viernes, 9 de junio de 2017

SITUACIONES DIFÍCILES; POR PABLO GARRIDO SÁNCHEZ


SITUACIONES DIFÍCILES


Primer aniversario


El diecinueve de marzo, fiesta de san José, del año pasado, apareció la exhortación apostólica La alegría del amor del papa Francisco, proponiendo la doctrina pontificia después de la celebración del Sínodo sobre la familia convocado en dos etapas con el objetivo de afrontar la compleja situación familiar en un mundo cada vez más diversificado en modelos de comportamiento, esquemas ideológicos y proyectos sociales. El modelo familiar cristiano tiene que compartir espacio social con otras formas de convivencia familiar, que tienen en común el carácter nuclear de las mismas, pero difieren sustancialmente con mucha frecuencia. Se entiende por familia nuclear la que esta formada por el matrimonio y los hijos. Pensemos en las uniones de hecho ocasionales o formalizadas oficialmente; las uniones heterosexuales u homosexuales. Algunos viven su segundo o tercer divorcio con sus consiguientes matrimonios civiles. Como vemos el panorama social no tiene un modelo único de familia. A lo anterior hay que añadir el papel de los hijos traídos de las distintas uniones, que merecen una atención preferente, al constituir la parte más débil en todos estos procesos de reestructuración familiar sumamente complejo.

El documento La alegría del amor lleva un año de vigencia y es magisterio pontificio del más alto rango, y se va abriendo paso con algunas dificultades casi insensiblemente. El Papa no se ha salido ni un ápice del Evangelio ni de la Doctrina Oficial de la Iglesia; pero se ha paseado por las periferias, como a él le gusta decir. Había que proponer la belleza del amor humano e integrarlo en su dimensión cristiana y sacramental y lo ha conseguido; convenía destacar la estructura dialogal del amor conyugal, y lo lleva a cabo con gran sencillez; y, por otra parte, no deja de mostrar la convivencia familiar como el ámbito principal de valores fundamentales y fuente de la alegría personal. Pero el cuadro ideal y real del matrimonio y familia cristiana no está privado del riesgo de la quiebra o del fracaso, por lo que la Iglesia tiene que actuar o estar dispuesta como un hospital de campaña, como al Papa le gusta decir, para  actuar de buena samaritana. Llegados a este punto es donde el documento se hace menos digerible para algunos, que con buena intención quieren velar por la vigencia de unas esencias que ellos consideran irrenunciables.

Una gran dificultad y una gran oportunidad


El capítulo octavo del documento La alegría del amor  plantea la cuestión pastoral incómoda para algunos y desafiante para otros: ¿Se admite a los sacramentos de la Confesión y de la Eucaristía a los divorciados y vueltos a casar civilmente? Este asunto suscitó polémica y lo sigue haciendo. En el Instrumento de trabajo presentado a los cardenales, antes de la primera etapa sinodal, por el cardenal “Walter Kasper”, se recogía la necesidad de afrontar estos casos y darles una salida que agotase todos los recursos de la Misericordia divina; es decir, había que valorar si algunos casos de divorciados y vueltos a casar civilmente podían recibir los sacramentos de la Confesión y de la Eucaristía. La reacción no se  hizo esperar, y un grupo de cardenales, con todo el derecho que otorga la libertad de pensamiento, expresó su rotunda negativa al planteamiento inicial del cardenal Kasper. Los debates sinodales siguieron ahondando en la misma línea  del cardenal. El Papa  elabora, en este capítulo ocho del documento, una síntesis doctrinal que no se aparta en absoluto de la Doctrina Oficial de la Iglesia. Entonces, ¿por qué los opositores se muestran tan preocupados por la puerta que se abre a partir de este documento? Les pasa como si alguien estuviera muy ocupado y concentrado trabajando en su despacho y no se diese cuenta que el salón de su casa se le había llenado de personas; en un momento dado tiene que salir de su despacho y no sabe como comportarse con los que allí se encuentran.

