domingo, 13 de marzo de 2016

SEVILLA: EL PREGÓN DE RAFAEL GONZÁLEZ-SERNA PONE EN PIE AL MAESTRANZA

Diario de Sevilla
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Respondió a las expectativas, y lo hizo por todo lo alto.
Ya desde el mismo día de su designación, Rafael González-Serna repitió en todas las comparecencias antes los medios que su pregón estaría lleno de poesía, que nombraría a todas las hermandades e incluiría música. Pero además de todo eso, el célebre compositor de rumbas y sevillanas ha dejado muy claro, en uno de los grandes días de su vida, su serio compromiso cristiano mediante un pasaje lleno de valentía que emocionó especialmente al arzobispo de Sevilla, Monseñor Asenjo.
Comenzó fuerte Serna: «Esta levantá va por mi padre», y acto seguido, cual capataz de la palabra, llamó a los costaleros de Sevilla para iniciar su particular recorrido.
Teatro de la Maestranza. Pregón de Semana Santa de Rafael González-Serna. Después es la comida en el Alcázar. También fotos para la crónica de Diego Sevilla
Un extenso romance —«Benditos»—, lleno de intensidad desde los primeros compases (y rematado por la Marcha Real) provocó el primer estallido en aplausos, con el teatro puesto en pie. Seguidamente, y tras cumplir con el habitual protocolo, tuvo una mención especial para Juan Carlos Cabrera, delegado de Fiestas Mayores, que se estrenaba en el cargo, y recibió la segunda ovación de la mañana al nombrar al difunto Fernando Carrasco.
Con un pasaje dedicado a su infancia, «Despiértate, niño», Serna desplegó sus mejores armas —poesía libre y una dicción cercana y amable — para llevar de la mano a los 1800 espectadores del Maestranza. Domingo de Ramos, Lunes Santo…
Estructura clásica y libre de artificios
Muy aplaudida también fue su alusión a los jóvenes, la «savia nueva», hilvanada con piropos a San Gonzalo y al Cautivo del Polígono, y rematada con un bello pasaje a la titular de la Redención: «Mi saeta hubiera sido / Madre Mía del Rocío / Dios mío que guapa vas».
A la media hora de pregón, a Rafa Serna comenzaron a brillarle los ojos: «Mi Martes Santo siempre fue de ruán negro y esparto». Rosario de versos a las devociones del día con especial dedicación a su hermandad de la calle Mateos Gago. «Misericordia en el alma / de Santa Cruz por su barrio». Nuevos aplausos antes de continuar con el fragmento dedicado a la Buena Muerte, en que un joven Juan de Mesa se enfrenta a uno de los grandes retos de su vida. Como colofón, la recién restaurada Dulce Nombre de María en el romance «Tallada…», culminado con un nuevo piropo de reminiscencias buzonianas, esta vez a la Candelaria.
Llegado el ecuador de la cita, el triunvirato formado por Manuel Marvizón, Gutiérrez Juan y el propio pregonero, alumbra el que quizás sea el pasaje más afortunado y hermoso de esta edición. Una amalgama de melodías —entre las que destacan piezas como Madre Hiniesta, Esperanza Macarena o Corpus Christi— que Serna aprovecha como cama musical para el largo poema «Sevilla suena a Sevilla», levantando a los espectadores de sus asientos y marcando un antes y un después en la historia de los pregones. En dicho pasaje no faltan referencias a los pentagramas, a la música del pueblo, a la tauromaquia y a hermandades del Miércoles y Jueves Santo como Baratillo, Lanzada, Panaderos, Cigarreras, Valle y Rosario.
El delirio
Tras una sentida mención al ‘dios de la madera’ Martínez Montañés y su obra maestra —«sólo te falta hablar»—, González Serna se adentra en la Madrugá con suaves palabras. Primero se detiene en la Magdalena, ante el Cristo del Calvario, para echar el resto en San Lorenzo. Su alegato en defensa del cristianismo no deja a nadie indiferente. «Si me pides que perdone, yo perdono. Aunque duele perdonar al que te ofende», susurra al Gran Poder. El público comienza a vibrar. Luego vendrá la Esperanza de Triana, con especial remembranza a la Salve Marinera, y una nueva alusión a su padre, a quién reconoce en los ojos de Pepe Moreno. «Yo no soy gitano / y no me culpes por ello».
Trascurrida una hora de pregón, el autor de piezas tan célebres como «Se te nota en la mirada», se interna en la Costanilla para esbozar la negrura del Viernes Santo. De la O a San Isidoro, pasando por El Cachorro, con cuyos emocionados versos vuelve a obtener el aplauso: «¡Cómo reta a la vida siendo humano!».
A pesar del desgaste de sus sentidos —sus nervios a flor de piel se palpan en el ambiente—, Rafa Serna cambia de tercio y regala al respetable un pasaje lleno de guiños y humor fino. Digno del mismísimo pregón de los Armaos —que ya tuvo ocasión de pronunciar—, el pregonero plantea un encuentro onírico con Dios en el que Este se interesa por su salud y le habla cara a cara de su Madre. «Los brazos extendidos de la Misericordia», llega a definirla. Asimismo el Creador le convence de que «la meta de los buenos cristianos ha de ser la conversión», antes de preguntarle por la guardia romana con cierta aprensión y cariño: «No están los tiempos para salir sin escolta».
El Maestranza se viene abajo
Después de comparar a los macarenos difuntos con las «llamas de las candelerías», Serna vuelve a vestir el traje de trovador y, emulando a Rodríguez Buzón, recita el romance «Cinco lágrimas…», una de las más bellas declaraciones de amor a la Reina de San Gil.
El acto no puede terminar de otro modo que con el agradecimiento a Nuestra Señora de la Esperanza Macarena, máxima devoción del pregonero —«tu hijo más pequeño»—, y verdadera responsable de su triunfo ante el atril.

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