se celebró el domingo en nuestro bendito pueblo.

Sí, he querido titular este artículo publicado en SED VALIENTES en la tribuna que dedico expresamente y que lleva por nombre “desde Villaluenga” como “De Gabriel a Gabriel”.

Gabriel abuelo que siente orgullo por su nieto, sangre de su sangre, estirpe de su estirpe y el joven Gabriel que ve en su abuelo el mejor referente de su vida. Una imagen como esta vale más que mil palabras y una frase como la que la preside llena más que una enciclopedia entera.

Gabriel Benítez, hombre enjuto, entrado en años aunque con una vitalidad que se nota con solo mirar sus inquietos ojos. Allá donde esté colabora. Si está en el huerto lo mismo se le ve sentado que con azada en la mano o recolectando la verdura que haya dado fruto. Acompaña a su yerno Diego o a sus nietos Diego y Gabriel cuando están ordeñando. Su vida ha sido el campo y su familia, de ahí ese carácter sencillo, afable, bondadoso, generoso y lleno de impetuosa energía.

Su mujer, a la que tanto quiso y que tan a su lado estaba, murió hace ya algunos años. Se fue con la Virgen del Rosario la que fue compañera de su vida. Ahora en sus hijos comprueba con satisfacción la dedicación y tanto trabajo. Él es un hombre que tiene una honda sabiduría que sobrepasa lo que ahora llamamos “académico” siempre quiso que sus hijos llegaran alto, que fueran lo que quisieran en la vida aunque eso supusiera mucho más trabajo, muchos más sacrificios. Sus hijos, que son su mayor orgullo, les han respondido dándole el ciento por uno y sus nietos suponen la cuadratura del círculo en lo que a excelencia, tanto personal, laboral y académica se refiere.

Lo podéis ver con sus andares ligeros a pesar de los años, enjuto de cuerpo, con su bastoncillo en la mano y su sempiterna gorra como mejor sombrero ofreciéndonos a todos un verdadero ejemplo de vida vista desde la sencillez, la humildad, la prudencia y el saber estar que es la mejor de las sabidurías.

Comprendo a su nieto, Gabriel Franco, cuando dice que le gustaría cuando el tiempo pase y sea también un hombre enjuto, con su gorrilla como el mejor de los sombreros, parecerse a su abuelo. Si Dios me da vida seguro que le digo: ¡Querido amigo: Eres igualito a tu abuelo Gabriel!

Tengo la dicha y el inmenso honor de conocer y considerarlos buenos y queridos amigos a toda su Familia y para mí, como para tantos, son dignos de admiración desde los padres, pasando por los hijos y terminando por nietos. Todos conforman un todo esencial donde prima el ser buenas personas, honrados trabajadores, de las que te puedes fiar, de las que van con la verdad por delante, de las que ayudan a todos, de los ponen su hombro para defender nuestras tradiciones, nuestras más íntimas y valiosas devociones.

Si Gabriel abuelo es de esas personas que con solo observarla un rato aprendes con su nieto, también llamado Gabriel, compruebas que es quién es porque de casta le viene al galgo y la sangre es pura sangre.

Es Gabriel Franco, nieto de Gabriel Benítez, un joven que a pesar de llevarnos bastante años de diferencia me enseña todos los días a ser mejor persona, trabajador, vecino.

Hace algunos años este joven y querido amigo me ofreció una lección de las que queda para siempre contigo pues es una enseñanza vital.

Estábamos en los primeros meses del otoño y ese día hacía frío envuelto en esa niebla que no deja ver la montaña aunque la misma esté tan cerca que incluso te puedes chocar con ella.

Gabriel estaba con su ganado, bastón en mano, disfrutando a cada pisada. Hacía muy pocos meses que entre semana marchaba a Granada pues en la preciosa ciudad de la Alhambra había empezado su carrera universitaria.

Le pregunté cómo le iba, si le gustaba Granada, si echaba de menos el pueblo y terminé diciéndole que cuando terminase seguro que aprobaba alguna oposición y lo veía dando clases en esos mundos de Dios.

Gabriel me contestó que sí pero que si no ejercía su carrera no pasa nada pues a él lo que en verdad le gusta es ser pastor, cuidar su ganado, vivir en su pueblo. Ese día, mi querido amigo, me diste una verdadera lección de vida que te agradecerá eternamente. Me demostraste que uno no es más por ser más sino por ser quién es y hacer lo que en verdad le gusta.

De tan buenos árboles tienen que salir los mejores troncos y eso os ha pasado a vosotros pues vuestras raíces son fuertes, llenas de vida y eso siempre se nota.

Pues sí, esta fotografía que ilustra este artículo y el comentario lleno de cariño y admiración hacia su abuelo me ha llegado al alma hasta pulsar los sentimientos por lo que te doy las gracias porque en este mundo tan deshumanizado ver y sentir tantos valores juntos, codo con codo, hacen que con detalles como este tengamos motivos de sobra para creer y trabajar por la Humanidad.

“De Gabriel a Gabriel” es lo mismo que decir “de corazón a corazón”.

Con mi profunda admiración, respeto y cariño,

Jesús Rodríguez Arias


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