viernes, 25 de julio de 2014

EVANGELIO DEL DÍA Y MEDITACIÓN.

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Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 4, 33; 5, 12. 27b-33; 12, 2

En aquellos días, los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús con mucho valor y hacían muchos signos y prodigios en medio del pueblo. Los condujeron a presencia del Sanedrín y el sumo sacerdote los interrogó: «¿No os habíamos prohibido formalmente enseñar en nombre de ése? En cambio, habéis llenado Jerusalén con vuestra enseñanza y queréis hacernos responsables de la sangre de ese hombre.»
Pedro y los apóstoles replicaron: «Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres. El Dios de nuestros padres resucitó a Jesús, a quien vosotros matasteis, colgándolo de un madero. La diestra de Dios lo exaltó, haciéndolo jefe y salvador, para otorgarle a Israel la conversión con el perdón de los pecados. Testigos de esto somos nosotros y el Espíritu Santo, que Dios da a los que le obedecen.» Esta respuesta los exasperó, y decidieron acabar con ellos. Más tarde, el rey Herodes hizo pasar a cuchillo a Santiago, hermano de Juan.

Sal 66 R/. Oh Dios, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben

El Señor tenga piedad y nos bendiga,
ilumine su rostro sobre nosotros;
conozca la tierra tus caminos,
todos los pueblos tu salvación. R/.

Que canten de alegría las naciones,
porque riges el mundo con justicia,
riges los pueblos con rectitud
y gobiernas las naciones de la tierra. R/.

La tierra ha dado su fruto,
nos bendice el Señor, nuestro Dios.
Que Dios nos bendiga; que le teman
hasta los confines del orbe. R/.

Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Corintios 4,7-15:

Este tesoro del ministerio lo llevamos en vasijas de barro, para que se vea que una fuerza tan extraordinaria es de Dios y no proviene de nosotros. Nos aprietan por todos lados, pero no nos aplastan; estamos apurados, pero no desesperados; acosados, pero no abandonados; nos derriban, pero no nos rematan; en toda ocasión y por todas partes, llevamos en el cuerpo la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo. Mientras vivimos, continuamente nos están entregando a la muerte, por causa de Jesús; para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal. Así, la muerte está actuando en nosotros, y la vida en vosotros. Teniendo el mismo espíritu de fe, según lo que está escrito: «Creí, por eso hablé», también nosotros creemos y por eso hablamos; sabiendo que quien resucitó al Señor Jesús también con Jesús nos resucitará y nos hará estar con vosotros. Todo es para vuestro bien. Cuantos más reciban la gracia, mayor será el agradecimiento, para gloria de Dios.

Lectura del santo evangelio según san Mateo 20, 20-28

En aquel tiempo, se acercó a Jesús la madre de los Zebedeos con sus hijos y se postró para hacerle una petición. Él le preguntó: «¿Qué deseas?»
Ella contestó: «Ordena que estos dos hijos míos se sienten en tu reino, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda.»
Pero Jesús replicó: «No sabéis lo que pedís. ¿Sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber?»
Contestaron: «Lo somos.»
Él les dijo: «Mi cáliz lo beberéis; pero el puesto a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo, es para aquellos para quienes lo tiene reservado mi Padre.»
Los otros diez, que lo habían oído, se indignaron contra los dos hermanos. Pero Jesús, reuniéndolos, les dijo: «Sabéis que los jefes de los pueblos los tiranizan y que los grandes los oprimen. No será así entre vosotros: el que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor, y el que quiera ser primero entre vosotros, que sea vuestro esclavo. Igual que el Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por muchos.» 

