domingo, 28 de agosto de 2016

SAN AGUSTÍN SEGÚN EL PADRE RUPNIK




Capilla de Santa Mónica en el Colegio Internacional Santa Mónica de los Padres Agustinos en Roma
Via S. Uffizio (ora Paolo VI), 25 - 00193 Roma
En su Sermón 239 sobre la Pascua, San Agustín asocia a los discípulos de Emaús a la viuda de Sarepta.
La parte del mosaico en la que se representa a esta viuda es la mesa de la caridad, la parte en la que están representados los discípulos es la mesa de la Eucaristía. Pero estas dos partes forman una única mesa..
El pensamiento de San Agustín insiste mucho en destacar que quien es anfitrión no debe pensar que es más importante que el huésped, sino que recibe un intercambio de dones. El huésped, en sí mismo, es un don importante para el anfitrión y tal vez le trae algo más importante que no tiene el anfitrión. De ahí la idea de realizar una especie de espejo, con dos figuras centrales: la viuda y de Cristo.
La viuda pasa la comida por encima de la cabeza de su hijito que está a punto de morir, ya que habían terminado su comida. La mujer, de hecho, da la precedencia a lo que dice Elías: sigue su palabra y ejecuta el gesto de la caridad y Elías le indica la vasija y la orza llenos. El niñito hace un gesto como el de Elías, tendiéndole la mano hacia la orza. La mujer da, pero recibe algo muy distinto: no sólo un pan para comer y luego morir, sino un pan que no se acaba nunca y un tarro que no agota.
En otro pasaje san Agustín dice que en la comunión de la mesa comulgamos con lo que antes hemos ofrecido en la liturgia, y que luego recibimos en Cristo, con Cristo.
Aquí se ponen a servir los dos discípulos, Cristo toma el pan de lo que ofrecen, lo parte en el costado, con el fin de hacer entender que se trata precisamente de su cuerpo, de su sacrificio, y lo devuelve: se ha dado el pan y se recibe a Cristo; de algún modo se une a la perfección el aspecto de la mirada de la caridad -que sigue a la intuición de la palabra, la viuda - y por otro lado los discípulos que reciben a Cristo después de su ofrenda.
Visión panorámica
Capilla de santa Mónica en el Colegio Internacional de los Padres Agustinos
Roma - Italia
Febrero 2007

El sagrario está en el centro, porque de alguna manera recoge la síntesis de las dos escenas: se inserta en una corriente de muchos oros diferentes. Por un lado puede dar la idea de separar, como un espejo, las dos escenas; pero por el otro sugiere justo la idea contraria, indicando que las dos escenas convergen en esta única corriente donde se encuentra el sagrario; sobre él, en griego, está escrito ho on, «el que es» (cf. Ex 3, 14), palabras que muchos cristianos primitivos escribían en las vendas blancas de la tumba vacía.
Elías con la viuda y el hijito
Capilla de santa Mónica en el Colegio Internacional de los Padres Agustinos
Roma - Italia
Febrero 2007
 
Detalle de las tinajas
Capilla de santa Mónica en el Colegio Internacional de los Padres Agustinos
Roma - Italia
Febrero 2007
 
Cristo y los discípulos de Emaús
Capilla de santa Mónica en el Colegio Internacional de los Padres Agustinos
Roma - Italia
Febrero 2007

Las miradas son muy importantes en estas figuras, como los rostros que son casi inmateriales: en los rostros - salvo en la de Elías, que aún es del Antiguo Testamento, y está más probado, es más material, y todavía le cuesta ver a Dios en el rostro del amor- no se ven las piedras, aunque es evidente que están en todas partes, sin embargo, incluso en los vestidos. Pero no en los rostros, porque precisamente allí se cumple lo que era el plan de la creación, es decir, que toda la materia tiende a convertirse en cuerpo humano. Cuando el cuerpo es absorbido por el amor, se convierte en rostro, porque el amor tiene siempre un rostro y, cuando la materia es absorbida por el rostro, porque ha sido absorbida por el amor, no se ve la materia como lo primero, porque el amor la cambia. Si se encuentra con una buena persona, no tenemos la sensación de la carne y de la sangre de su rostro, porque la expresión de la bondad tiñe lo «crudo» de la materia.
Así, si la materia de las paredes es muy rica, fuerte, presente y palpable, poco a poco se ordena de un modo en los vestidos y en el cuerpo, y de otro en el rostro, retirándose y dando prioridad a la expresión.
El rostro de Cristo
Capilla de santa Mónica en el Colegio Internacional de los Padres Agustinos
Roma - Italia
Febrero 2007
 
El pan ofrecido por la viuda
Capilla de santa Mónica en el Colegio Internacional de los Padres Agustinos
Roma - Italia
Febrero 2007
 
El pan partido en Emaús
Capilla de santa Mónica en el Colegio Internacional de los Padres Agustinos
Roma - Italia
Febrero 2007
 
El sagrario con la inscripción, en griego, «El que es»
Capilla de santa Mónica en el Colegio Internacional de los Padres Agustinos
Roma - Italia
Febrero 2007
 
Paneles en la parte derecha del presbiterio
Capilla de santa Mónica en el Colegio Internacional de los Padres Agustinos
Roma - Italia
Febrero 2007

El círculo rojo, color con el que la iconografía siempre ha recordado a la divinidad, y el azul, en alusión a la humanidad, también sirven para equilibrar la composición de modo sabio. Entre las diferentes fuerzas, las diversas formas, las diversas líneas, los materiales diferentes, la tensión lleva hacia la luz y no hacia el conflicto, hacia una expresión de vida y no de ruptura de la vida.
Paneles en la parte izquierda del presbiterio
Capilla de santa Mónica en el Colegio Internacional de los Padres Agustinos
Roma - Italia
Febrero 2007

Santa Mónica y San Agustín están representados en el arco, uno como espejo del otro (ella a la izquierda y él a la derecha), según la costumbre antigua que en el arco triunfal los representaba a los santos celebrados en ese lugar.
Los padres agustinos habían propuesto representar a Mónica en su actitud contemplativa. Rupnik lo ha hecho inspirándose en san Máximo el Confesor, para el cual es contemplativo quien sabe ver en una persona lo que Dios obra en ella, cual es su posibilidad en la obra de la redención. Así, Mónica era contemplativa al acoger lo que Dios haría en san Agustín. Por eso, en el mosaico, Mónica mira a su hijo, y Agustín mira a quien está en la capilla. Es el único de los personajes representados que lo hace. Todos los demás nos permiten, en cambio, que nos unamos a sus miradas: así, con Mónica miramos a Agustín, con Cristo a los discípulos, con los discípulos al pan, tal como ellos lo veían.
Santa Mónica
Capilla de santa Mónica en el Colegio Internacional de los Padres Agustinos
Roma - Italia
Febrero 2007
 
San Agustín
Capilla de santa Mónica en el Colegio Internacional de los Padres Agustinos
Roma - Italia
Febrero 2007

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