Haciendo memoria

Cuando el cardenal Kasper presentó a los cardenales el Instrumento de trabajo para el Sínodo, al llegar al punto conflictivo de la admisión a los sacramentos de los divorciados vueltos a casar, apeló a la historia, trayendo a colación la práctica, en ese sentido, llevada a cabo en los primeros siglos por algunos  obispos en sus comunidades. La iglesia Ortodoxa, que es en todo igual a la Iglesia Católica, excepto en la obediencia al Papa y en el “filioque”, mantiene la disciplina sacramental de los primeros siglos, sin negar en absoluto la indisolubilidad del vínculo matrimonial contraído en el primer matrimonio, si este fue válido. La excepcionalidad de la norma no está en la norma misma, si no en su cumplimiento, teniendo en cuenta la fragilidad humana.
Pero los monseñores y otros clérigos y laicos, que en la Iglesia Católica elevan sus gritos al cielo por las disposiciones de la exhortación apostólica La alegría del amor, no se acuerdan o desconocen, que fue  el muy entrañable san Juan Pablo II, en la anterior exhortación apostólica, de mil novecientos ochenta y uno, quien admitió ya a los divorciados y vueltos a casar en segundas nupcias, a la recepción de los sacramentos de la Confesión y la Eucaristía, pero con una condición: habrían de vivir como hermanos comprometiéndose a no mantener relaciones íntimas: “ (Familiaris consortio, n. 84 ).Veamos lo que dice el texto oficial: La reconciliación en el Sacramento de la Penitencia – que les abriría el camino al Sacramento Eucarístico- puede darse únicamente a los que, arrepentidos de haber violado el signo de la Alanza y fidelidad a CRISTO, están sinceramente dispuestos a una forma de vida que no contradiga la indisolubilidad del matrimonio. Esto lleva consigo concretamente, que cuando el hombre y la mujer, por motivos serios –como, por ejemplo, la educación de los hijos- no pueden cumplir la obligación de la separación,  asumen el compromiso de vivir en plena continencia, o sea, de abstenerse de los actos propios de los esposos. Por tanto, la única diferencia en el actual magisterio pontificio del papa Francisco se establece sobre la autorización a los divorciados y vueltos a casar para que sigan manteniendo relaciones sexuales íntimas dentro de su convivencia conyugal, pues el documento no plantea prohibición alguna sobre ese aspecto.
En el último sínodo sobre la familia se debatió la conveniencia de las relaciones sexuales en los matrimonios divorciados  y vueltos a casar, y se concluyó que estos matrimonios, prescindiendo de las relaciones sexuales pondrían en grave riesgo su unión y la propia convivencia con especial repercusión en los hijos. En la exhortación actual, La alegría del amor, el papa Francisco no alude ni por un solo momento a la cuestión de las relaciones íntimas como condición imprescindible para la admisión a los sacramentos de la Confesión y de la Eucaristía. Con respecto a las nuevas uniones civiles de divorciados, la exhortación propone tres objetivos: acompañar, discernir e integrar. Hay que leer despacio este capítulo octavo de la exhortación para extraer el mayor rendimiento posible. Produce una gran tristeza la cerrazón y la pérdida de grandes oportunidades de evangelización al marginar estas enseñanzas por parte de sacerdotes, y obispos. Abrir las puertas a personas en  la situación que nos ocupa supone un esfuerzo renovado por explicar el nuevo enfoque, que en realidad es el mismo Evangelio, a los feligreses, para que no se produzca eso tan temido por algunos que es el escándalo. Hay que fortalecer a las comunidades parroquiales en la comprensión y vivencia de la misericordia de DIOS, de modo que pase de ser un concepto vacío a una experiencia con contenido concreto. De esta manera el discernimiento de los casos difíciles será llevado por el sacerdote, pero al mismo tiempo apoyado por una comunidad parroquial que crecerá espiritualmente al integrar de forma adecuada, a los que en ningún momento están excomulgados, a la plena comunión eucarística dentro de la comunidad. El papa Francisco ha puesto en manos de los pastores, curas y obispos, un instrumento de trabajo pastoral de máxima importancia. ¿Qué están haciendo  con la aplicación de este documento en los casos más difíciles? El Papa se está viendo obstaculizado en la puesta en marcha de sus reformas, de forma directa por parte de algunos más próximos, y por desidia por parte de otros un poco más distantes en los escalafones eclesiásticos. Pregúntese quien lea estas líneas, ¿cuántas veces durante este año ha escuchado una o varias homilías expositivas o aclaratorias sobre esta  exhortación  del papa Francisco? Al mismo tiempo que normativa, esta exhortación hace una exposición práctica de la vida conyugal y familiar, que la hacen apta para ser leída por una gran mayoría. Un objetivo parroquial debería estar centrado en la lectura del documento por la mayoría de personas posible. Se entiende muy bien el documento cuando da consejos directos a los esposos para la convivencia en la vida diaria, o señala la importancia de la educación de los hijos; mantiene una exposición con lenguaje pastoral al hablar de las dificultades familiares o de las circunstancias sociales en las que la institución familiar se encuentra inmersa. Por otra parte, habrá necesidad de esclarecer algunos puntos y para eso deberían estar las homilías y determinado tipo de reuniones. La homilía es la única posibilidad de catequesis para una gran mayoría de personas católicas practicantes.

