sábado, 23 de julio de 2016

* DESDE VILLALUENGA: BARTOLOMÉ Y ANTONIA: UNA HISTORIA DE AMOR.






Ya con medio camino transitado a mis espaldas sé por experiencia que la vida no es lo que tú propongas sino lo que es en realidad. Hoy me han contado una historia de Amor que transciende no sólo lo imaginable sino que vapulea los sentimientos que nos hacen más humanos, más sensibles.

Hoy he sido depositario de la vida de un matrimonio que ayer cumplieron el sueño de su vida 31 años después. Hoy en esta tribuna “Desde Villaluenga” voy a escribir del Amor en toda su grandiosidad y quiera Dios que me salgan las palabras que fluyen de mi corazón ante un hecho insólito que te hace ver que cuando hay voluntad y cariño se puede lograr todo.

Ayer viernes se hizo realidad ese sueño de dos personas, de una pareja, de un matrimonio. Ayer, después de tres décadas, se pudieron casar por la Iglesia unas personas muy queridas por mí aunque nos las conozca de forma personal.
 
Os estoy hablando de Bartolomé Sellez y Antonia Fajardo.

Ellos saben lo que son las dificultades, los sinsabores de una vida llena de sacrificios, de trabajar y trabajar. Tanto Bartolomé como Antonia se casaron por lo civil y crearon una Familia ejemplar se mire por donde se mire.

Fruto de esa unión nacieron cuatro hijos a los que dieron una educación esmerada y sobre todo unos principios pues le ofrecieron como el mayor patrimonio una vida en valores, una vida donde el Amor era y es el principal pegamento.

Y les enseñaron que sin trabajo, sin entrega, sin sacrificios no se consigue nada. Y les enseñaron qué todos somos iguales, que más vale un trozo de pan siendo felices que tener todo el oro del mundo y ser los más pobres y desgraciados de la tierra. Y le enseñaron que lo principal en la vida es lo que nace del corazón donde no hay cartera que pueda comprar lo único que no se vende, que no tiene precio: ¡¡EL AMOR!!

Renunciaron a ese sueño de casarse por la Iglesia, de recibir con todo lo que mandan los cánones, el Sacramento del Matrimonio.

Y siguieron renunciando por su Familia, por sus hijos, por todos los que querían y quieren.

Las personas así que viven en ese desprendimiento que ofrecen y dan Amor a espuertas después, porque Dios es así de justo, reciben el ciento por uno y son depositarios del cariño de los que los rodean.

Conozco, quiero y estimo a dos de sus hijos: Jaime y Jesús y sé que son un fiel reflejo de ellos; trabajadores, entregados, buenas personas…

Los conozco y quiero por como son, por quienes son, porque en ellos siempre se encuentra esa mano amiga, esa palabra cálida, esa entrega desmedida. A sus otros hermanos no tengo el gusto de conocerlos pero sé que todos están cortados con la misma tijera, que todos son poseedores de las virtudes, de los principios, de la fe que les han inculcado desde chiquititos sus padres.

Y conozco también a parte de su Familia que viven en este bendito pueblo que me abrió sus brazos hace cinco años y en el que me encuentro en Casa.

Admiro y quiero a Toñi, la madre de buen amigo Tachy Barea que es como sus padres, su Familia, todo corazón.

Cuando hablo de Tachy debo reconocer que las palabras salen solas pues es sinónimo de buena persona.

Y hoy he sabido que toda la Familia, empezando por sus hijos, hace tiempo se confabularon en una hermosa misión: Hacer realidad el sueño de Bartolomé y Antonia.

Ayer viernes 23 de julio se casaron por la Iglesia.

Todos se hicieron partícipes para que no les faltara ni un solo detalle, no les faltara ni gloria bendita a esta pareja que tanto han dado, que tanto se han entregado, que tanto han ofrecido a su Familia, a sus amigos, a su pueblo, a los demás.

Y se celebró la Ceremonia religiosa en la Iglesia de San Miguel Arcángel, en Villaluenga del Rosario, a los pies de la Patrona de tan precioso pueblo.

“Lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre” y fue el mismo Dios el que los unió hace tanto años y ayer fue cuando los abrazó, como Buen Padre, y seguro que Él también se emocionó a ver tanto y tanto Amor.

Ella con su vestido blanco, como mandan los cánones, él elegante y señor como lo que es. Los dos con la misma ilusión que cuando empezaron a caminar juntos, con una alegría, una emoción que hay que sentir pues no hay palabras en el diccionario que pueda explicar la grandeza del Amor.

Fotos que retraban el “momento de sus vidas” y después celebración en “Los Alamillos”. ¿Dónde si no?

Sé que para Víctor, el chef, el maestro de la cocina de tan emblemático lugar ha puesto todo su saber, entender, todo su arte y maestría en los platos que se ofrecieron a la feliz pareja, a sus invitados, que son mucho más que comensales. Sé que para Víctor y su equipo de cocina habrá sido lo más grande que han hecho y seguro harán en sus vidas pues aportaron su granito de arena para que ese sueño se hiciese realidad.

Sé de la emoción apenas contenida de sus hijos, de su Familia, de sus amigos y del orgullo de hacer feliz a unas personas que por ser como son y quienes son se merecen oro “molío”.

Hoy, cuando en la piscina de Villaluenga me contaba esta preciosa historia mi querida y siempre admirada Esperanza Venegas y su marido Vicente mi corazón se contraía pues podía en ver en sus palabras, en relatar la secuencia de los hechos, tanto Amor que me dije a mi mismo que tenía que escribir sobre ello por ser un ejemplo de vida para nuestras vidas.

Y lo he podido comprobar cuando hemos almorzado en “Los Alamillos”, donde nos hacen sentirnos en casa, en los ojos emocionados y lleno del orgullo que solo puede tener un buen hijo con sus padres en la mirada de Jaime.

Vivimos en un mundo con demasiados conflictos, demasiados intereses, donde “tanto tienes, tanto vales”, donde nos quieren “vender” fórmulas magistrales de una caduca felicidad, donde todo tiene su “precio” que al ver y comprobar que tantos se unen para hacer feliz a quienes con su vida lo han hecho con tantos he querido resaltarlo a modo de sincero homenaje lleno de gratitud porque hoy, entre todos, me habéis dado toda una auténtica lección de Amor.

¡¡Muchas felicidades y también muchas GRACIAS!!


Jesús Rodríguez Arias 




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