Evita la tentación de erigirte en juez de tus semejantes, de dictaminar con celeridad sentencias y condenas. Mira a cada uno con serenidad, escuchando su corazón tanto o más que sus palabras, ponte en su lugar, esfuérzate por comprender sus circunstancias, por reconocer sus capacidades y sus recursos. Si haces esto, de ti brotará el perdón. Pon esto en práctica con todos, siempre, incluso con aquellos que te desconciertan y te hacen sufrir. De ti manará el amor.
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