Repensar el problema


Algunos obispos y sacerdotes se ponen muy serios cuando tienen que hablar en público de este documento, y en concreto de este capítulo octavo y sentencian: “Es que el papa Francisco no ha dado licencia para que todos los divorciados y vueltos a casar participen de los sacramentos de la Confesión y de la Eucaristía”; y algunos arremeten contra los medios de comunicación haciéndoles culpables de todas las tergiversaciones  posibles. Comprendo a estos clérigos que se ponen tan serios, pues en su día yo hice lo mismo en aras de la autenticidad, pero hay que darle dos vueltas más a estos asuntos capitales. El cura que pretenda ser fiel, hoy, a la Iglesia tiene que leer despacio esta exhortación  y ponerse las pilas para hacerla vida pastoral, de lo contrario perderá credibilidad él y la Iglesia Católica. Nos seguirán acusando de que decimos y no hacemos. Posiblemente, el clérigo se vea  obligado a modificar criterios que suponía inamovibles. No hay que desanimarse, es preciso  volver a las raíces en busca de verdad. La situación de dos personas  divorciadas y vueltas a casar con hijos o sin ellos supone un asunto de la máxima importancia, trascendencia y responsabilidad, que una vez resuelta positivamente supondrá un fortalecimiento y crecimiento de las comunidades capaces de acompañar, discernir e integrar.

La misericordia como principio


El papa Francisco dedica los últimos números de este capítulo ocho a poner de relieve la Misericordia divina como principio de actuación en todo el proceso de acompañamiento, discernimiento e integración de las personas en situaciones  consideradas irregulares. Tomar en serio la Misericordia divina exige discernimiento, y el discernimiento práctico nos complica la vida, porque lleva a las fronteras donde no cabe otra cosa que fiarse de DIOS y demoler las seguridades construidas de modo artificial. Es una falacia proponer alternativas como justicia o misericordia. La Justicia divina no puede acercarse a nosotros más que a través de su Misericordia dada nuestra precariedad y limitación. Y la Misericordia divina por su perfección y omnipotencia nos hace justos ante DIOS mismo por pura Gracia. Las acciones que nosotros realizamos que se puedan catalogar como meritorias pertenecen al orden mismo de la Gracia, y en todo caso damos gratis lo que gratis hemos recibido (Cf. Mt 10,8 ). La vara para medir sólo DIOS la tiene; la balanza para juzgar está en las manos de DIOS; y las condenas resolutorias pertenecen a la máxima soberanía divina (Cf. Lc 6,37 ). JESÚS no despreció la Ley contenida en el Antiguo Testamento, pero la relativizó al bien del hombre mismo: “El sábado está hecho para el hombre, y no el hombre para el sábado” (Mc. 2,27).

