lunes, 27 de febrero de 2017

ESPAÑA: CHARLAS CUARESMALES EN LA CATEDRAL CASTRENSE




TU IMAGEN SEÑOR SOBRE MÍ,
BASTARÁ PARA CAMBIARME

Catedral Castrense. Madrid, 27-28 de febrero, 1 de marzo 2017
Guion Primera Meditación:
Tres miradas de Jesús: pecadores perdonados
(Jn 4, 1-45; Jn 8, 1-11; Lc 7, 36-50)
Oración preparatoria:
Te pedimos Señor, que nosotros, indignos siervos tuyos, afligidos por las propias culpas, nos veamos transformados por tu mirada misericordiosa.
1. Si conocieras el don de Dios (la misericordia divina) (Jn, 4,5- 31).
         a. Hacemos una composición de lugar de la escena evangélica. Estamos en un lugar emblemático: “el pozo de Jacob”. A la hora sexta (medio día). Un Jesús fatigado y una mujer que viene a sacar agua del pozo. El Señor inicia un diálogo pidiéndole a la samaritana que le dé de beber. Él, siendo un maestro, se atreve hablar a solas con una desconocida. Esto era escandaloso en aquella cultura.
         b. Comienza el diálogo: “si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: dame de beber, tú le habrías pedido a él, y él te habría dado agua viva”. Jesús irá pasando de lo exterior a lo interior de la vida de la samaritana que, poco a poco, se ve interpelada por las palabras llenas de mansedumbre que salen del corazón del Mesías. Tal es así, que la mujer termina pidiéndole el agua viva de su misericordia (v. 15), aceptando su realidad de pecadora (vv. 17-19), y haciendo una profesión de fe (vv. 19-26).
         c. Desenlace del coloquio entre la pecadora y el salvador. La mujer se ha visto iluminada por la comprensión del profeta de Nazaret. Ya no necesita el cántaro y vuelve a su pueblo hecho una criatura nueva (vv. 28-30), ya es una pecadora perdonada: “muchos samaritanos creyeron en él por el testimonio que había dado la mujer”. Pero todavía creció mucho más el número de creyentes por “su predicación”. Es decir, el testimonio del testigo es importante, pero no debemos quedarnos en ello, debemos ir al origen del cambio de vida de esa persona: Dios.
Conclusión: ¿Quién es Dios para mí? ¿Me dejo interpelar por Él? ¿Estamos dispuestos a dejar “nuestro cántaro” (que es el barro del pecado) y salir de nosotros mismos y predicar a los otros las maravillas que el Señor va haciendo en cada uno? ¿Cómo y cuándo bebemos de su Palabra?.
2. La misericordia y la miseria. (Jn 8,1-11).
         a. Imaginémonos la escena del pasaje evangélico. Jesús se ha pasado la noche rezando, por la mañana aparece en la explanada del templo enseñando a la multitud. De pronto, se ve interrumpido porque unas personas importantes: “escribas y fariseos” le llevan ante él a una mujer adúltera con intención de ponerlo a prueba como maestro y juez que es.
         b. ¿Vamos nosotros a oír a Jesús como iba el pueblo a escucharlo? Otra vez, el pecado está personificado en un ser inferior como era la mujer en aquel entonces. Estamos ante un pecado visible, pero los que llevaron a la adultera ante Jesús, eran tan pecadores o más que ella, pero sus pecados no eran visibles, eran unos hipócritas, que se sentían superiores a los demás. ¿Cómo es que la cogieron “en el acto mismo del adulterio”? ¿No sería porque ellos sabían muy bien el camino y también frecuentaban sus favores? Una vez más, es más fácil “ver la paja en el ojo ajeno que la viga en el tuyo”. Por eso, la miseria humana aparece aquí en su doble cara: la que es señalada “con el dedo” y aquella recóndita que existe en el corazón del hombre, desde donde salen todos los malos deseos y acciones de la persona. ¿Cuáles son las miserias del alma que solamente Dios y tu propia conciencia saben? ¿Estás dispuesto a reconocerlas y a ponerlas “a los pies” del Señor?.
         c. Jesús mira en silencio a aquella indefensa mujer. Lee en sus ojos los sufrimientos, soledades, angustias, desamores que ha ido viviendo a lo largo de su vida. Podría contar muchas cosas, pero calla mientras se ve transformada por la mirada de misericordia del Maestro. Pero también, el Señor miró con tristeza y amargura el alma de los acusadores, por ello les dice: “el que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella” (v.7). La fuerza de esa mirada puso al descubierto la hipocresía de los presentes, mientras Jesús hacia lo mismo que al principio de la escena “siguió escribiendo en tierra” (v.8), quizás haciendo tiempo para que la misericordia divina cambiase “aquellos corazones de piedra” en corazones “compasivos y misericordiosos” como el de Dios. Largo fue el silencio de Jesús hasta que se fue el último hipócrita, mientras escribía en el suelo ¿qué escribiría? No lo dice el evangelista, pero podemos suponer algún texto de la Escritura. En aquella soledad esta la Misericordia representada en Jesús y la miseria humana en esa débil mujer: “¿dónde están tus acusadores? ¿ninguno te condenó? Ninguno Señor” (vv. 10-11).
