miércoles, 19 de julio de 2017

LA CUSTODIA DE TIERRA SANTA EN LÍBANO EL SIGNO DE LA ACOGIDA




Sahib es un niño de apenas cinco años. Procede de Siria, pero actualmente vive en Líbano. Si le preguntas qué quiere ser de mayor, responde: «Ganar dinero, comprar armas y luchar». Fátima, por su parte, tiene ya doce años y una sola certeza: «No quiero ser mayor, no quiero ser nada». Ellos son el futuro carente de esperanza con el que fray Toufic Bou Merhi debe luchar cada día en Líbano. El fraile, como vicario regional de la provincia árabe de la región San Pablo y como guardián del convento San José de Beirut, conoce bien a su gente. Se esfuerza en servir en la parroquia de la Custodia de Tierra Santa y cada fin de semana recorre cientos de kilómetros de ida y vuelta hacia el sur del Líbano para celebrar misa en Tiro y Deir Mimas. Los problemas a afrontar son muchos, pero el padre Toufic no pierde el ánimo. 

EL CUSTODIO Y EL PADRE GENERAL EN LÍBANO. También el Custodio de Tierra Santa, fray Francesco Patton visitó el pasado abril el convento de Beirut durante tres días y pudo conocer a las fraternidades que están allí y las obras espirituales y materiales que llevan a cabo. Con él también estaba el padre general de la Orden de los Frailes menores, que quiso llevar aliento, sabiendo que el Líbano sufre las consecuencias de las guerras vecinas. «Nos invitó a abrir las puertas de los conventos y a salir – recuerda fray Toufic -. Su invitación a abrirse fue como la del papa Francisco, que pedía ir a las afueras. Como franciscanos debemos ser los primeros en recoger este mensaje del Papa: debemos abrir las puertas para salir nosotros y también para acoger a las personas».

ACOGIDA EN BEIRUT. La palabra acogida es muy importante para los frailes de la Custodia en Líbano. En sus conventos, de hecho, la practican bajo distintos aspectos. «Nuestra iglesia de San José en Beirut siempre está abierta y es conocida por todos. La llaman “la iglesia santa” y muchos vienen para confesarse», explica fray Toufic, guardián de la fraternidad, formada por tres frailes. En Beirut también hay un jardín de infancia, gestionado por laicos, que este año ha tenido 26 niños de diferentes orígenes y religiones. La acogida no es solo para la población local, sino también para los extranjeros que están de paso: las habitaciones del convento siempre están listas para recibir huéspedes.

HARISSA, DEIR MIMAS, TRÍPOLI. La presencia franciscana en Líbano se sitúa también en otros conventos: el de Harissa y el de Trípoli, además de las actividades que se desarrollan en Tiro y en Deir Mimas. En Harissa hay una comunidad formativa de cinco frailes y es el lugar donde se realiza el prepostulantado de los aspirantes al seminario de la región San Pablo. «En Harissa trabajamos también con tres familias iraquíes – explica fray Toufic – y los niños se reúnen en el convento. Hacemos actividades de animación y asistencia educativa». Otras catorce familias de refugiados iraquíes han encontrado apoyo en Deir Mimas gracias a los franciscanos: «También hay familias no cristianas, pero nosotros no queremos discriminar de ningún modo. Les damos alimentos y ayuda sanitaria y, sobre todo, animamos a sus hijos para que asistan a la escuela, incluso con ayuda material». Los proyectos con los refugiados se han llevado a cabo también gracias a la ayuda de la Fundación Juan Pablo II.
Trípoli es la segunda ciudad del Líbano y los cristianos son un 4-6% de la población. «Justo después del congreso capitular a principios de noviembre hemos recuperado una presencia interrumpida en Trípoli en 1976», afirma con orgullo el guardián de la fraternidad de Beirut. Actualmente viven allí dos frailes y están dedicados a la creación de un centro deportivo para jóvenes, porque “el deporte es un lenguaje que no conoce religión”. 

CRISTIANOS EN LÍBANO. Además de una población total de 4 millones y medio de habitantes, Líbano cuenta con otros dos millones de refugiados. Entre ellos, la mayoría son musulmanes sunitas y después medio millón está formado por palestinos llegados después de 1948. Los cristianos en Líbano son actualmente cerca del 38%, entre 1.600.000 y 1.800.000. La primera comunidad cristiana es la maronita, después la greco-ortodoxa y la greco-católica. La comunidad latina es solo de quince mil personas en todo Líbano. Por eso, en las misas de las parroquias de la Custodia de Tierra Santa participan sobre todo cristianos de otros ritos. Las iniciativas para los jóvenes son variadas (como campamentos de verano o la organización de la marcha franciscana) pero muchos tienen dificultades como consecuencia directa de la guerra.

JÓVENES Y REFUGIADOS. ¿Qué necesitan los jóvenes habitantes en Líbano en la actualidad? Fray Toufic lo tiene claro: «Necesitan ser amados, y esto es lo que hace falta saber si se trabaja con ellos. Necesitan a alguien a su lado que comparta sus preocupaciones y sus esperanzas». Es precisamente lo que intentan hacer cada día los frailes franciscanos, con el apoyo de la Custodia de Tierra Santa y la aportación fundamental de ATS Asociación Pro Terra Sancta.
Desde Líbano, debido a las dificultades, cada vez más personas emigran hacia otros países. «Espero que esta gente un día tenga el deseo de volver a su país pero, si tienen que marcharse, que no se conviertan en “moneda de cambio” – dice desde Beirut el fraile franciscano -. Invito a mirarles con humanidad. Nosotros desde aquí hacemos lo posible, intentamos ser instrumentos en manos del Señor. A Él confiamos nuestra presencia y nuestra obra».

Beatrice Guarrera

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