viernes, 18 de septiembre de 2015

* AL PADRE IGNACIO MARÍA DOÑORO, EL APÓSTOL DE LOS NIÑOS.




Debo reconocer que escuché hablar de él gracias a las redes sociales y también a varios amigos que colaboraban con verdadero entusiasmo en cuanto proyecto proponía un cura que vivía en la Amazonia peruana del que nunca había oído hablar ni ponía siquiera rostro.

Lo que sí sabía era que dirigía un centro donde lucha cada día por restituir  a muchos menores los derechos que les fueron vulnerados y recuperar su infancia.

¡Y es tan loable luchar para recuperar la infancia perdida de tantos niños que siéndolos nunca lo han podido ser!

“Niños crucificados”, como él mismo define, que han sido víctimas, entre otros muchos casos, de la trata con fines de explotación sexual y que previamente fueron abandonados por sus padres.

¿Has visto lo que tiene pensado realizar el Padre Ignacio María? ¿Te has fijado a cuantos niños está salvando?, me decían.

Y así un día tras otro durante meses e incluso años.

No sería hasta que me integré en “Quiero a la Guardia Civil” y gracias a su fundadora Mari Carmen Gómez Sánchez cuando en realidad conocí la cara, la historia y la vida de este ejemplar siervo de Dios, de este benemérito y buen sacerdote.

Os contaré algo que muchos de vosotros seguro ya sabéis de largo.

El sueño del Padre Ignacio María Doñoro de los Ríos (Bilbao 1964), capellán castrense en excedencia, siempre ha sido el llegar a Teniente Coronel.

Sin embargo Dios tenía predestinado para él otra misión, otro destino, otro frente y tuvo que elegir. Su disyuntiva era esperar siete días y alcanzar el rango deseado o confirmar su excedencia para dedicar su vida a dignificar la vida de los “niños crucificados”.  La respuesta todos la sabemos.

Ahora su gran sueño no son estrellas que brillan en el uniforme sino construir una ciudad para niños que llevará el nombre de San Juan Pablo II en la que se levantará una casa de acogida para niños en situaciones especiales y se habilitará una producción agrícola y ganadera que dote de recursos a los Hogares Nazaret, casas para voluntarios y aulas para albergar a los estudiantes de diferentes países que deseen tener una experiencia de vida con los Hogares Nazaret.

Y eligió bien porque no lucirá estas estrellas de Teniente Coronel pero con su trabajo diario hace que los niños, que nunca olvidemos son los preferidos de Dios, vuelvan a mirar ilusionados y llenos de amor a las estrellas que alumbran el firmamento.

La historia del padre D. Ignacio María se remonta a su vocación sacerdotal, su servicio durante unos siete años en parroquias de Cuenca y luego en las Fuerzas Armadas como capellán castrense.

Tras participar en misiones como Bosnia o Kosovo en 1997 y 2000 respectivamente, en julio de 2001 es destinado a la Comandancia de la Guardia Civil de Inchaurrondo (San Sebastián). Allí, como suele suceder en estos casos, los niños eran los que más sufrían y por eso su trabajo se centró en ellos organizando viajes, talleres, grupos de animación... Él no podía ni imaginárselo pero Dios ya estaba preparando su camino.

Un día, el Padre Ignacio María recibió una donación de unos 20.000 € para, en principio, comprar juguetes a los hijos de los guardia civiles aunque se lo pensó bien y concluyó que realmente ésa no era la necesidad de aquellos niños pues podría destinarlo a otros niños con mayor necesidad y recordó países de África o Asia aunque luego acabaría en San Salvador (El Salvador) a donde viajó en 2002 para ayudar a las Hijas de la Caridad que atendían a madres solteras con hijos en situaciones de hambruna, cuando allí morían unos 50 niños cada día por tal motivo. El dinero sería para comprar comida a estos chicos.

Y este es el viaje que Dios le tenía preparado donde le dio un vuelco la vida.

“En aquella situación de horror, una de las noches no podía dormir, me sentía mal preguntándome que podía hacer. Me levanté y me puse a escribir a modo de catarsis para intentar racionalizar aquella situación.

De repente, me vino a la cabeza con mucha fuerza la imagen de un niño de 14 años. Llevaba una camiseta del Real Madrid y tenía ademanes raros, luego descubrí que la mitad de su cuerpo estaba paralizado por una enfermedad.

Al día siguiente le conté a una de las hermanas lo que me había sucedido y cuando le describí al niño se quedó paralizada. Me envió a la Madre Rosa, una religiosa a la que apenas le quedaban tres meses de vida por un cáncer. Se lo conté todo, le dije que era como si Dios me estuviera haciendo una llamada.

Ella se echó a llorar y me contó que el chico pertenecía a una familia en situación de hambruna y que habían decidido venderlo porque estaba enfermo. Pensé que era mentira, pero la verdad acabó imponiéndose, la verdad del tráfico de niños.

Me dije: “Tengo mi dinero y Dios me ha puesto aquí para comprar a ese niño”. Al final, aunque la monja se mostraba muy reticente pues decía que era muy peligroso, la convencí: “Hermana, usted va a morir pronto y yo estoy loco”.

