¡Un mazazo! ¡Un auténtico mazazo me he llevado esta mañana cuando he visto y leído que te habías marchado llevando ese zurrón lleno de Amor a la Casa del Padre mi querido y buen hermano Rafael Ibáñez Pérez!
Un frío intenso ha helado mi ánimo haciendo que en este caluroso día de agosto ventoso me ha recorrido cuando he recibido este zarpazo de realidad y he comprobado que ya no te encontraré más por estos mundo de Dios ya sean por medio de cualquier acto de los que a nosotros nos gustaba o recorriendo estas calles digitales donde asiduamente nos veíamos, charlábamos, reflexionábamos...
No había un día que no habláramos, que no compartiéramos, que no abriéramos una vía en la cual compartir nuestros propios pensamientos en torno a Dios, la vida, la Fe, nuestra Madre Iglesia, el canto, la fotografía o las Hermandades y Cofradías así como nuestros proyectos, los que tenías comprometidos o ideaba en un momento adecuado.
Siempre he sentido que Rafael Ibáñez Pérez como un hombre comprometido y coherente y eso para mí tiene más valor que el oro bendito porque cuando al final cierras los ojos, como ayer lo hiciste querido amigo, caminas al encuentro del Señor por la calle de la veracidad, de la verdad, en la que viviste y en la que compartiste con todos nosotros.
Tus estudios, colaboraciones, conferencias, el Coro San Juan de la Cruz, la apasionante afición a la fotografía, el apostolado cofrade y más concretamente en estos últimos tiempos como miembro activo y comprometido de la actual Junta de Gobierno de la Hermandad del Cristo de la Sangre y Señora de los Desamparados.
Tu vida, tu forma de entenderla, tus muchas vivencias, tu conversación siempre edificante, las confidencias que compartíamos ya fuera mañana, tarde o noche, tu forma de ser y estar, tus abrazos fuertes y sentidos cada vez que nos encontrábamos, tu preocupación y oraciones en los momentos malos de mi enfermedad, inquietantes y dolorosos de mi operación, tus palabras de ánimos en esta lenta recuperación que al día de hoy prosigo en su caminar...
Sin pretenderlo te convertiste en parte de mi vida y me hiciste preciosos regalos que quedan tallados en mi corazón por siempre. Recuerdo que el día del Sagrado Corazón de Jesús del año pasado, más concretamente el día 12 de junio, me pusiste un mensaje a las 12.07 horas que decía justamente:
“Muchas felicidades en tu día”.
Y yo te contesté: “Muchas gracias mi querido amigo y buen hermano. Es la primera vez que me felicitan en el día del Sagrado Corazón de Jesús y te puedo asegurar que me ha emocionado. Un fraternal abrazo”.
“Lo he hecho de todo corazón” fue tu escueta y honda contestación.
Nuestras conversaciones se mantenían a diario. Hoy todas se me han venido a la mente y las tengo como ese tesoro que solo nos pertenece a los dos.
El pasado 17 de junio a las 13.35 horas me ponías un mensaje que sería a la postre el último: “Buenas tardes hermano: 11 días ingresado y ya en lista de espera para operarme de corazón. Aparte de algunas pequeñas grietillas...
Inclúyeme en tus oraciones por favor. Un fuerte abrazo”.
Y desde entonces no he parado de rezar en mis visitas diarias a Jesús en el Sagrario, ofrecimiento en el Santo Rosario... Te he puesto bajo el manto de la Patrona de Villaluenga y allí tienes una vela encendida que permanecerá encendida por siempre.
Cuando rezo es costumbre en mí pedir y rogar pero al final siempre le pido al Padre que se haga según su Voluntad pues nosotros, que somos muy cortos de entendederas, solo vemos nuestro hoy pero Él conoce nuestro mañana.
¡Y se ha cumplido la voluntad de Dios!
Hoy estoy triste, no puedo dejar de estarlo, pero mi corazón late al ritmo del Amor y la Esperanza porque sé que estás, mi querido Rafael, en Presencia directa de Cristo Jesús al cual siempre y en todo momento has entregado tu vida. Ya conoces lo que es la eternidad, ya has conseguido la meta de todos los que amamos sin fisuras al Señor pues ahora estás junto a Él.
Sí, querido hermano, para ti ya no hay pasado, presente ni futuro al estilo del mundo porque querido Rafael Ibáñez Pérez has entrado por la puerta grande en una dimensión que se nos escapa pues desde ayer eres eterno. ¿Se puede pedir más?
Quiero mostrar por medio de esta carta abierta mi profundo pesar a su mujer, Alicia, hijos,familia, amigos, hermanos, al apostolado cofrade en el cual estaba tan inmerso y por supuesto a su Hermandad del Cristo de la Sangre de San Fernando, a su Junta de Gobierno así como a todos sus hermanos. Pido a Dios que os de fuerzas y consuelo en estos momentos de honda tristeza por la marcha de Rafael Ibáñez a la Gloria de Dios.
Y a ti hermano, que ya estás en los Cielos, no te negaré que seguiré rezando aunque te pido que entones un bello canto al Señor que sirva como oración hacia todos los que aquí nos hemos quedado más solos y huérfanos sin tu presencia.
Con un fraternal abrazo con sabor a eternidad,
Jesús Rodríguez Arias
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