Conclusión: “yo no te condeno”. “Jesús no ha venido a condenar al mundo, sino a que el mundo se salve por Él”. Esto nos lleva a confiar siempre en Él.
3.  La pecadora perdonada: el amor hace posible todo. (Lc 7,36-50).
         a. Estamos en la escena evangélica del llamado “banquete de Simón”. Jesús va a comer a casa de un importante fariseo. Era rico en su prestación social pero el pasaje nos va descubriendo su pobreza moral. La sorpresa es que “una mujer de mala fama” se auto invita y se convierte en la protagonista del acontecimiento. Todo se va desarrollar en torno a este trípode: Cristo, el fariseo y la pecadora.
         b. En el centro está el Maestro de Nazaret, que en público se deja tocar por una “pecadora” que realiza un acto supremo de amor a Jesús: “colocándose detrás junto a sus pies…” (v. 38) y expresando su arrepentimiento con las lágrimas de la conversión, los besos a los pies y el perfume que derrama sobre ellos, como reconocimiento que se encuentra ante alguien, que es divino, que es santo. Ella no habla, solo solloza, pero escucha el diálogo entre Simón, que aún no ha descubierto que él también es pecador, y el gran Perdonador que ha sido invitado a la casa.
         c. Jesús no da un discurso ante los comensales acerca del perdón de los pecados y quién tiene poder para perdonarlo, sino que utiliza el diálogo, la parábola, el gesto y la sentencia. Comienza adivinando los malos pensamientos sobre la mujer que tenía el fariseo, luego se dirige directamente a él, le plantea la cuestión en forma de parábola para que Simón haga el mismo un discernir sobre su propia vida y lo que está ocurriendo: “…tengo algo que decirte…dos hombres debían dinero… el prestamista perdonó la deuda a los dos…¿cuál de ellos le amará más? (vv. 40-42). Esos dos deudores son el fariseo y la pecadora perdonada. La diferencia está en que el primero se haya atrapado por sus prejuicios sociales-religiosos, (así como también los comensales), y no se ha mirado hacia dentro para reconocer su fallo. La invitación a entrar en la casa ha sido meramente formal, no ha nacido de un corazón amorosamente agradecido. En cambio la mujer, hace todo lo que debería haber hecho el fariseo con su invitado, porque se siente gratificada por el perdón de sus pecados. Jesús, tomando el papel de Yahveh que es el único que puede perdonar los pecados, expresa su perdón hacia la que tenía “mala fama” y a la vez alaba su fe: “tus pecados te son perdonados…Tu fe te ha salvado, vete en paz” (vv. 47-50) ¿Dónde está la clave de esa salvación? En el Amor: “porque amó mucho se le perdono mucho” (v. 47).
Conclusión: Venimos a la existencia por el amor creador de Dios. Fuimos redimidos porque: “tanto amó Dios al mundo que nos envió a su propio Hijo”. Somos sostenidos en la existencia diaria por el Espíritu del Amor. ¡Este amor de Dios hace posible todo! ¡Esta es la fe que nos salva!
Para finalizar
Oración de santa Teresa de Jesús: “Solo Dios basta”.
Nada te turbe
Nada te espante,
Todo se pasa,
Dios no se muda.

La paciencia
Todo lo alcanza;
Quien a Dios tiene
Nada le falta:
Sólo Dios basta.

Eleva el pensamiento,
Al cielo sube,
Por nada te acongojes,
Nada te turbe.

A Jesucristo sigue
Con pecho grande,
Y, venga lo que venga,
Nada te espante.

¿Ves la gloria del mundo?
Es gloria vana;
Nada tiene de estable,
Todo se pasa.

Aspira a lo celeste,
Que siempre dura;
Fiel y rico en promesas,
Dios no se muda.

Ámala cual merece
Bondad inmensa;
Pero no hay amor fino
Sin la paciencia.

Confianza y fe viva
Mantenga el alma,
Que quien cree y espera
Todo lo alcanza.

Del infierno acosado
Aunque se viere,
Burlará sus furores
Quien a Dios tiene.

Vénganle desamparos,
Cruces, desgracias;
Siendo Dios su tesoro,
Nada le falta.

Id, pues, bienes del mundo;
Id, dichas vanas;
Aunque todo lo pierda,
Sólo Dios basta

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