Fuimos a por el niño. Estaba desnudo. Entre todos lo vistieron. Yo pregunté cuanto costaba. Entendí 25,000 dólares, pero lo habían vendido por 25. Pagué 26, agarré al niño y lo metí con gesto feo en la camioneta simulando ser un traficante.

Ya dentro y camino del hospital, el pequeño se orinó encima de miedo y empezó a gritar. Le confesé: “Tranquilo, soy sacerdote, te estoy rescatando, no tengas miedo. ¿Cómo te llamas?”. Contestó: “Me llamo Manuel”. Repliqué: “Manuel significa Dios está con nosotros. Si Dios está con nosotros nadie puede estar contra nosotros. No te preocupes, porque no te va a pasar nada. Yo voy a dar mi vida por ti si hace falta”.

Cuando llegamos al hospital volvió a orinarse y cuando el médico le pidió que se quitara la ropa para explorarle se quedó bloqueado, asustadísimo. Lo volví a abrazar: “Manuel, yo voy a dar mi vida por ti. Dios está con nosotros”. Me miró con tanto cariño... Jamás habia visto una mirada así. Realmente, vi la mirada de Dios, su sonrisa. Sentí que Dios estaba ahí, pidiendo auxilio. Lo cierto es que Manuel se curó, pero el problema no era sólo Manuel; el problema es que había muchos “Manueles”. En ese momento me di cuenta de que estaba siendo muy tacaño con Dios”.

A su vuelta a España, empezó su trabajo creando varias asociaciones con el fin de conseguir subvenciones que cubrieran, en un principio, los proyectos de San Salvador, luego otros en Bogotá (Colombia), Tánger (Marruecos) y Beira (Mozambique), siempre al servicio de los niños en situaciones más que delicadas.

Fue en este contexto en el que decidió crear su propia obra en Puerto Maldonado para lo cual cuenta con recursos aportados por Florentino Pérez, presidente del Real Madrid y propietario de ACS, que ha donado una importante cantidad así como también José Ramón de la Morena y su programa radiofónico deportivo.

En Puerto Maldonado el Padre Ignacio arranca a niños de la muerte, del tráfico, y luego arregla su situación legal, inscribiéndolo en el Registro Civil, partida de nacimiento, documento de identidad, pues una vez que “el niño existe” ya no se puede traficar con él. También le consigue atención médica y escolarización y según va pasando el tiempo se van “curando las heridas del alma hasta sentirse como una familia normal”.

Otro de los grandes retos de este sacerdote tocado directamente por la Mano de Dios es la gestión de los horrores que estos pequeños han tenido que sufrir en sus carnes. “No intentamos que los niños bloqueen los recuerdos, como si aquello no hubiera ocurrido. Sucedió. Una máxima que orienta al Hogar Nazaret es que “el perdón nos reconcilia con nosotros mismos, nos libera” y que se aprende a amar amando”.

Tampoco recriminan a Dios su vida, más aún, se sienten más cerca de él. “Que bueno es Dios que me da esta oportunidad” añade el sacerdote, que cree que estos niños tienen mucho que enseñar a nuestro primer mundo sobre todo resiliencia y perdón.

Entre todas las historias que ha vivido el Padre Ignacio en Puerto Maldonado y que se pueden leer en www.hogarnazaret.es hay una inédita y que, como la de Manuel, marcó un antes y un después en su vida.

Llevaba tan sólo unos meses en la casa de Perú, pero no podía aguantar la situación de dolor de los niños. Tanto, que hasta se planteó volver a España. “No aguantaba más”, confiesa. Lo tenía prácticamente decidido, cuando una noche llegó al hogar la Policía con el fiscal y una psicóloga.

Traían un niño, según este último, “el caso más bestia” que había visto.

Tenía cinco años, se llamaba Tareq y lo habían utilizado para prácticas sadomasoquistas con sangre. El niño estaba literalmente destrozado e iba a ser trasladado al departamento de Psiquiatría de un hospital en Lima, pero esa noche necesitaba un lugar donde dormir.

“No sé si estoy preparado para algo así, pero si solo es una noche...”, aceptó el Padre Doñoro. En el momento que se fueron, cuenta el sacerdote, Tareq se puso a gritar: “Pasó media hora y pensé que ya se cansaría. Pasó una hora, dos, tres... Eran las dos de la mañana y ya no sabía que hacer. Así que desperté a una señora que vendía helados y le compré uno de chocolate. Se lo metí en la boca y se calló. Bendito remedio”.

Pasó un día, dos, tres, una semana y nadie vino a buscar a Tareq. “Me tuve que apañar como pude. Había noches en las que gritaba mucho, nos levantábamos, bebíamos agua y me abrazaba con mucha fuerza. Había estado en la zona de la minería ilegal y tenía la piel y el pelo quemado. Estaba hinchado por los parásitos”.

