domingo, 12 de junio de 2016

* LA FE DEL COFRADE.



Comparto con vosotros mi dominical artículo publicado en exclusiva en INFORMACIÓN en el apartado que dirige y coordina mi buen amigo y hermano Pepe Moreno Fraile.

Mucho se habla, se critica e incluso se desprecia de la "Fe del cofrade". Muchos son los que se dan "golpes de pecho" con autoridad señalándonos porque no llegan a comprender la intensidad de este apostolado. 

Ante  la crítica de "propios y extraños" alzo mi voz para defender este carisma esencial que es una inmensa puerta abierta a la Madre Iglesia para tantos.

Alguien debe alzar la voz y poner negro sobre blanco ante tanto despropósito como escuchamos a diario.

Son las ocho de la tarde de un precioso domingo y desde mi Atalaya en Villaluenga del Rosario, cuando el sol hace tiempo se ha escondido tras el Caíllo, os envío a todos un fraternal abrazo.

Jesús Rodríguez Arias



LA FE DEL COFRADE


Hace tiempo una persona muy querida me decía que le gustaría tener la “Fe” del Cofrade y mirándola a los ojos la entendí perfectamente pues es precisamente la que tengo y la que he podido vivir desde antes incluso de nacer.

La Fe del Cofrade es la misma que todos los cristianos, que todos los católicos, pero vivida con una pasión e intensidad cercana al barroquismo que tanto nos gusta. El cofrade vive la Fe por medio de su Hermandad que es lo mismo que decir la Madre Iglesia y por eso, aunque con bajones, algunas tiranteces propias de lo que es la convivencia diaria, los hermanos que pertenecemos a una Cofradía crecemos como verdaderos cristianos en comunidad.

Es muy difícil en los tiempos que corren el “ir por libres” en la vida y más en términos de fe pues este mundo que nos rodea nos arrastra a otros “placeres” que pueden ser muy atractivos pero que nos van alejando de todo lo que tenga que ver con nuestras creencias, de nuestra implicación en la vida diaria de la Iglesia a la cual no vemos ya como nuestra casa sino como esa “gran desconocida” a la que hay que criticar día sí y día también. No nos confundamos que nadie está libre de pecado ni tampoco puede tirar ninguna piedra porque todos en un momento determinado de nuestra existencia hemos sucumbido, por exceso o defecto, ante los placeres terrenales.

Pero el cofrade tiene el inmenso privilegio de vivir la fe desde dentro de su Hermandad que se convierte, porque así Dios lo ha dispuesto, en una continuación de la Iglesia fuera de las paredes del Templo.

Mucho se nos achaca de poner nuestra devoción en los ojos de aquella imagen sagrada que representa un momento pasional y vivencial del propio Jesucristo. Se nos critica que nuestra fe se agarre a un “trozo de madera” y no vaya más allá. ¡Qué sabe nadie lo que cree cada uno!

Y si eso sucede también tiene su responsabilidad el director espiritual o consiliario que debe ser el que nos acompañe a cada cual en nuestro particular camino de santificación que es el encuentro con Jesús. Si se alimenta la fe todos los días por medio de la oración, de recibir los Sacramentos, de la Eucaristía descubriremos ese lugar que se llama Sagrario y que está en Presencia Viva el mismo Jesús que representa nuestro amado y bendecido titular.

¡Soy cofrade y me enorgullezco de ello! Es un carisma único en la Iglesia donde podemos vivir nuestra Fe por medio de los cultos internos, externos, de las inmensas obras de caridad que se hacen sin rendir cuenta a nadie más que a Dios que ve en lo escondido y que así lo agradece más.

Soy cofrade de los de generación en generación y he saboreado este apostolado antes incluso de nacer. En mi casa el olor a incienso era lo normal, túnicas planchadas y colgadas a la espera del día de la Salida Penitencia era la imagen propia de la misma Cuaresma. Soy cofrade y gracias a ello he crecido en la Fe en comunión con mis hermanos. Soy cofrade de los de antes, de los que preferían el anonimato, el alejamiento del poder establecido, de las rimbombancias propias de otros cargos pues el solo hecho de serlo ya era un auténtico honor.

Soy cofrade de esos que vienen a servir y nunca a ser servidos, de los que cuando ve que su etapa ha terminado sale por la puerta sin llegarla a cerrar y se aleja a esa particular atalaya donde se ve sin ser vistos.

Puedo estar metido en otras misiones apostólicas en las que me siento muy feliz y pleno aunque nunca olvidéis que siempre seré cofrade, esté aquí o allá, porque el solo hecho de serlo es ya por sí una Gracia de Dios.

Y que los de siempre sigan pensando que nuestra Fe acaba donde termina una imagen pues ellos en su ceguera y terquedad no se dan cuenta de que la misma nos lleva directamente a Cristo.

Jesús Rodríguez Arias



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