martes, 16 de enero de 2018

EL CÁDIZ VACÍO; POR ENRIQUE MONTIEL



La sierra de Cádiz se ha despoblado en la última década. El gran Pedro Ingelmo ha resumido la situación con un titular para no olvidar en su reportaje de hace unos días: "La Sierra: el Cádiz vacío". Porque hablamos de 2.377 vecinos menos. Hay una razón biológica fundamental, nacen menos niños y los ancianos se van muriendo. Pero no es, ni puede ser, la razón última. Algo no hacemos bien. Por la costumbre de vivir de espaldas. De espaldas al mar, un tiempo. De espaldas a este paraíso que proclamamos y que se llama Sierra de Cádiz. Un paraíso al alcance de la mano. Una hora de viaje, poco más, desde la periferia de la provincia. Menos desde la Janda y la campiña. La Sierra es lo central, lo más alto de esta provincia tan rica de paisajes, de culturas. Puerta sur de España, puerta de Europa. Pero atención a la fría estadística. Escribe Pedro Ingelmo que el censo de la Sierra en 1998 era de 111.007 habitantes. Hoy ha subido la cifra hasta los insignificantes 111.128. Toma a la ciudad de Cádiz como medida para afirmar, con toda razón, que la capital de la provincia, con 12 kilómetros cuadrados, tiene más habitantes que un espacio de 2000 kilómetros cuadrados, la superficie de la Sierra de su nombre. Es una de las magnitudes que se pueden comparar. Y sin embargo sabemos que en las montañas cercanas hay un futuro cierto, un futuro de prosperidad, empleo y felicidad. Similar al que ya se produce en muchos otros lugares de España. Porque volvemos a los pueblos despoblados, retornamos a ese lugar que ya cantara el poeta latino en su Beatus ille, feliz aquel que alejado de los negocios ara los campos paternos. Como en otro tiempo los mortales. Nunca nada es lo mismo pero nos ronda el eterno retorno. Porque nos negamos a dar por hecha la catástrofe de la destrucción del Paraíso. Y nuestro paraíso es la Sierra, esas montañas azules desde las bahías, por las que resbala el agua que bebemos y se limpia el aire que envenenamos.
Desde abajo hacia arriba se debe pensar en lo necesario para que llegue lo que conviene a la Sierra. Digo sus alcaldes y concejales, digo los diputados de la provincia, digo los parlamentarios y los gobiernos. Todos, entre todos, deben encontrar las fórmulas para invertir esta regla funesta de la biología, de la que hablamos arriba, el descenso de los nacimientos, el fin de los días. Porque no se puede vaciar la Sierra de Cádiz, ni despoblar ni empequeñecer. Ni, mucho menos, asistir inmóviles a esta triste deriva. No tendríamos perdón.

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