Seguían sin venir a por él, así que el misionero español le curó hasta que recobró su aspecto natural. “Llegó al jardín de infancia. Recuerdo que una vez se me ocurrió llevarle cantando y bailando por la calle y le fascinó tanto que a partir de aquel día siempre lo hacíamos así. Se convirtió en un niño muy agradable, tenía mucho gancho”, reconoce nuestro querido Cura. Pero seguían sin venir por él,  hasta que un día se presentaron en la casa miembros del poder judicial con la policía que le había traído en brazos. “Me preguntaron por Tareq y yo lo señalé. Volvieron a preguntar porque no se lo creían. Entonces, levanté la mirada y vi como la policía se echaba a llorar. Le preguntaron si quería ir con ellos a una casa más bonita o quedarse conmigo. Les dijo: “Me quedo, que le tengo que ayudar al padre, que estos niños son muy traviesos”.

“Me preguntaron qué había hecho. Confesé que sólo le había querido muchísimo, porque en él estaba Dios”. Tareq vive ahora con una tía que se ha hecho cargo de él e Ignacio sigue con “este proyecto de Dios· gracias a su historia.

De vez en cuando va a visitarle y el sacerdote cuenta siempre que “a Tareq le siguen gustando los helados de chocolate”.

Os debo reconocer que el grueso de este artículo lo he sacado de un artículo escrito por Fran Otero en el diario “La Razón” y que me ha dejado impresionado hasta llegar que la emoción, por las vivencias, por la entrega de Amor sin medida hacia los que más sufren, por ver la mano de Dios en toda la historia personal del Padre Ignacio María Doñoro, haya aflorado en ocasiones continuadas mientras lo leía y llevaba a esta página en blanco virtual que todos los días se asoma a mi ventana aunque hoy la acoja “SED VALIENTES”.

Cuando te encuentras en la vida, aunque esté  miles de kilómetros de distancia, que está entregada al cien por cien a Dios uno debe rendirse ante la evidencia si no no comprenderíamos ese nivel de entrega, de donación, de sacrificio, de Amor entregado sin ningún tipo de medida con el único fin de recobrar a personas que habían expulsado del mundo hasta de dotarlas de la dignidad que tienen por ser simple y llanamente seres humanos hechos a imagen y semejanza de nuestro bendito Padre Celestial.

El Padre D. Ignacio María Doñoro es capaz de ver en la que del que más sufre, del necesitado, de un despojo de esta sociedad tan injusta y llena de impudicia que nos alumbra el rostro de Cristo y entregándose a ellos se entrega a diario a Jesús al que ha donado su propia vida más allá de la misma vida.

Querido Padre Ignacio:

No consiguió las estrellas y el rango de Teniente Coronel pero ha conseguido recuperar a muchos niños a los que gracias a usted, a su inmenso Amor, no sólo los ha salvado sino que ha hecho hombres y mujeres de bien, dotados con un sentido de gratitud hacia Dios y donde no hay resquicio de odio ni rencor sino del balsámico y cicatrizante perdón.

Hoy quería dedicarle este artículo porque así lo sentía el corazón que palpitaba de otra manera mientras lo iba escribiendo porque sé que lo estoy haciendo de un instrumento imprescindible en la inmensa obra de Dios, de un apóstol y un discípulo de Cristo que vino al mundo para salvarnos al igual que usted se fue a la otra parte del mundo para salvar a tantos.

Dirá que exagero, el corazón cuando quiere hablar hay que dejarlo hacer, pero cada palabra que escribía en este texto el corazón me ardía como lo hace cuando hablo y escribo del Señor o estoy adorando el Cuerpo de Cristo en el Sagrario y eso me hace ver bien a las claras que estoy dedicando este humilde artículo a un hombre de Dios, uno de sus santos que están en la tierra entregados a todos para hacer que siempre se cumpla Su Voluntad que es inmensamente mejor que la nuestra.

Si dijera que lo admiro me quedaría muy corto pues en verdad lo quiero como se quiere a un hermano, como se quiere a un Amigo, un hijo,  de Dios.

Gracias por aportar tanto y hacer del mundo uno mejor porque con su testimonio de vida nos hace ver a los que tan tranquilamente estamos acomodados en él que vale la pena seguir trabajando por el Reino de los Cielos, allí donde estemos, porque en nuestro existir debe primar la máxima que ya nos dejó dicho San Pablo: “Todo lo puedo en Aquél que me conforta”.

Qué nuestro bendito Cristo de la Serenidad y la Santísima Virgen del Pilar le bendigan, le ayuden, le colmen de fuerzas porque siendo así serán muchos los que serán ayudados, fortalecidos y bendecidos.

Doy gracias a Dios por tenerle entre nosotros y le doy gracias a usted por entregarse a todos.

Reciba un fraternal abrazo y ya sabe dónde me tiene.


Jesús Rodríguez Arias

2 comentarios:

  1. Magnífico artículo!!!
    Gracias Padre Ignacio María Doñoro por ser como es. Que Dios le proteja y ayude para que pueda vivir (amando, como usted quiere) muchos años más

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  2. Magnífico artículo!!!
    Gracias Padre Ignacio María Doñoro por ser como es. Que Dios le proteja y ayude para que pueda vivir (amando, como usted quiere) muchos años más

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