
Sacerdote, 23 de septiembre
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Sacerdote
Elogio: En la ciudad de Três Pontas, en Minas Gerais, Brasil, Beato Francisco de Paula Victor, sacerdote diocesano († 1905)
Fecha de beatificación: 14 de noviembre de 2015, durante el pontificado de S.S. Francisco.
Breve Biografía
Fue el 12 de abril de 1827, en la pequeña ciudad de Campanha, al sur de Minas Gerais, en la hacienda de la señora Mariana de Santa Bárbara Ferreira, que la esclava Lourença Justiniana de Jesús dio a luz a un niño, que fue bautizado en día 20 del mismo mes con el nombre de Francisco de Paula Víctor. Como el 12 de abril el martirologio [catálogo de quienes la Iglesia ha reconocido su santidad] indicaba, entre otros, el nombre de San Víctor, es posible de que ese fuera el origen de su apellido.
En la hacienda de doña Mariana, su madrina y educadora, Francisco creció, siempre admirado y querido por todos. Era un muchacho robusto, lleno de salud y obediente. Su carácter piadoso servía de ejemplo para los demás. Después de haber sido extremadamente pobre, nunca abandonó la modestia y la disciplina.
Es muy probable de no haya sido criado como un esclavo, porque su madrina doña Mariana, era abolicionista (propugnaba la abolición de la esclavitud).
De joven, Francisco de Paula Víctor aprendió el oficio de sastre. Pero a los 21 años de edad, sintió otro deseo: ser sacerdote. Así, aprovechando la visita a su ciudad natal de Don Antonio Ferreira Viçoso, obispo de Mariana, el joven sastre fue donde él, para confesar su deseo y vocación religiosa. Don Viçoso, habiendo recibido informes de la buena conducta y formación del joven, no hizo más que alentarle en el digno propósito de convertirse en sacerdote, aconsejándole estudiar música y latín. Ayudado por su madrina y "patrona", Víctor se dedicó con perseverancia, al principio con dificultad, pero en pocos meses de dedicación, había dominado ambas materias.
Así, el 5 de junio de 1849, aparecido en el Seminario de Mariana un corpulento chico negro, pobremente vestido, los seminaristas pensaron que aquel personaje iba para ser ayudante de cocina o cualquier otra labor doméstica.
EL SEMINARIO, LAS HUMILLACIONES Y LA VICTORIA
Cuando los seminaristas supieron que el negro era, como todos ellos, un estudiante y candidato al sacerdocio, quedaron atónitos. Su admisión en el seminario causó disgusto entre los orgullosos estudiantes, que se sentían deprimidos porque tenían que convivir junto a un negro. Comentaban entre sí: ¿Cómo podría ser sacerdote, un ministro de Dios, un negro feo, un tipo tan horrible? Fue necesaria la intervención del obispo de Mariana, Don Viçoso, para calmar los exaltados ánimos de los seminaristas, Él les dice que aquel negro tenía un alma nívea.
Pese a ello, una vez que el obispo lo admitió en el seminario, y que estaría entre ellos, los blancos, y no en la cocina o en el establo, como ellos querían, comenzaron a menospreciarlo reduciéndolo a un mero criado. Incrementaron las humillaciones:
- - "Negro, cepilla mis botas."
- - "Bembón, límpiame la ropa."
- - "Simio, arregla mi cama."
- "Sí, señor, es para eso que vine", respondía sin reticencia alguna, aquel humilde estudiante negro, cumpliendo todas las ordenes recibidas.
Esa docilidad le ganó pronto el cariño y afecto de todos los seminaristas, que llegaron a mirarlo con respeto y cortesía. Nadie más se avergonzaba de su compañía, y todos lo trataban fraternalmente.
Esa docilidad le ganó pronto el cariño y afecto de todos los seminaristas, que llegaron a mirarlo con respeto y cortesía. Nadie más se avergonzaba de su compañía, y todos lo trataban fraternalmente.
ORDENADO Y ENVIADO A LA CIUDAD DE TRÊS PONTAS
Francisco de Paula Víctor fue ordenado por Don Viçoso, el 14 de junio de 1851, a los 24 años de edad. Permaneció después ordenado, casi un año en Mariana, siendo entonces nombrado vicario de la ciudad de Três Pontas, también en Minas Gerais, el 18 de junio de 1852.
Asumió la dirección espiritual de los trespontanos, pronto sintió que además de la práctica religiosa, era necesario instruir a la gente. Y sin ningún tipo de ayuda de las autoridades públicas, el Padre Víctor, como era conocido, fundó el Colegio Sagrada Familia, donde los estudiantes encuentran educación y vestuario, pero sobre todo, el ejemplo práctico de las más edificantes y sólidas virtudes.
