miércoles, 17 de septiembre de 2014

EVANGELIO DEL DÍA Y MEDITACIÓN.

dominicos.org

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 12,31–13,13:

Ambicionad los carismas mejores. Y aún os voy a mostrar un camino excepcional. Ya podría yo hablar las lenguas de los hombres y de los ángeles; si no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o unos platillos que aturden. Ya podría tener el don de profecía y conocer todos los secretos y todo el saber, podría tener fe como para mover montañas; si no tengo amor, no soy nada. Podría repartir en limosnas todo lo que tengo y aun dejarme quemar vivo; si no tengo amor, de nada me sirve. El amor es paciente, afable; no tiene envidia; no presume ni se engríe; no es mal educado ni egoísta; no se irrita; no lleva cuentas del mal; no se alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad. Disculpa sin límites, cree sin límites, espera sin límites, aguanta sin límites. El amor no pasa nunca. ¿El don de profecía?, se acabará. ¿El don de lenguas?, enmudecerá. ¿El saber?, se acabará. Porque limitado es nuestro saber y limitada es nuestra profecía; pero, cuando venga lo perfecto, lo limitado se acabará. Cuando yo era niño, hablaba como un niño, sentía como un niño, razonaba como un niño. Cuando me hice un hombre acabé con las cosas de niño. Ahora vemos confusamente en un espejo; entonces veremos cara a cara. Mi conocer es por ahora limitado; entonces podré conocer como Dios me conoce. En una palabra: quedan la fe, la esperanza, el amor: estas tres. La más grande es el amor.

Sal 32 R/. Dichoso el pueblo que el Señor se escogió como heredad

Dad gracias al Señor con la cítara,
tocad en su honor el arpa de diez cuerdas;
cantadle un cántico nuevo,
acompañando los vítores con bordones. R/.

Que la palabra del Señor es sincera,
y todas sus acciones son leales;
él ama la justicia y el derecho,
y su misericordia llena la tierra. R/.

Dichosa la nación cuyo Dios es el Señor,
el pueblo que él se escogió como heredad.
Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti. R/.

Lectura del santo evangelio según san Lucas 7,31-35:

En aquel tiempo, dijo el Señor: «¿A quién se parecen los hombres de esta generación? ¿A quién los compararemos? Se parecen a unos niños, sentados en la plaza, que gritan a otros: "Tocarnos la flauta y no bailáis, cantamos lamentaciones y no lloráis." Vino Juan el Bautista, que ni comía ni bebía, y dijisteis que tenía un demonio; viene el Hijo del hombre, que come y bebe, y decís: "Mirad qué comilón y qué borracho, amigo de publicanos y pecadores." Sin embargo, los discípulos de la sabiduría le han dado la razón.»

II. Compartimos la Palabra

  • El amor no pasa nunca

Hoy es uno de esos días de suerte por lo que hace referencia a la primera lectura. La inspiración de Pablo y la claridad con que se expresa no necesitan comentario respecto al contenido. Es uno de los grandes textos que se invocan cuando se trata de hablar del amor. Todos lo entendemos. Diría que el deseo profundo del corazón humano es poder dar y recibir un amor de esas características. Cierto que el escepticismo puede tentarnos e inducirnos a pensar que tal amor no existe. Diríamos que la experiencia que vivimos o contemplamos en el entorno y el mundo, contradice lo que Pablo nos expone como “definición” del amor.
Me atrevería a decir que la maravillosa intuición de Pablo bucea en lo que él descubre como propio del amor que DIOS ES y, en consecuencia, del amor que nosotros, como hijos, estamos llamados a “ser”.
Podemos leer esta lectura desde diferentes perspectivas. Nuestra fragilidad puede inclinarnos a percibirla como palabra que nos “juzga”, que pone de manifiesto aquello que no somos capaces de vivir respecto al amor. Quizá no sea lo más sano porque puede llevarnos de frustración en frustración. Nosotros somos peregrinos y la meta (en este caso vivir ese amor de Dios) ilumina el camino y da sentido a cada paso de la vida, pero no la “conquistaremos” mientras dure la marcha… más bien sería una mala señal creer que ya vivimos ese amor que hoy se nos propone.
Pero sí podemos ponernos en las manos de Dios y presentarle con sencillez nuestra situación, lo que nos resulta difícil vivir desde el amor. Y expresarle nuestro deseo de “dejarnos hacer” por Él, para irnos acercando a esa experiencia del verdadero amor.
  • ¿A quién se parecen los hombres de esta generación?

El pequeño texto evangélico de hoy se inicia con esta pregunta de Jesús, que después de veinte siglos sigue teniendo vigencia.
La imagen de los niños que gritan su descontento mutuo (“tocamos la flauta y no bailáis, cantamos lamentaciones y no lloráis”) está señalando claramente a actitudes de ayer y de hoy que nos cierran y dificultan nuestra colaboración en la llegada del Reino:
  • Puede ocurrir que seamos tan “de los nuestros” que no podamos estar abiertos al diálogo, a la escucha, a la colaboración, al descubrimiento de las huellas de Dios que se encuentran en todo aquello que no somos nosotros y nuestras cosas.
  • Pero también podemos haber “olvidado” el modo de descubrir lo valioso de la realidad y sólo veamos las “pegas” de todo cuanto existe. Nos serviría como una buena disculpa para tratar de justificar nuestra falta de implicación. Es como si pretendiéramos situarnos al margen de lo no-perfecto, pero en realidad supone la toma de muchas decisiones: creernos “por encima de”, excluirnos del compromiso junto a los otros, convertirnos en jueces de los demás…
Todos podremos intuir fácilmente cómo nos situamos (personal o grupalmente) ante el planteamiento que Jesús hace. Y suplicar que sepamos mirar la realidad con sus ojos.
En cualquier caso me encanta que, con ocasión de esta confrontación, Jesús nos diga algo de sí mismo, por comparación con el Bautista: viene el Hijo del hombre, que come y bebe, y decís: "Mirad qué comilón y qué borracho, amigo de publicanos y pecadores." Él es un hombre normal, al que sus enemigos se atreven a tildar de comilón, borracho, frecuentador de malas compañías… ¡Qué alegría que éste sea el Señor Jesús, a quien seguimos, aquél que entregó la vida hasta el final tratando de mostrarnos el rostro del Dios que nos salva!
Hna. Gotzone Mezo Aranzibia O.P. 
Congregación Romana de Santo Domingo 

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