domingo, 30 de julio de 2017

OBRAS DEL PADRE RUPNIK: LA SACRISTÍA DE LA CATEDRAL DE SANTA MARÍA LA REAL DE LA ALMUDENA




Calle Bailen 8 – Madrid, España
Según la tradición, las grandes catedrales o las iglesias particularmente significativas siempre han contado con una sacristía de rica decoración artística. Cuanto más se retrocede en la historia, se hace más evidente que la iconografía de la sacristía está unida a temas litúrgicos. Si bien, con el transcurso del tiempo, estos motivos litúrgicos van disminuyendo, haciéndose cada vez más frecuentes las iconografías del colegio apostólico.
Reflexionando sobre nuestro tiempo, donde la Iglesia del Vaticano II considera de manera renovada la traición y donde precisamente en los últimos años se constata una especial sensibilización hacia la liturgia y el arte litúrgico, hemos creído adecuado introducir el tema de la liturgia, además porque la sacristía en nuestra tradición es el espacio de la preparación para la liturgia.
En algunas liturgias la preparación tiene lugar en el espacio llamado «prótesis» y la misma preparación se acompaña de oraciones teológicamente densas. En estas oraciones aparece la creación del mundo como preparación del escenario para la entrada de Cristo. Se subraya así el vínculo orgánico entre creación, encarnación y redención.
Considerando también los recientes itinerarios de nuestra teología, el tema de la creación del mundo se hace especialmente apropiado. No hay duda de que, por el racionalismo, el cientificismo y una especie de tecnocracia, se ha perdido el sentido espiritual del mundo. Por eso, precisamente porque ya no se conoce su verdadera naturaleza y su fin, la creación está amenazada por una posible destrucción y se abusa de ella. Aquí no basta una simple teología de la ecología, igual que, por ejemplo, no basta una teología feminista o una teología política o una teología del trabajo. Todas estas teologías corren el riesgo de estar demasiado marcadas por una respuesta a los retos inmediatos que provienen de la cultura, de la sociología, de la psicología. En cualquier caso, todas estas cuestiones deben ser llevadas y afrontadas en una visión teológica orgánica que tiene en cuenta la creación y la redención. Se deben descubrir nuevos escorzos significativos para una antropología de hoy pero dentro de los grandes temas dogmáticos.
foto
Pared del fondo.
Las dos manos de Dio Padre Creador: Jesucristo y el Espíritu Santo, representado por Maria, la Pneumatófora

Sacristía de la Catedral de Santa Maria la Real de la Almudena
Madrid - España
Septiembre 2005

Pared del fondo.
Las dos manos de Dio Padre Creador: Jesucristo y el Espíritu Santo.
El Padre crea el mundo con las dos manos, con Cristo y con el Espíritu Santo. «El hombre perfecto es la mezcla y la unión del alma que ha recibido al Espíritu del Padre y se ha mezclado con la carne plasmada a imagen de Dios. En efecto, por medio de las manos del Padre, es decir, el Hijo y el Espíritu, el hombre, y no una parte del hombre, está hecho a imagen y semejanza de Dios» (San Ireneo). Se pone el acento inmediatamente sobre el carácter personal, tanto de Dios como de la creación.
Se pone de relieve el trasfondo trinitario de la creación que significa poner en el centro el amor, tanto de Dios como de la creación, el amor de Dios Padre, es decir, la comunión de las Personas. La creación tiene, así, un carácter personal, y por eso puede culminar en la participación del amor personal de Dios por parte de la persona creada.
Por todo ello, al entrar en la sacristía, se encuentran delante dos escenas: Cristo crucificado y Pentecostés.
Cristo crucificado: esta escena se presenta según el evangelio de Juan, es decir, su muerte se entiende como manifestación de la gloria de Dios Padre. Según algunos Santos Padres, cuya espiritualidad ha resumido S. Bulgakov, la creación está hecha en la forma de la cruz. «El Gólgota no sólo fue preestablecido desde la eternidad en la creación del mundo como acontecimiento temporal, sino que constituye también la sustancia metafísica de la creación... el mundo ha sido creado desde la cruz, erigida por Dios sobre sí por amor».
El sentido del mundo y, en consecuencia, su realización, se llevan a cabo, pues, en la cruz del Señor. Por eso la cruz es la kénosis y la gloria.
foto
Cristo en cruz
Sacristía de la Catedral de Santa Maria la Real de la Almudena
Madrid - España
Septiembre 2005

En Pentecostés, contemplamos al Espíritu Santo que baja sobre la Madre de Dios y la Iglesia. El Espíritu Santo comunica la vida de Dios. La vida de Dios es, en efecto, el amor de Dios Padre, que es principio de la comunión de la Santísima Trinidad. Por eso, al derramar en nuestros corazones el amor del Padre, realiza el principio de la Iglesia, de la comunidad. El Espíritu Santo vivifica porque, de hecho, hace posible la relación con Dios. Más aún, orando en nosotros incesantemente «Abbá», nos hace hijos adoptivos. Y no sólo eso, sino que, por la obra del Espíritu Santo, María de Nazaret se convierte en la Madre de Dios y da a luz al Hijo de Dios.
foto
El Espíritu desciende sobre la Madre de Dio
Sacristía de la Catedral de Santa Maria la Real de la Almudena
Madrid - España
Septiembre 2005