Primera y segunda generación cristiana


La doctrina de san Pablo sobre el matrimonio, perteneciente a la primera generación cristiana, contempla el divorcio en atención a los impedimentos para vivir la Fe por parte del cónyuge creyente(Cf. 1Cor 7,15)  San Pablo sabía del mandato del SEÑOR en cuanto a la indisolubilidad del vínculo matrimonial (Cf. 1Cor 7, 10). Entramos en este caso en una situación en que ha de aplicarse la gradualidad en el cumplimiento de la norma o de la ley prescrita(Catecismo de la Iglesia Catolica,n.1735 y 2352). El principio está dado, el SEÑOR lo dejó establecido, pero existen casos en que el propio principio no es posible mantenerlo en orden a un bien mayor.
El evangelio de san Mateo se escribe entrada la segunda generación cristiana, allá por el año ochenta, y recoge la práctica habida en las comunidades mateanas que enmarcan el ámbito en el que se va a escribir este evangelio. Las palabras del SEÑOR sobre la indisolubilidad del matrimonio eran conocidas por estas comunidades, pero como las comunidades evangelizadas por san Pablo establecieron excepciones a la norma o principio, que venía de los orígenes y que elevó a vínculo indisoluble el propio JESÚS: Lo que DIOS ha unido, que no lo separe el hombre (Mt 19,6). Para los exegétas actuales la excepción a la permanencia del vínculo matrimonial una vez establecido radica en el propio adulterio que establece una traición al compromiso adquirido ante DIOS en la unión matrimonial. La Ley judía podía llegar a la lapidación de la mujer, si esta era la parte culpable, y en cualquier caso el marido tenía la obligación de darle el acta de divorcio. Por tanto, es lógico que las primeras comunidades recogiesen la salvedad del adulterio para considera disuelto el  vínculo. Otra cosa distinta era la separación o divorcio “por cualquier causa” (Mt, 19,3). Cualquier causa” abarcaba desde cualquier nimiedad, como un grano en la mujer en una zona del cuerpo que al marido no le gustase; otras cosas más importantes como aspectos del carácter que hiciesen inconveniente la convivencia. El divorcio era y es una institución recogida dentro del Pentateuco y JESÚS la supera, pero las primeras comunidades entienden que puede haber excepciones al propio principio establecido por JESÚS. La discusión exegética entre el texto del evangelio de Marcos (Mc, 10,9), y el  evangelio de Mateo que establece el caso de adulterio para conceder el divorcio, supone un criterio a tener en cuenta para entender la posición de la Iglesia Católica con respecto a esta cuestión capital de la convivencia humana.
Las dos excepciones consideradas, la de san Pablo y la de san Mateo, nos dispone de nuevo a considerar la validez normativa de un principio moral y espiritual, y la gradualidad en el cumplimiento del mismo. El papa Francisco quiere disponernos a la difícil tarea del discernimiento que afecta a uno mismo y que debe tener en cuenta las situaciones ajenas. La escala de grises es grande, pero  no puede convertirse en la puerta de entrada al relativismo moral, por lo que desde el principio hasta el final todo el proceso de discernimiento tiene que estar presidido por una conciencia clara y creciente de la Misericordia divina, que hace posible que la Justicia divina sea justa para los hombres. Una justicia humana o divina sin la presencia de la Misericordia se convierte en la más flagrante de las injusticias. Una justicia, que no tenga en cuenta las circunstancias y los condicionamientos humanos, tanto internos y  personales como sociales, deriva en una condena sin paliativos en la mayoría de los casos. Una justicia sin Misericordia, ¿es una justicia realista? Una justicia sin misericordia, ¿juzga a la persona en su integridad y misterio, o lo hace parcialmente? DIOS, ¿puede prescindir de su Misericordia para juzgar? Decimos: Dios es Santo y es perfecto, ¿lo es por su Justicia o por su Misericordia? DIOS es Justo y Santo e incompatible con el pecado, pero es capaz de santificar y justificar al pecador, manifestando así su omnipotencia. En este punto se encuentra la fuente regeneradora que emana de la Cruz  de JESÚS. No existe pecado que en la Cruz de JESÚS no haya quedado destruido y no hay situación que no pueda ser restablecida desde la omnipotencia encerrada en la máxima debilidad humana del CRUCIFICADO. Ninguna jerarquía eclesiástica o cristiano de a pie se debería apartar de este  principio redentor para resolver, desde ahí, todas las situaciones humanas que estando tan desfiguradas ya no parecen humanas como reza el salmo veintiuno y el cuarto cántico del Siervo de YAHVEH (Slm 21,; Is 53,2).