Padre Víctor fue director y profesor del Colegio por más de 30 años, contando siempre con la colaboración gratuita de de varios profesores de esa región.
Había muchos estudiantes, algunos internos y otros en régimen semi-abierto, admitidos en el Colegio de forma gratuita. Un historiador campanhense afirma que, en 1874, no menos de 186 estudiantes estaban recibiendo educación y formación. Padre Víctor hizo que muchos niños de familias pobres, llegaran a ser hombres cultos que progresaron gracias a la educación que recibieron allí.
Durante 53 años de actividad ininterrumpida, Padre Víctor fue el párroco de la Iglesia de Nuestra Señora del Socorro, en la ciudad de Três Pontas, donde nunca faltó la celebración de la misa dominical.
La fama de "ciudad piadosa y acogedora" que goza Três Pontas, hoy en día, se debe principalmente a este generoso protector y benefactor.
La modestia de su trato, la amabilidad en su mirada, la humildad de su palabra, en definitiva toda su vida simple y pura, mostraba la nobleza de su carácter. Para él, toda la felicidad del mundo estaba en servir a Dios, en vivir el Evangelio de Jesús, amando sinceramente al prójimo.
LAS NECESIDADES, LA CARIDAD Y LA AYUDA DEL CIELO
Su residencia fue un verdadero "hotel", especialmente para los pobres, que dormían allí y de hecho, vivían allí para el restablecimiento de sus condiciones físicas y espirituales. Muchos leprosos estaban hospedados allí y eran tratados con dignidad y amor.
El señor Francisco Antonio Rabelo de Mesquita, que en aquel entonces era el acólito del padre Víctor, narra que una mañana el vicario salía hacia la iglesia cuando la criada le dijo que no había café ni azúcar. El padre no tenía dinero que dejarle con el fin de comprar aquello que faltaba.
Ya en el templo celebró una misa en honor de una persona fallecida en otro lugar. Quien pidió la misa le dio una ofrenda en un sobre cerrado.
De regreso a la casa, el padre Víctor fue abordado por una mujer que le pidió cierta cantidad para comprar medicina para su hijo enfermo, porque la farmacia no le permitía el pago posterior de los medicamentos. El vicario sacó el sobre cerrado y se lo entregó a la mujer. Minutos más tarde, ella buscó en su residencia para devolverle el sobre, ya que la cantidad que había en él era mucho más alta que el costo de los remedios.
Vivió en la pobreza extrema. Todo lo que recibía lo dio a los pobres. Una vez, una mujer llamada Joana, su vecina, hizo un plato de agua de calabaza y pidió a alguien que se lo llevara a su hermana. Sin embargo, el mensajero no entendió bien y llevó la comida al padre Víctor. Al enterarse del evento, doña Joana fue a pedirle disculpas porque había recibido un plato muy humilde, él se lo agradeció diciendo que estaba muy bueno y además había sido providencial, porque ese día tenía hambre y no tenía nada que comer. Y habiendo tenido ese plato de calabaza estaba muy feliz.
EJEMPLO DE VIDA, ENFERMEDAD Y MUERTE
Jesús dijo: "Curad a los enfermos; expulsar demonios; dad gratis lo que gratis recibisteis; amad a vuestro prójimo como a vosotros mismos; no os procuréis ni oro, ni plata, ni cobre en vuestros cintos, ni alforja para el camino, ni dos túnicas, ni calzado, ni bastón, porque el obrero es digno de su alimento".
Esto trató hacer Francisco de Paula Víctor, convirtiéndose en apoyo de los indigentes, en el sostén de los hambrientos, consuelo para los afligidos y esperanza para los atribulados, viviendo para servir, sin preocuparse de ser servido.
Abrazó la bandera de un ideal para vivirlo. Era un hombre consciente de sus responsabilidades. Nunca intentó señalar a los demás que debían hacer, pero su vida era un testimonio, un espejo que reflejaba su ideal.
Durante los 78 años vivió, siempre quiso ser fiel a Jesús. Nunca cerró su puerta a las necesidades de los demás.
En 1903, ya muy viejo, Padre Víctor fue a la ciudad de Poços de Caldas, en busca de mejorar su precaria salud. Cerca de dos años después de su regreso de esta ciudad, sus dolencias se agravaron, falleciendo a las 2200h del 23 de septiembre de 1905, permaneciendo insepulto durante tres días, expuesto a la vista del público su cuerpo emanaba perfume. Al funeral asistieron más de tres mil personas.
El milagro necesario para declararlo beato, tuvo lugar en 2011 en una señora, Isabel, que por medios naturales -según indicación médica- no habría podido concebir. En dicho año en cambio nació su hija, una niña a la que llamaron Sofía. Este milagro fue reconocido mediante decreto promulgado el 6 de junio de 2015.
Responsable de la traducción: Xavier Villalta Andrade
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