Ya con medio
camino transitado a mis espaldas sé por experiencia que la vida no es lo que tú
propongas sino lo que es en realidad. Hoy me han contado una historia de Amor
que transciende no sólo lo imaginable sino que vapulea los sentimientos que nos
hacen más humanos, más sensibles.
Hoy he sido
depositario de la vida de un matrimonio que ayer cumplieron el sueño de su vida
31 años después. Hoy en esta tribuna “Desde Villaluenga” voy a escribir del
Amor en toda su grandiosidad y quiera Dios que me salgan las palabras que
fluyen de mi corazón ante un hecho insólito que te hace ver que cuando hay
voluntad y cariño se puede lograr todo.
Ayer viernes
se hizo realidad ese sueño de dos personas, de una pareja, de un matrimonio.
Ayer, después de tres décadas, se pudieron casar por la Iglesia unas personas
muy queridas por mí aunque nos las conozca de forma personal.
Os estoy
hablando de Bartolomé Sellez y Antonia Fajardo.
Ellos saben
lo que son las dificultades, los sinsabores de una vida llena de sacrificios,
de trabajar y trabajar. Tanto Bartolomé como Antonia se casaron por lo civil y
crearon una Familia ejemplar se mire por donde se mire.
Fruto de esa
unión nacieron cuatro hijos a los que dieron una educación esmerada y sobre
todo unos principios pues le ofrecieron como el mayor patrimonio una vida en
valores, una vida donde el Amor era y es el principal pegamento.
Y les
enseñaron que sin trabajo, sin entrega, sin sacrificios no se consigue nada. Y
les enseñaron qué todos somos iguales, que más vale un trozo de pan siendo
felices que tener todo el oro del mundo y ser los más pobres y desgraciados de
la tierra. Y le enseñaron que lo principal en la vida es lo que nace del
corazón donde no hay cartera que pueda comprar lo único que no se vende, que no
tiene precio: ¡¡EL AMOR!!
Renunciaron
a ese sueño de casarse por la Iglesia, de recibir con todo lo que mandan los
cánones, el Sacramento del Matrimonio.
Y siguieron
renunciando por su Familia, por sus hijos, por todos los que querían y quieren.
Las personas
así que viven en ese desprendimiento que ofrecen y dan Amor a espuertas
después, porque Dios es así de justo, reciben el ciento por uno y son
depositarios del cariño de los que los rodean.
Conozco,
quiero y estimo a dos de sus hijos: Jaime y Jesús y sé que son un fiel reflejo
de ellos; trabajadores, entregados, buenas personas…
Los conozco
y quiero por como son, por quienes son, porque en ellos siempre se encuentra
esa mano amiga, esa palabra cálida, esa entrega desmedida. A sus otros hermanos
no tengo el gusto de conocerlos pero sé que todos están cortados con la misma
tijera, que todos son poseedores de las virtudes, de los principios, de la fe
que les han inculcado desde chiquititos sus padres.
Y conozco
también a parte de su Familia que viven en este bendito pueblo que me abrió sus
brazos hace cinco años y en el que me encuentro en Casa.
Admiro y
quiero a Toñi, la madre de buen amigo Tachy Barea que es como sus padres, su
Familia, todo corazón.
Cuando hablo
de Tachy debo reconocer que las palabras salen solas pues es sinónimo de buena
persona.
Y hoy he
sabido que toda la Familia, empezando por sus hijos, hace tiempo se
confabularon en una hermosa misión: Hacer realidad el sueño de Bartolomé y
Antonia.
Ayer viernes
23 de julio se casaron por la Iglesia.
Todos se
hicieron partícipes para que no les faltara ni un solo detalle, no les faltara
ni gloria bendita a esta pareja que tanto han dado, que tanto se han entregado,
que tanto han ofrecido a su Familia, a sus amigos, a su pueblo, a los demás.
Y se celebró
la Ceremonia religiosa en la Iglesia de San Miguel Arcángel, en Villaluenga del
Rosario, a los pies de la Patrona de tan precioso pueblo.
“Lo que Dios
ha unido que no lo separe el hombre” y fue el mismo Dios el que los unió hace
tanto años y ayer fue cuando los abrazó, como Buen Padre, y seguro que Él
también se emocionó a ver tanto y tanto Amor.
Ella con su
vestido blanco, como mandan los cánones, él elegante y señor como lo que es.
Los dos con la misma ilusión que cuando empezaron a caminar juntos, con una
alegría, una emoción que hay que sentir pues no hay palabras en el diccionario
que pueda explicar la grandeza del Amor.
Fotos que
retraban el “momento de sus vidas” y después celebración en “Los Alamillos”. ¿Dónde
si no?
Sé que para
Víctor, el chef, el maestro de la cocina de tan emblemático lugar ha puesto
todo su saber, entender, todo su arte y maestría en los platos que se
ofrecieron a la feliz pareja, a sus invitados, que son mucho más que
comensales. Sé que para Víctor y su equipo de cocina habrá sido lo más grande
que han hecho y seguro harán en sus vidas pues aportaron su granito de arena
para que ese sueño se hiciese realidad.
Sé de la
emoción apenas contenida de sus hijos, de su Familia, de sus amigos y del
orgullo de hacer feliz a unas personas que por ser como son y quienes son se
merecen oro “molío”.
Hoy, cuando
en la piscina de Villaluenga me contaba esta preciosa historia mi querida y
siempre admirada Esperanza Venegas y su marido Vicente mi corazón se contraía
pues podía en ver en sus palabras, en relatar la secuencia de los hechos, tanto
Amor que me dije a mi mismo que tenía que escribir sobre ello por ser un
ejemplo de vida para nuestras vidas.
Y lo he
podido comprobar cuando hemos almorzado en “Los Alamillos”, donde nos hacen
sentirnos en casa, en los ojos emocionados y lleno del orgullo que solo puede
tener un buen hijo con sus padres en la mirada de Jaime.
Vivimos en
un mundo con demasiados conflictos, demasiados intereses, donde “tanto tienes,
tanto vales”, donde nos quieren “vender” fórmulas magistrales de una caduca
felicidad, donde todo tiene su “precio” que al ver y comprobar que tantos se
unen para hacer feliz a quienes con su vida lo han hecho con tantos he querido
resaltarlo a modo de sincero homenaje lleno de gratitud porque hoy, entre
todos, me habéis dado toda una auténtica lección de Amor.
¡¡Muchas
felicidades y también muchas GRACIAS!!
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