En el primer espacio de las paredes laterales encontramos, en el lado de la Madre de Dios, es decir, de Pentecostés, al arcángel Gabriel y, en el lado de Cristo crucificado, al arcángel Miguel. Así se evidencia visualmente que el «espacio» entre el hombre y Dios está poblado de muchos seres espirituales creados por Dios para la amistad con los hombres. Son amigos y mensajeros.
foto
Pared derecha:
el arcángel Gabriel

Sacristía de la Catedral de Santa Maria la Real de la Almudena
Madrid - España
Septiembre 2005

Pared derecha
En el lado de san Gabriel se desarrollan los diversos momentos de la creación. La primera escena de la creación es la creación de las aguas y los peces.
foto
Pared derecha:
la creación de las aguas y los peces

Sacristía de la Catedral de Santa Maria la Real de la Almudena
Madrid - España
Septiembre 2005

La creación de la tierra, de los árboles, de las plantas y del trigo: es la segunda escena de la creación.
foto
Pared derecha:
la creación de la tierra, de los árboles, de las plantas y del trigo

Sacristía de la Catedral de Santa Maria la Real de la Almudena
Madrid - España
Septiembre 2005

La tercera escena es la creación del hombre, es decir, Adán y Eva.
foto
LA SACRISTÍA DE LA CATEDRAL DE SANTA MARÍA LA REAL DE LA ALMUDENA
Calle Bailen 8 – Madrid, España
La pared izquierda
En el lado de san Miguel (=¿Quién como Dios?), el arcángel nos protege frente a la idolatría, para que no adoremos lo creado en lugar de al Creador. Según la tradición, mediante los sacramentos la liturgia desvela y realiza el verdadero sentido de lo creado.
foto
Pared izquierda:
el arcángel Miguel

La Sacristía de la Catedral de Santa María la Real de la Almudena
Madrid - España
Septiembre 2005

Enfrente de ella está el bautismo de nuestro Señor, que revela el significado verdadero del agua y del pez (Iχθυς, en griego: Iesous Christos Theou Yios Soter =: Jesucristo, Hijo de Dios Salvador). «La acción del Espíritu Santo en el mundo se refleja, ante todo, sobre la sustancia material cósmica: es consagrada y espiritualizada. Como en la creación del mundo el Espíritu de Dios aleteaba sobre las aguas, así, en el bautismo de Cristo, el Espíritu Santo descendió sobre Él, consagró las aguas del Jordán; y en este descenso ya puso el principio de la nueva materia del mundo. Este carácter de la materia explica su aptitud para llegar a ser “materia del sacramento”, para ser un canal de los dones del Espíritu, para el espíritu encarnado, unido a la materia, es decir, el hombre. La materia espiritualizada, consagrada, que en el sacramento se ha convertido en substrato de la vida divina del Espíritu Santo, recibida por el hombre, se integra en todo el ser del hombre, espiritual y corporal. La materia del sacramento es esa misma materia, espiritualizada, del siglo futuro; igual que las aguas del Jordán ya son “aguas de vida” que brotan del trono de Dios y del Cordero de la nueva Jerusalén (Ap 22,1)» (S. Bulgakov).
foto
Pared izquierda:
el bautismo de Jesús

La Sacristía de la Catedral de Santa María la Real de la Almudena
Madrid - España
Septiembre 2005

Enfrente está la escena de la fracción del pan en Emaús. Paso, pues, del pan al verdadero Pan. El sentido de la creación es la participación en el amor. La unidad de la mesa eucarística es la de la caridad. Los discípulos de Emaús, mediante la fracción del pan, reconocen al Señor. Este episodio nos ayuda a confirmar el sentido de todo lo creado, que es ayudarnos a reconocer al Señor, como se describe en la carta a los Romanos (Rm 1,18ss). En la escena de Emaús los protagonistas son la luz, porque la escena tiene lugar después de la resurrección, el vino y el pan, el Verdadero Pan, que es Cristo, y dos discípulos peregrinos de los cuales uno lleva la capa típica del peregrino de Santiago. Sólo con este signo se traza el paso de Emaús en España.
foto
Pared izquierda:
el pan aprtido en Emaús

La Sacristía de la Catedral de Santa María la Real de la Almudena
Madrid - España
Septiembre 2005

