Es cierto que el hombre y la mujer fueron creados compuestos de cuerpo
y alma. Y como tal necesitan sustentarlas y desarrollarlas en sus crecimientos,
alimentándolas convenientemente tanto de sus necesidades físicas y corporales
como de las morales y espirituales.
Por otra parte son criaturas dotadas de razón, inteligencia y voluntad.
Y tanto aquellas como esta constituyen dones y actitudes que deberán ejecutar
durante el transcurso de sus extintas vidas. Si bien es verdad, que de sus
aprendizajes y formaciones dependerán los éxitos o los fracasos en la sociedad
en la que les han tocado vivir. Así cómo dentro de las actividades o de las
funciones que hayan decidido acometer.
También sabemos a través de la
historia de la humanidad, la necesidad imperiosa que existe de contar con
personas inteligentes y preparadas en todos los aspectos y sectores de la vida común y ordinaria como en la excepcional o
extraordinaria.
Sin embargo con el discurrir de los años y con la aparición de las
nuevas tecnologías y los cambios en las estructuras sociales, comerciales y
económicas. Estos conceptos se han modificados y al hombre maduro, formado y
experimentado, se le ha pretendido y de hecho ha ocurrido, sustituirlo por otro
más joven y dinámico con apariencias de saberlo todo y como consecuencia su imagen también ha cambiado. Pero
no la conciencia ni el comportamiento de lo justo, razonable y considerado. En
definitiva se ha cambiado imagen, frescura y técnica por mesura, conocimiento, práctica y experiencia cuando la mezcla de dichas
actitudes tal vez sea lo más equilibrado y acertado.
Y en consecuencias muchas de las empresas que cambiaron a sus
ejecutivos mayores por otros más jóvenes. Hoy vuelven a recuperarlos como prueba
evidente de lo que aquí se expone sin acritud ni partidismo, sino ante una
realidad evidente en favor de lo que constituye la llamada universidad de la
vida, que no es otra cosa que la voz de la calle y de las vivencias, pero sobre
todo la voz del aporte eficaz de las citadas experiencias además de las
aprendidas en los libros.
Siguiendo y repasando la historia sabemos que ya en la antigua Grecia
y especialmente en Esparta así como en Roma, la figura del mayor incluso la del
anciano era sumamente respetada y además
intervenía en los asuntos del estado, constituyendo así los conocidos consejos
de ancianos, que fueron consultivos y pusieron el acento ante las decisiones
más conflictivas e importantes. Por eso he leído en algún sitio, que cada
anciano culto que muere equivale a una
biblioteca que arde.
¿Y no creen ustedes que si en
base a lo descrito anteriormente sería aconsejable, bueno y positivo, qué
independientemente de las juntas de gobierno de nuestras hermandades sin perder
su carácter de soberanía, dispusiese también de una buena sección de hermanos
mayores con experiencia suficiente para intervenir y aconsejar en los momentos
claves o más puntuales y decisorios de la hermandad en cuestión?
Y de considerarse esta iniciativa a estos hermanos se les llamarían -hermanos
consiliarios o consejeros- y podrían reunirse por separados, conjuntamente o
como el régimen interno de cada hermandad creyese oportuno. Pero tal vez con la
seguridad de cualquiera que fuese el sistema elegido, el resultado constituiría
en mí opinión un éxito creo que garantizado.
La idea está lanzada, el proyecto es relativamente fácil. Y desde
luego todas nuestras queridas corporaciones, disponen de esta clase de hermanos:
mayores, fieles, asiduos y capacitados para ofrecer dichos servicios a la
hermandad de sus amores si así se lo solicitan.
Y por ende esa incorporación además de ocuparse del objetivo expuesto, supondría
también completar en general el reducido número de miembros con el que cuentan
hoy las hermandades en sus juntas de gobierno. Así como compensar o resolver en
cierto modo -la insuficiencia o la escasez- de sus componentes ante la ausencia de nuevas
incorporaciones.
La idea propuesta no es nueva.
Ya en otra ocasión desde esta misma página propuse algo parecido. Y su disponibilidad está
al alcance de cualquiera de nuestras hermandades y cofradías. Sólo falta voluntad,
debate, conceso y claridad de ideas para
ejecutarla y ponerla en práctica. Seguro que el resultado será tan rico y
certero en su consecución como en la coherencia y en la efectividad prevista de
sus fines, que es de lo que realmente se
trata.
José María Vieytes Beira. San Fernando. Artículo publicado en el
Semanario local Información del 16.11.14. Y en el Blog SED VALIENTES por
gentileza de Jesús Rodríguez Arias.
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