La gradualidad en la culpa y la gradualidad en la Gracia


El papa Francisco en repetidas ocasiones manifestó que la recepción de la Eucaristía no es un premio que recibimos por ser buenos. Esta gran verdad no la tenemos bien asumida los que participamos en la santa Misa y comulgamos con frecuencia. Está muy bien que se nos recomiende encarecidamente que debemos estar en gracia de DIOS para acercarnos a comulgar; y es en ese punto donde puede estar el nudo del  problema. ¿Quién determina el que está en gracia de DIOS? ¿qué entendemos por estar en gracia de DIOS? ¿Es un estado de perfección ética el estar en gracia de DIOS? Podría alguien concluir: Está en gracia de DIOS el que no comente pecado. Y parecería que la proposición anterior es absolutamente correcta, pero todavía cabe alguna salvedad: primero, que aquel que en absoluto no comete pecado ya está en el cielo; segundo, que nadie en este mundo está privado del pecado más o menos grave. Esto último lo rezamos  en el padrenuestro y nos lo recuerda san Juan en su primera carta (1Jn, 1,8-10). En el padrenuestro rezamos cada día pidiendo el pan y el perdón; y salvo que lo hagamos de manera superficial o hipócritamente, debemos ser conscientes de nuestro pecado diario, que DIOS ha de perdonar diariamente para mantenernos en su divina Presencia. Ante este panorama tenemos que seguir preguntando, ¿quién está en Gracia de DIOS? Pues, todo aquel que desea tener una relación con ÉL, ya que el mismo deseo establece la relación. O, más aún, el deseo de establecer la relación ya indica que DIOS  mismo está en íntima relación con esa persona.
Dados los hechos anteriores en la fase sinodal, previa a este documento, algunos padres quisieron establecer dos modalidades: que los matrimonios divorciados y vueltos a casar al participar en la santa Misa realicen una comunión espiritual, pero no se acerquen a recibir el sacramento, a lo que otros respondieron que si mediante esa comunión espiritual se establecía un estado de gracia de DIOS, ¿qué impedía la recepción del mismo sacramento? Los que se pronunciaron de esta manera estaban considerando que el estado de gracia no es algo fácilmente determinable por nadie, y que la Eucaristía no es un premio, sino el alimento de los más débiles y necesitados. ¿Pasa algo cuando comulgamos? Claro que sí; lo que pasa es que JESÚS viene a establecer una relación profundamente restauradora en la persona a todos los niveles. El más necesitado va a ser consciente de la entrada sacramental de JESÚS en su vida. El papa Francisco advierte en este capítulo ocho: No hay pecado que pueda ser imputado toda la vida. Atendamos bien: alguien ha vulnerado el vínculo matrimonial una vez recibido válidamente, ¿puede ser perdonado de este pecado? Cuando se afirma: los divorciados y vueltos a casar no están excomulgados y hay que hacérselo saber; ¿podemos decirles al mismo tiempo que están en adulterio permanente, si mantienen las relaciones propias de un matrimonio que ha de permanecer en amor y fidelidad? En algún momento de las vidas de estas personas la Iglesia debe reconocer que las obligaciones para con el matrimonio anterior han concluido y que la responsabilidad moral de los afectados está resuelta.

