sábado, 27 de septiembre de 2014

MARÍA Y UN RÍO DE ROSAS.




Autor: Susana Ratero | Fuente: Catholic.net
Miro tu rostro, María y tu sonrisa me inspira confianza, como siempre...
 
María y un Río de Rosas
María y un Río de Rosas
Durante estos días, en los que debí guardar cama por mi salud, he pensado muchísimo, Señora, en el tema del Santo Rosario..., tú siempre nos dices que debemos rezarlo, la Iglesia misma nos aconseja y yo… amiga mía, trato de hacerlo, pero... me falta constancia… es que entre el trabajo, la casa, la familia, rara vez hallo el tiempo de rezarlo completo y… no te molestes pero... a veces me baja sueño, es... tan monótono, decir siempre lo mismo, siento que termino no diciendo nada… María, no te me enojes, por favor, es que no entiendo como ese simple cordón lleno de cuentas iguales, sin nada en particular, puede ayudar a salvar mi alma...

- No quiero ni levantar mi mirada hacia ti, Señora, pues supongo que estarás muy desilusionada de mí... todo es silencio en la Parroquia de Lujan, en esta tarde de domingo...

- Hija querida ¡Si supieras cuanto te amo! Sabrías que no puedo entristecerme por tan poco...

Miro tu rostro y tu sonrisa mansa me inspira confianza, como siempre...

- Lo que sucede contigo, es que del Rosario sólo ves las cuentas...

- No entiendo, Señora...

- Claro, hija, dejas que el árbol te oculte el bosque, te quedas en las cuentas… en la repetición monótona. Así... ¡hasta yo me dormiría!

- Y... ¿Qué debo ver, entonces?

- Debes ver las rosas...- dices con voz angelical, que, viniendo desde los comienzos del tiempo, parece un eco de tu respuesta al ángel...

- Perdón María pero... ¿Qué rosas?

- Trataré de explicarte, el Rosario es… un río de rosas, un hermoso, difícil, triste y glorioso río de rosas que, si puedes verlo en cada uno de sus misterios, te aseguro te parecerán pocas las cuentas del cordón...

- Enséñame, Señora, a ver tan bello río.

- Bien, comenzaré por decirte que este río tiene una fuente inagotable, que son los Misterios Gozosos, y tres poderosos afluentes que son los misterios dolorosos, gloriosos y luminosos. El río nace pleno de rosas blancas allá en Nazaret... aún recuerdo el perfume del Ángel Gabriel… piensa, hija, siente y medita ese momento, acompáñame a la pequeña habitación, quédate conmigo mientras repites los 10 Ave María... Escucha el saludo del ángel, escucha con el alma como describe la Encarnación del Hijo de Dios en su más humilde esclava...

- ¡Es cierto, Señora!... Reina mía, es cierto, pocos resultan los diez rezos para acompañarte en semejante momento.

- Luego, hija mía, las rosas se van salpicando de arena, porque me acompañan en la caravana a casa de Isabel, afrontan conmigo el viento y la soledad, y me cubren con sus pétalos para que nadie sospeche el secreto. Mientras rezas este misterio, escucha el sonido del viento, deja que me apoye en tu hombro, porque el viaje es largo y estoy un poco cansada.

Ya estamos entrando al tercer misterio, las rosas se han tornado rosadas y con una increíble suavidad, muchas decidieron dejar sus pétalos en el pesebre, morir allí, para ser cuna de Cristo, decidieron entregar sus pétalos, para que no lastimasen al niño las espinas ¿Comprendes, hija? Ya había espinas esperando a Jesús... Oye, mientras rezas, como cantan los ángeles, percibe desde el alma como el cielo, expectante, espera en Belén...


- Señora, ahora voy comprendiendo, como debe mi alma entrar en cada misterio, conocerlo profundamente, aprender de cada gesto, de cada palabra del Maestro y tuya... así, no soy yo quien reza, sino mi alma, extasiada de amor, hace brotar de mis labios la oración hecha alabanza...

- Me alegras mucho, querida, me alegras al esforzarte por comprender... tú sólo pon la voluntad de comprender, que mi Hijo te iluminará al alma, ni lo dudes… Sigamos ahora, si miras las rosas con atención, veras que tienen fulgores plateados… me esperan ansiosas a la puerta del Templo… Jesús es reconocido por Simeón, pero el color de las rosas me habla de espadas que aún no puedo ver.

En el último misterio las rosas están azuladas de angustia… mi Hijo no está conmigo, son tres días de búsqueda desesperada, tres días que son prefacio de los que llegarán después. Al tercer día las rosas se van dirigiendo al Templo, las sigo, ya casi no razono pues un atroz dolor me desgarra el alma…, entro al Templo, tras José ¡Allí está! Bendito Dios, no entiendo, no importa, le abrazo, le pregunto, le miro, le beso… mi hijo, mi querido amor. Volvemos a casa, las rosas nos siguen... por dieciocho años el río vivirá oculto en mi corazón… serán largos y difíciles años, en los que la rutina contrastará con la magnificencia del anuncio del ángel, pero será tiempo de aprendizaje para mí... valiosos años, hija, muy valiosos. Dime ahora, querida mía ¿Te has aburrido rezando los misterios gozosos?


- Para nada, hermosa Madre mía, mil horas te escucharía... me has regalado una inmensa alegría al despertar en mí esta forma de rezar el Rosario.