II. Compartimos la Palabra

Jesús da hoy una lección más a sus discípulos, y, en ellos, a nosotros. Porque, hemos evolucionado mucho, pero la naturaleza humana sigue siendo la misma; la nuestra igual que la de Salomé, Santiago y Juan. Igual de egoístas, pródigos todos en los mejores propósitos, y parcos ellos y nosotros en llevar a la vida y a la práctica tan buenas intenciones. Nos consuela saber que también Jesús sigue siendo el mismo, y, así como les comprendió a ellos, también nos apoya a nosotros, diciéndonos a todos: “Mi cáliz lo beberéis”, lo demás dejadlo en mis manos, mucho más seguras que las vuestras
  •  La cosa comenzó en Galilea

Santiago y Juan no fueron los primeros. Sus paisanos Simón y Andrés lo fueron antes. Pero el Evangelio dice que aquéllos lo fueron “no mucho más tarde” que los primeros. Estaban con su padre Zebedeo cuando “Jesús los llamó y ellos, dejando la barca y a su propio padre, le siguieron” (Mt 4,21-23). También dejaron, al menos en parte, a su madre, Salomé, una de las más fieles seguidoras y valedoras de Jesús, junto a María Magdalena.
  •  Santiago, en el Evangelio

Lo primero que llama la atención en el Evangelio con respecto a Santiago es que aparece como uno de los discípulos predilectos de Jesús. Lo encontramos en casa de Simón Pedro, cuando realiza la curación de la suegra de este; además de Pedro, sólo están con él Santiago y Juan; le vemos también en casa de Jairo, donde Jesús, junto con los padres de la joven muerta, permite entrar únicamente a Santiago y a Juan; en la Transfiguración, Jesús de nuevo volvió a llamar junto a sí a los tres discípulos predilectos; y, finalmente, al acercarse la Pasión y la muerte, Jesús se lleva consigo al monte de los olivos a los mismos que ha favorecido en los otros momentos significativos de su vida.
Por su vehemente temperamento, fueron apodados los “Boanerges”, los hijos del trueno, que no tuvieron empacho un día en pedir a Jesús que lloviera fuego sobre los que lo rechazaban. Y, en otro momento, como proclamamos hoy en el Evangelio, pidieron a Jesús, sirviéndose de su madre, Salomé, ocupar los primeros y mejores puestos en su Reino. Eso sí, se mostraron dispuestos, para justificar su petición, a beber el cáliz del Señor hasta el final.
Los Hechos de los Apóstoles, quizá más que los mismos Evangelios, nos van mostrando la evolución de estos pescadores y su conversión en los mejores y más fieles discípulos. Como colofón de esa fidelidad, en el año 44 Herodes Agripa dio muerte a Santiago, hermano de Juan, por la espada. Ese fue el último trago del cáliz preanunciado por Jesús.
  • Santiago en la tradición

Según una tradición, antigua y venerada, Santiago vino a España a predicar el evangelio. A él se deberían la fundación de las primeras iglesias, base y fundamento de nuestra fe posterior. Siempre según la tradición, envuelta en ternura, belleza y poesía, se presenta a Santiago, cansado y abatido, a orillas del Ebro, junto a un hito o pilar, donde se hace presente la Santísima Virgen, que vivía todavía, para animarle y entregarle las fuerzas que necesitaba para poder continuar y acabar la evangelización que había comenzado.
Acabo con una apreciación personal que, espero, sepáis comprender. Porque tengo la fortuna de vivir a la vera del camino de Santiago, del camino, por Santiago apóstol, a Santiago de Compostela, soy testigo –y firmo muchas credenciales- de tantísimos peregrinos que, al pasar por aquí hacia Santiago, paran a saludar a María. Siempre me pregunto lo mismo: ¿Qué van buscando? Algunos, con seguridad y por confesión personal, purificación, conversión, santificación. Otros, algo que no saben o no aciertan a expresar con claridad. Pero, me parece que todos son buscadores de silencios, del infinito, de Dios. Todos van –vamos- a la búsqueda de lo mismo, siguiendo, quizá sin percatarnos, la oferta de Jesús: “Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados…” Y son muchos los que repiten, y siempre encuentran mucho en el camino.
Fray Hermelindo Fernández Rodríguez 
La Virgen del Camino 

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