Dos episodios del Nuevo Testamento


El primero de ellos nos lleva al encuentro de JESÚS con la Samaritana. Conviene leer el texto (Jn 4, ss), y extraer lo que al tema presente interesa. Se produce el encuentro entre JESÚS y la Samaritana y observamos que es directamente intencionado por parte de JESÚS, conocedor de las circunstancias actuantes en la vida de aquella mujer. No olvidemos que el evangelista san Juan muestra a JESÚS capaz de reconocer lo íntimo del corazón del hombre (Cf Jn 2,23). JESÚS puede entrar en el mundo personal de la Samaritana sin violentar su libertad, y dialoga con ella hasta que el corazón de esta mujer acepta el don del ESPÍRITU SANTO,  mostrando su presencia y acción en el impulso evangelizador manifestado en ella(Cf Jn 4,28-29). ¿Juzgaríamos, en un principio, a la Samaritana capaz de recibir el don del ESPÍRITU SANTO cuando su estado en aquel momento era manifiestamente irregular? JESÚS se lo declara: has estado casada cinco veces, y el hombre con el que ahora convives no es tu marido (Cf Jn 4,17 )Por tanto en este encuentro aparece una situación que nosotros calificaríamos irregular, en la que JESÚS, EL SALVADOR, es capaz de actuar, rehabilitar y convertir.
El otro caso nos lleva al libro de los Hechos de los Apóstoles, cuando Pedro es mandado por el Ángel del SEÑOR a casa del centurión Cornelio (Hch 10,34-48). El texto describe un escenario familiar, en el que hay un deseo de recibir el bautismo como puerta  de entrada a la comunidad cristiana. Pedro inicia su anuncio y comienza a hablar de JESÚS de Nazaret, ungido por DIOS con la fuerza del ESPÍRITU, que pasó haciendo el bien, curando y liberando a todos los oprimidos por el diablo. Ajusticiado y crucificado, DIOS  lo resucitó de entre los muertos. La síntesis del libro de los Hechos sin duda corresponde a un discurso más amplio y detallado; pero lo importante es lo que sucede mientras Pedro está hablando a esta familia: el ESPÍRITU SANTO viene sobre los presentes y comienzan a profetizar y a alabar a DIOS en lenguas. Pedro, entonces, declara: ¿Podemos negar el bautismo a los que el ESPÍRITU ha ungido igual que a nosotros? Esta última afirmación es capital para el tema que nos ocupa.
Veamos, pues: La Samaritana manifiesta la presencia del ESPÍRITU SANTO en la prontitud con la que se dispone al anuncio de JESÚS entre sus vecinos (Cf Jn 4, 28-29); y Cornelio y su familia prorrumpen en un tipo de evangelización kerigmática acompañada de dones carismáticos, don de lenguas y profecía (Cf Hch 10,45-46) . Hagamos el paralelismo: ¿Se puede negar los sacramentos de la Reconciliación y de la Eucaristía a unos padres que desean evangelizar a sus hijos, aunque provengan de uniones canónicas anteriores? ¿Presentan los que así proceden, nos referimos a los padres, signos claros de la presencia de la Gracia en sus corazones? ¿Acepta el SEÑOR JESÚS a su mesa al que dentro de su imperfección desea sinceramente unirse a ÉL, ser sanado y rehabilitado? ¿Degradó JESÚS su Mensaje aceptando el encuentro y la comunión con los más alejados de la sociedad de su tiempo; o expresó, de esa forma, lo inagotable de su Misericordia?
Necesitamos en nuestra Iglesia personas dotadas de los dones de entendimiento, sabiduría y ciencia, para que realicen discernimientos prudentes que pongan en activo los recursos de la REDENCIÓN. Entendimiento o conocimiento para saber de  DIOS algo en su Misterio; sabiduría para  entender los entresijos de la Providencia divina en medio de las circunstancias humanas; y un poco de ciencia teológica  asistida por la unción del ESPÍRITU que les permita dar razón de lo que la Iglesia  puede hacer en el momento presente.
Al comienzo de estas líneas advertíamos que la  admisión de los divorciados vueltos a casar y su participación en los sacramentos no era  un asunto del todo nuevo, pues san Juan Pablo II, en la exhortación “Familiaris consortio”, habló de ello, y dejaba una puerta abierta con la condición de que ambos cónyuges renunciasen al mantenimiento de las relaciones íntimas. El comentario de esta condición y disposición da para otro artículo, con lo que dejaremos el asunto para mejor ocasión.  