- Pero aún nos queda un problema, hija..., tú me decías que no hallabas tiempo entre las muchas tareas que realizas... piensa hijas, las tareas, son eso, tareas, necesarias unas, superfluas otras, pero ¿Todas son beneficiosas para la salvación de tu alma?... Trata de que nunca te falte tiempo para la oración… este tiempo es más bien un estado interior..., verás como la oración es el camino para hallar la paz, sentirás que tienes de donde aferrarte para superar las tormentas del alma… sólo la oración te acerca al corazón amoroso de Dios… no existe sitio más bello.

Te marchas ahora, María, me dejas tu mejor sonrisa, un beso en el alma, y una profunda enseñanza... te vas y te quedas, siempre estarás cuando te necesite... no, mejor decir, siempre estarás… no solo cuando te necesite, sino siempre, siempre… querida madre mía… aún debes contarme como sigue este río de rosas, como han llegado las rosas a ser cuentas y las cuentas oración… pero eso será otro día… ahora... ahora sostengo el rosario entre mis manos… ya no será más un cordón con cuentas... ahora, tú me has enseñado a ver en él un Río de Rosas.

2 comentarios:

  1. Una reflexión que nos debería mantener más despiertos a la hora de rezar el Santo Rosario. No son pocos los rosarios que me he llegado a estropear, precisamente porque entre esas perlas, es decir, las cuentas del rosarios, estaba entrelazadas con metal, y cuando lo ponía en el bolsillo del pantalón, una parte metálica que sobresalía, se enganchaba a la tela, y costaba de sacar.

    ResponderEliminar
  2. Lo podemos rezar sentado, si no podemos hacerlo de rodillas, de pie, caminando como a ejemplo de San Juan Pablo II, Benedicto XVI, esto es no dormirse, sino estar pendiente de los misterios, misterios que nos llevan a la vida de Gracia y amor.

    Ahora tengo un rosario, entre los muchos que tengo, pero que rezo con uno que están entrelazados por una cuerdecita, que separa de los misterios.

    Si rezo en la cama, acostado, es agradable, te duermes con el rosario, pero tu corazón sigue velando, hay un problema, que alguna vez se me ha caído el rosario al suelo mientras dormía, pero a la mañana siguiente, todavía nuestra mente con la oración, y nuestro corazón, cogemos el rosario que sin culpa nuestra ha caído al suelo, y lo besamos. Lo mejor de todo, es cuando nos despertamos y todavía tenemos el rosario en nuestras manos.

    Ni el demonio estorba a nuestros sueños, cuando estamos velando en oración, Dice el Cantar de los Cantares, 5, 2: «Yo dormía, pero mi corazón velaba». El alma que durante el día se pasa en oración, o jaculatorias, ni siquiera por las noches los peligros del alma se acerca, Dios nos protege, Durante el día debemos huir de las malas ocasiones, de todos los peligros, de los malos pensamientos. Y Dios siempre estará a nuestro lado, enseguida viene la Madre de Dios, pero la verdad, que no quiere apartarse de nosotros, y nunca le decimos como en una canción, "adiós a la Santísima Madre de Dios", como a Jesucristo, también queremos que esté con nosotros en cada momento del día y de la noche, es algo maravilloso que Dios puede hacer para todos ser creyente y verdadero devoto de la Madre de Dios. Es un milagro continuado, por eso necesitamos ser perseverantes en la oración, también en la meditación de la Palabra de Dios, para que nuestro amor a Dios y al prójimo sea sincero, y crezca día a día. « Ya que habéis purificado vuestra alma por la obediencia a la Verdad hasta amaros unos a otros como hermanos, amaos de corazón con una entrega total, pues habéis sido regenerados, pero no a partir de una semilla corruptible, sino de algo incorruptible, mediante la Palabra de Dios viva y permanente, porque Toda carne es como hierba y todo esplendor como flor de hierba; se angosta la hierba y la flor se cae, pero la Palabra del Señor permanece para siempre. Pues esta es Palabra del Evangelio que os anuncio» (1Pe. 1, 22-25).

    Este amor sincero e intenso, espiritual crece en la medida que nos demos a la oración, las almas orantes siempre tienen mucha paz. ¡Qué hermoso ejemplo de los Santos y Santas!, como volaron a tan alta altura, gracias a la oración perseverante. Debemos suplicar al Señor que convierta también nuestros sueños nocturnos, o por el día causado por la enfermedad o el cansancio, en oración. Nuestras debilidades deben convertirse en oración constante, pues el corazón que se familiariza con la oración, termina por alcanzar los mismos sentimientos que los de nuestro Dios y Señor Jesucristo. Sin oración, el corazón no comprende ni acepta los sentimientos de Cristo Jesús.

    No nos quedemos así, "te marchas María", "Te marchas, Jesús", no, que a donde marchen Jesús y María Santísima, nosotros nunca debemos quedarnos quieto, sino que nos movamos al paso de nuestros defensores, Cristo Jesús y María Santísima, Con Jesús y María Santísima, somos las personas más libres en el mundo que tanto quiere atormentarnos, sabiendo que nuestra permanencia en este mundo es más breve de lo que pensamos, aunque nos parece que es bastante largo.

    "Ya voy, Señor", suelen decir los Santos cuando su cuerpo queda sin vida en este mundo. Voy Señor, y el alma se apresura en salir de esa cárcel, nuestro cuerpo para estar ya para siempre con el Señor, y con María Santísima y todos los Santos y Santas, cuyas almas ya están en el cielo, y los que han superado el tiempo del Purgatorio, adorando al Señor, ¡con una alegría tan intensa! que es imposible gozar en la tierra.

    ResponderEliminar