martes, 27 de octubre de 2015

EVANGELIO DEL DÍA Y MEDITACIÓN

dominicos.org

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 8, 18-25

Sostengo que los sufrimientos de ahora no pesan lo que la gloria que un dia se nos descubrirá. Porque la creación, expectante, está aguardando la plena manifestación de los hijos de Dios; ella fue sometida a la frustración, no por su voluntad, sino por uno que la sometió; pero fue con la esperanza de que la creación misma se vería liberada de la esclavitud de la corrupción, para entrar en la libertad gloriosa de los hijos de Dios. Porque sabemos que hasta hoy la creación entera está gimiendo toda ella con dolores de parto. Y no sólo eso; también nosotros, que poseemos las primicias del Espíritu, gemimos en nuestro interior, aguardando la hora de ser hijos de Dios, la redención de nuestro cuerpo. Porque en esperanza fuimos salvados. Y una esperanza que se ve ya no es esperanza. ¿Cómo seguirá esperando uno aquello que ve? Cuando esperamos lo que no vemos, aguardamos con perseverancia.

Sal 125,1-2ab.2cd-3.4-5.6 R/. El Señor ha estado grande con nosotros

Cuando el Señor cambió la suerte de Sión,
nos parecía soñar:
la boca se nos llenaba de risas,
la lengua de cantares. R/.

Hasta los gentiles decían:
«El Señor ha estado grande con ellos.»
El Señor ha estado grande con nosotros,
y estamos alegres. R/.

Que el Señor cambie nuestra suerte,
como los torrentes del Negueb.
Los que sembraban con lágrimas
cosechan entre cantares. R/.

Al ir, iba llorando,
llevando la semilla;
al volver, vuelve cantando,
trayendo sus gavillas. R/.

Lectura del santo evangelio según san Lucas 13, 18-21

En aquel tiempo, decía Jesús: «¿A qué se parece el reino de Dios? ¿A qué lo compararé? Se parece a un grano de mostaza que un hombre toma y siembra en su huerto; crece, se hace un arbusto y los pájaros anidan en sus ramas.»
Y añadió: «¿A qué compararé el reino de Dios? Se parece a la levadura que una mujer toma y mete en tres medidas de harina, hasta que todo fermenta.»

II. Compartimos la Palabra

  • En esperanza fuimos salvados

Pablo nos dice que el fin de la vida nueva de los liberados por Cristo es disfrutar de la gloria con él. Pero éstos no viven aquí carentes de sufrimiento, porque en el camino de nuestra vida se nos cruzan las dificultades y dolores del momento presente que cada uno vive con su personal acento. Obstáculos serios, sí, pero no insalvables; porque para algo cabe en nuestro corazón de seguidores de Cristo la esperanza que sostiene el mismo Espíritu de Dios, también presente en nuestra plegaria. Experiencia cristiana que nos remite siempre al Padre que nos ha dado, y nos da, sobradas pruebas de su fidelidad a su voluntad salvadora a favor de sus hijos. Pablo apunta bien alto, pues presenta el panorama salvador con perfiles cósmicos: el universo y los creyentes se dan la mano, pues uno y otros compartirán la gloria y la definitiva salvación. El pecado del hombre también afectó al mundo creado; si ahora el hombre ha superado su limitación gracias a Cristo, no es raro afirmar que el resto de la creación superará asimismo su limitación. El parto, además, es una bella parábola para indicarnos el nacimiento de un mundo nuevo, luminoso donde como hijos de Dios compartiremos la plenitud de la filiación, la redención total.
  • El Reino de Dios se parece a un grano de mostaza

¡Qué oportunas son siempre estas miniparábolas que nos ayudan a situarnos ante el misterio del Reino de Dios! Los humanos propendemos a dibujar lo religioso con trazos grandilocuentes, cuando no espectaculares, y el corazón de la religión que quiere el Maestro de Galilea da sus primeros pasos de modo insignificante, humilde y escondido. Porque el Reino de Dios lleva en sí mismo un vigor al que hay que darle, desde su pequeñez, la oportunidad para fecundar y fortalecer; pero una cosa es ofrecerle la cancha que precisa para su expansión en la misericordia, y otra muy distinta es sustituir su inicial y misteriosa fuerza con la sobreabundancia de planes pastorales y catequéticos que invitan más a saber del Reino de Dios que a vivirlo en la cercana clave de una comunidad que, con todas las dificultades del caso, lucha con esperanza por ser radicalmente fraterna. Unos pueden confiar más en sus carros y en sus caballerías, ¡allá ellos!, pero el seguidor de Jesús se siente impulsado por la fe en su persona y palabra, y éstos serán siempre su mejor activo, su indispensable aval para transitar por esta vida con esperanza cristiana. Seremos comunidad cristiana no por tener los mejores textos catequéticos, sino porque desde la fidelidad al proyecto de Jesús, el Reino de Dios, y en su nombre, vivimos y ayudamos a vivir en clave de hermanos.
¿Identificas, y remueves, obstáculos en tu esperanza cristiana?
¿Valoramos en clave del Reino los pequeños grandes gestos que podemos hacer en la comunidad y a favor de los hermanos?
Fr. Jesús Duque O.P. 
Convento de San Jacinto (Sevilla) 

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