Para terminar


Este capítulo ocho de “La alegría del amor” recoge también la atención debida a esos otros escenarios familiares en los que puede haber causas para la nulidad matrimonial de los cónyuges unidos en nuevo matrimonio civil o unión de hecho. El itinerario es distinto con los que permanecen en unión de hecho y se les puede acompañar al descubrimiento de los beneficios espirituales del Sacramento del Matrimonio. Las situaciones problemáticas no impiden en lo más mínimo el avance y crecimiento en la vida cristiana. Todos debemos creer que DIOS puede mejorar y cambiar las vidas de las personas más necesitadas.


Breve bibliografía

AA. VV. “Permanecer en la verdad de CRISTO”; Ed. Cristiandad, 2014. cinco cardenales, entre ellos el Prefecto  de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe,  contestan  al documento de Kasper.

Augustin, George; “El matrimonio y la familia”,Ed. Sal Térrea, 2014.  El autor citado coordina los trabajos de distintos especialistas en torno al matrimonio y las situaciones difíciles, aportando aspectos a tener en cuenta.

Kasper, Walter; “El evangelio de la familia”, Ed. Sal Térrea, 2014. En este libro de cien páginas se recoge la ponencia presentada por Kasper, en el consistorio de cardenales de veinte y veintiuno de febrero, de 2014, como instrumento de trabajo para el Sínodo sobre la familia. En este documento de forma clara, Kasper, se pronuncia favorable  a la admisión a los sacramentos de la Eucaristía y de la Penitencia de los divorciados y vueltos a casar, después de un proceso de acompañamiento y discernimiento.

Meier P , Jonh; “Un judío marginal”, Ed. Verbo Divino. Esta magna obra de exégesis, de este autor católico, es una referencia obligada a la hora de valorar un texto evangélico . El autor señala con gran precisión el claro pronunciamiento de JESÚS sobre la indisolubilidad del matrimonio y la cláusula de excepción tenida en las comunidades mateanas debido al adulterio, que recoge el propio evangelista san Mateo (Cf 19,9)

Picaza, Xavier; “La familia en la Biblia, una historia pendiente”, Ed. Verbo Divino, 2014. Es un recorrido  por toda la Escritura para establecer una base sólida a cualquier discusión posterior.

Sebastián Aguilar, Fernando; “Diez cosas que el papa Francisco quiere que sepas sobre la  familia”, Publicaciones Claretianas, 2016. Las dos últimas páginas de este libro ilustran la posición de nuestro obispo emérito y cardenal, estableciendo criterios acordes  con la “Amoris laetitia”, del para Francisco.

Tettamanzi, Dionigi; “El evangelio de la misericordia para familias heridas”; Ed. San Pablo, 2014. Arzobispo emérito de Milán, argumenta en la misma línea que el cardenal Kasper.

Directrices pastorales de la Conferencia Episcopal Alemana, sobre la admisión a los sacramentos de los divorciados y vueltos a casar. Búsqueda en  internet.


Pablo Garrido Sánchez

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