Hoy escribo mi penúltimo artículo de este curso en INFORMACIÓN, en el apartado que dirige y coordina mi buen hermano Pepe Moreno Fraile. El próximo domingo 18 de junio, día que se celebra la Solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo y en el cual sale por las calles de casi todos los pueblos y ciudades las distintas procesiones del Corpus Christi, será mi último artículo hasta que vuelva, si Dios así lo quiere, a retomar esta tribuna de opinión que tan generosamente me ofrecen cada domingo.
Dios hace las cosas pues después de esta fecha no sé que puede ocurrir ya que tengo que poner rumbo a Madrid donde volverán ha practicarme exhaustivas pruebas médicas debido al agravamiento en mi estado de salud de unos meses para acá. Sé por experiencia que cuando uno no está bien hasta escribir cuesta más de lo deseable.
Pero no quería terminar este curso que para mí está a una semana de concluir sin escribir exclusivamente del pueblo que me ha abierto las puertas de su corazón, que me ha dado tanto habiendo ofrecido yo tan poco. Hoy quería escribir de Villaluenga del Rosario y más concretamente de su alcalde, mi querido amigo Alfonso Carlos Moscoso González.
Lo conozco hace ya algunos años y entre los dos ha nacido una sincera amistad desde el punto de vista, tan necesarios en estos tiempos, de no debernos nada el uno con el otro. Esa amistad nacida desde la libertad es la que me hace ser más objetivo y por tanto más veraz.
El trabajo de un Alcalde nunca es fácil y más si lo es de un pequeño pueblo. Si algo valoro en Alfonso es un predisposición para poner a Villaluenga en el lugar que le corresponde en el mundo porque otros seguro que no apostarían tanto por este bendito y pequeño pueblo al que sería más fácil dejarlo "morir" en el olvido.
Eso no pasará mientras esté Alfonso Moscoso, mientras hayan personas que quieran a Villauenga, mientras Dios me dé un resquicio de vida para poner en el mundo lo que es este precioso y privilegiado lugar que te enseña a diario a vivir en torno a los valores que lo hacen diferente y por tanto único.
Jesús Rodríguez Arias
ALFONSO
CARLOS MOSCOSO GONZÁLEZ
Me diréis, y no os faltará la
razón, el por qué dedico mi penúltimo artículo de este curso a una persona que
no es de San Fernando y que tampoco está involucrado en el mundo cofrade. La
contestación es fácil pues en esta semanal tribuna que tan generosamente me
cede “San Fernando Información” no solo lo hago de las Hermandades y Cofradías
sino también todo lo que entra dentro del ámbito del humanismo cristiano en el
que se fundamenta desde los orígenes Sed Valientes.
Me vais a permitir que os
hable de la persona y también la responsabilidad que ostenta pues en él se
escenifica ese dicho tan claro contundente en la que es la persona la que
dignifica el cargo y no al revés.
Van para seis años que llegué
a Villaluenga del Rosario. Llegué en uno de los momentos más duros de mi
enfermedad, una de esas crisis en las que el dolor te agotaba tanto que parecía
que la misma vida se escapaba poco a poco entre las manos. Llegué y me enamoré
por siempre de un lugar único, de un pequeño pueblo donde los valores de la hospitalidad,
de la vecindad, de servir a los demás, de Fe pura y recia son las cosas más
normales del mundo. Allí, en
Villaluenga, las alegrías y las tristezas son cosas de todos.
Lo conocí al tiempo y pienso
que con el transcurrir de los meses, de los años, se fue forjando una buena
amistad nacida desde la sinceridad y del privilegio de no estar en deuda el uno
con el otro. Ni él me debe nada a mí y nada le debo a él. Ese tipo de amistad
es la más pura porque no nace del interés sino de todo lo contrario.
El Alfonso Moscoso que yo
conozco es un alcalde entregado a su Pueblo que lucha por el bienestar de sus
vecinos, que trabaja para que todos tengan un futuro, para que las tradiciones
se mantengan a pesar de estos cambiantes tiempos que vivimos.
El Alfonso Moscoso que yo
conozco es el alcalde que ha sabido liderar junto a los queseros de Villaluenga
para que esta preciosa localidad incardinada en lo más alto de la Sierra de
Cádiz sea un auténtico referente en la industria del queso no solo en
Provincia, en Andalucía, en España sino también en Europa como en el resto del
mundo.
Es el que trabaja a diario por
su pueblo que es el que lo ha votado desde hace 18 años de forma contundente y
mayoritaria. Es el que se desvive para que los mayores disfruten de viajes,
conocimientos, atenciones y los servicios necesarios pues cuando fueron más
jóvenes no pudieron disfrutar de apenas nada ya que su vida era el campo, la
sierra, el pueblo, la casa y así cada día de sus días.
Es el que dedica sus esfuerzos
para que la juventud tenga las oportunidades que puede ofrecer un pueblo de
estas características. Es un claro defensor en el fomento de las devociones que
les son propias a Villaluenga del Rosario y siempre se ve su mano, su oportuno
consejo, su intervención tanto en nuestra Semana Santa que es única y por tanto
muy especial, en la Romería de la Divina Pastora, que se celebrará el próximo
sábado, en la Procesión de San Roque, en el Corpus Christi, en las preciosas
fiestas de la Navidad o todo cuanto tenga que ver con la Festividad de la
Virgen del Rosario que es la gran devoción de chicos y mayores, el gran sentir
de todo un pueblo.
Hombre de Fe que no es raro el
verlo rezar cara a cara de esa Virgen morena cuyo camarín se encuentra en la
Capilla Sacramental de la antigua y coqueta Iglesia de San Miguel Arcángel, la
de paredes blancas que aparecen encaladas a la vista de todos.
El Alfonso Moscoso que yo
conozco no es un hombre vanidoso sino que siente ese sano orgullo de ser de
Villaluenga y lo entiendo porque yo siendo de La Isla también me siento, porque
así me lo han demostrado los vecinos a base de mucho cariño, payoyo de
adopción.
Y Alfonso Carlos Moscoso
González, con defectos y grandezas como cualquier hijo de vecino, es el alcalde
de Villaluenga del Rosario que es un pueblo que hay que conocer para saber lo
que es vivir.
Escribo este artículo con la
venia de propios y extraños porque hablo de lo que siento, percibo y también
conozco.
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