Comparto con vosotros mi dominical artículo publicado en exclusiva en INFORMACIÓN en el apartado que dirige y coordina mi buen amigo y hermano Pepe Moreno Fraile.
Mucho se habla, se critica e incluso se desprecia de la "Fe del cofrade". Muchos son los que se dan "golpes de pecho" con autoridad señalándonos porque no llegan a comprender la intensidad de este apostolado.
Ante la crítica de "propios y extraños" alzo mi voz para defender este carisma esencial que es una inmensa puerta abierta a la Madre Iglesia para tantos.
Alguien debe alzar la voz y poner negro sobre blanco ante tanto despropósito como escuchamos a diario.
Son las ocho de la tarde de un precioso domingo y desde mi Atalaya en Villaluenga del Rosario, cuando el sol hace tiempo se ha escondido tras el Caíllo, os envío a todos un fraternal abrazo.
Jesús Rodríguez Arias
LA
FE DEL COFRADE

Hace tiempo una persona muy querida me decía que
le gustaría tener la “Fe” del Cofrade y mirándola a los ojos la entendí
perfectamente pues es precisamente la que tengo y la que he podido vivir desde
antes incluso de nacer.
La Fe del Cofrade es la misma que todos los
cristianos, que todos los católicos, pero vivida con una pasión e intensidad
cercana al barroquismo que tanto nos gusta. El cofrade vive la Fe por medio de
su Hermandad que es lo mismo que decir la Madre Iglesia y por eso, aunque con
bajones, algunas tiranteces propias de lo que es la convivencia diaria, los
hermanos que pertenecemos a una Cofradía crecemos como verdaderos cristianos en
comunidad.
Es muy difícil en los tiempos que corren el “ir
por libres” en la vida y más en términos de fe pues este mundo que nos rodea
nos arrastra a otros “placeres” que pueden ser muy atractivos pero que nos van
alejando de todo lo que tenga que ver con nuestras creencias, de nuestra
implicación en la vida diaria de la Iglesia a la cual no vemos ya como nuestra
casa sino como esa “gran desconocida” a la que hay que criticar día sí y día
también. No nos confundamos que nadie está libre de pecado ni tampoco puede
tirar ninguna piedra porque todos en un momento determinado de nuestra existencia
hemos sucumbido, por exceso o defecto, ante los placeres terrenales.
Pero el cofrade tiene el inmenso privilegio de
vivir la fe desde dentro de su Hermandad que se convierte, porque así Dios lo
ha dispuesto, en una continuación de la Iglesia fuera de las paredes del
Templo.
Mucho se nos achaca de poner nuestra devoción en
los ojos de aquella imagen sagrada que representa un momento pasional y
vivencial del propio Jesucristo. Se nos critica que nuestra fe se agarre a un
“trozo de madera” y no vaya más allá. ¡Qué sabe nadie lo que cree cada uno!
Y si eso sucede también tiene su responsabilidad
el director espiritual o consiliario que debe ser el que nos acompañe a cada
cual en nuestro particular camino de santificación que es el encuentro con
Jesús. Si se alimenta la fe todos los días por medio de la oración, de recibir
los Sacramentos, de la Eucaristía descubriremos ese lugar que se llama Sagrario
y que está en Presencia Viva el mismo Jesús que representa nuestro amado y
bendecido titular.
¡Soy cofrade y me enorgullezco de ello! Es un
carisma único en la Iglesia donde podemos vivir nuestra Fe por medio de los
cultos internos, externos, de las inmensas obras de caridad que se hacen sin
rendir cuenta a nadie más que a Dios que ve en lo escondido y que así lo
agradece más.
Soy cofrade de los de generación en generación y
he saboreado este apostolado antes incluso de nacer. En mi casa el olor a
incienso era lo normal, túnicas planchadas y colgadas a la espera del día de la
Salida Penitencia era la imagen propia de la misma Cuaresma. Soy cofrade y
gracias a ello he crecido en la Fe en comunión con mis hermanos. Soy cofrade de
los de antes, de los que preferían el anonimato, el alejamiento del poder
establecido, de las rimbombancias propias de otros cargos pues el solo hecho de
serlo ya era un auténtico honor.
Soy cofrade de esos que vienen a servir y nunca a
ser servidos, de los que cuando ve que su etapa ha terminado sale por la puerta
sin llegarla a cerrar y se aleja a esa particular atalaya donde se ve sin ser
vistos.
Puedo estar metido en otras misiones apostólicas
en las que me siento muy feliz y pleno aunque nunca olvidéis que siempre seré
cofrade, esté aquí o allá, porque el solo hecho de serlo es ya por sí una
Gracia de Dios.
Y que los de siempre sigan pensando que nuestra Fe
acaba donde termina una imagen pues ellos en su ceguera y terquedad no se dan
cuenta de que la misma nos lleva directamente a Cristo.
Jesús Rodríguez Arias
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