Enfrente encontramos la resurrección del Señor según san Efrén el Sirio, es decir, el descenso a los infiernos para sacar a Adán y Eva, que representan a toda la humanidad, de la muerte, que es el salario del pecado. Si Cristo ha asumido la humanidad, entonces en su resurrección nuestra humanidad ya está redimida. Esta salvación para nosotros se abre en el bautismo, que es el paso, con Cristo, de la cruz, la muerte y la sepultura a la resurrección (Rm 6, 3-11). El verdadero hombre es el hombre redimido. El hombre injertado en el nuevo Adán es presentado al Padre como hijo en el Hijo. La resurrección como descenso a los infiernos está ya presente en la tradición española como lo testimonia, por ejemplo, el bellísimo retablo del arzobispo Sancho de Rojas, pintado por Rodríguez de Toledo a comienzos del siglo XV y expuesto ahora en el Museo del Prado. Hoy me parece que es un momento particularmente adecuado para apelar a esta tradición, porque se experimenta un cansancio general y muerte a todos los niveles. Así se hace ver que la verdadera antropología se basa sobre la creación, la transfiguración y la redención.
foto
Pared izquierda:
el descenso a los infiernos o resurrección, es decir, la reacreación de Adán y Eva

La Sacristía de la Catedral de Santa María la Real de la Almudena
Madrid - España
Septiembre 2005

Frente a las «dos manos» con las que el Padre crea el mundo, Cristo y el Espíritu Santo, se presenta la Sabiduría divina que complacía al Creador mientras éste creaba: «Desde la eternidad fui fundada, desde el principio, antes que la tierra. Cuando no existían los abismos fui engendrada, cuando no había fuentes cargadas de agua. Antes que los montes fuesen asentados, antes que las colinas, fui engendrada. No había hecho aún la tierra ni los campos, ni el polvo primordial del orbe. Cuando asentó los cielos, allí estaba yo, cuando trazó un círculo sobre la faz del abismo, cuando arriba condensó las nubes, cuando afianzó las fuentes del abismo, cuando al mar dio su precepto —y las aguas no rebasarán su orilla—, cuando asentó los cimientos de la tierra, yo estaba allí, como arquitecto, y era yo todos los días su delicia, jugando en su presencia en todo tiempo, jugando por el orbe de su tierra; y mis delicias están con los hijos de los hombres» (Pr 8, 23-31).
La sabiduría divina es la visión de Dios creador, es su idea, su imaginación, su proyecto. Por eso se puede entender justificadamente como la memoria y la custodia de lo creado. «La Sabiduría es el ángel custodio del mundo que, como un pájaro, que incuba a sus pequeños, cubre con sus alas a todas las criaturas para elevarlas, poco a poco, hacia el ser auténtico» (V. Soloviev).
La sabiduría divina está presente en todo lo que es creado: «Cuanto está oculto y cuanto se ve, todo lo conocí, porque el artífice de todo, la Sabiduría, me lo enseñó. Pues hay en ella un espíritu inteligente, santo, único, múltiple, sutil, ágil, perspicaz, inmaculado, claro, impasible, amante del bien, agudo, incoercible, bienhechor, amigo del hombre, firme, seguro, sereno, que todo lo puede, todo lo observa, penetra todos los espíritus, los inteligentes, los puros, los más sutiles. Porque a todo movimiento supera en movilidad la Sabiduría, todo lo atraviesa y penetra en virtud de su pureza. Es un hálito del poder de Dios, una emanación pura de la gloria del Omnipotente, por lo que nada manchado llega a alcanzarla. Es un reflejo de la luz eterna, un espejo sin mancha de la actividad de Dios, una imagen de su bondad. Aun siendo sola, lo puede todo; sin salir de sí misma, renueva el universo; en todas las edades, entrando en las almas santas, forma en ellas amigos de Dios y profetas» (Sb 7, 21-27).
«Diseminada en todo lo creado, habita la presencia de una memoria divina que custodia el mundo en su designio primero, es más, lo conduce hacia una cada vez más explícita revelación de esta realidad interior del mundo. La esencia celeste escondida bajo las apariencias del mundo inferior era el espíritu luminoso de la humanidad regenerada, el Ángel custodio de la tierra, la manifestación futura y definitiva de Dios» (V. Soloviev).
La Sabiduría divina es, por tanto, un principio de pensamiento vivo, no abstracto. Pertenece a Dios y a Él confluye. Por eso, es un principio de personificación. El pensamiento sapiencial razona respecto a la relación entre lo creado y el Creador. La Sabiduría, pues, se concentra en Cristo, en la Madre de Dios y en la Iglesia.
Hoy día, cuando una mentalidad basada sobre los principios abstractos ha creado una ciencia y un saber que no tienen en cuenta la verdadera vida, es especialmente importante hacer ver que las ideas se radican en las ideas de Dios y que por eso están vivas. Lo mismo ocurre también con nuestras imágenes. Se trata, por tanto, de un modo sapiencial de pensar. Sabiduría que une conocimiento y vida. Conocimiento que se traduce en un estilo de vida que hace que la vida dure eternamente.
foto
Pared de entrada:
la Sabiduría divina, testigo y custodia de la creación

La Sacristía de la Catedral de Santa María la Real de la Almudena
Madrid - España
Septiembre 2005

No hay comentarios:

Publicar un comentario