lunes, 15 de enero de 2018

CARTA DE UN SACERDOTE A LOS PADRES DE DIANA QUER



«He derramado muchas lágrimas pensando en vuestras lágrimas», confiesa el sacerdote salmantino Óscar Hernández, en una carta abierta a los padres de Diana Quer. Misionero en la Amazonía, reconoce «jamás había llegado a pensar que en esta bendita tierra, que tanto amo, pudiera haber seres humanos tan criminales». Pero «os invito a ser generosos en el perdón, que sana corazones heridos»
Queridísimos amigos y hermanos en Cristo Jesús, os escribo esta carta abierta casi como si me la escribiera a mí mismo, pues todos los sentimientos que siento y manifiesto son, y así lo confieso, como si yo fuera el padre y la madre de Diana.
He derramado muchas lágrimas pensando en vuestras lágrimas. Os escribo como sacerdote que soy con todo el sentimiento y amor que me inspira Cristo Jesús.
Os confieso que jamás había llegado a pensar que en esta bendita tierra, que tanto amo, pudiera haber seres humanos tan criminales… Yo, que he estado como misionero en la selva amazónica, que aprendí de los indígenas su cultura sana y limpia, me encuentro ahora con que «el hombre es lobo del hombre». ¡Qué triste y qué malo! Que conste, queridos padres de Diana, que pido y quiero para el criminal de vuestra hija todo el rigor de la ley. El tiempo nos dirá si el dolor y las lágrimas han cambiado el corazón de esa criatura. Veremos si su rostro se cuartea con el surco de las lágrimas.
Pero hermanos, si Cristo Jesús viniera hoy a nuestras plazas, alzaría su voz, potente pero dulce y amorosa, y una vez más oiríamos «Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen». Os invito a ser generosos en el perdón, ninguna otra actitud por vuestra parte os devolverá a Diana. Es ella, en brazos de Cristo Jesús, la que quiere que viváis su recuerdo para vuestro bien.
El perdón sana corazones heridos. Si al final hay arrepentimiento, no le neguéis el vaso de agua fresca como la buena samaritana a Jesús. El pozo elegido por el perverso criminal de Diana tiene mucho parecido con la cruz de Cristo, y desde la cruz Jesús ofreció el paraíso al buen ladrón. Sed generosos y haréis sonreír a vuestra hija en el paraíso.
En mi santa Misa de cada día seguiré recordando el sacrificio de vuestra pequeña Diana.
Os quiero de corazón y comparto mis lágrimas con las vuestras.
Vuestro hermano en Cristo Jesús,

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