miércoles, 20 de agosto de 2014

COMUNICADO DEL DELEGADO DE CÁRITAS DE LA DIÓCESIS DE CÁDIZ Y CEUTA.

Obispado de Cádiz y Ceuta



Cádiz, 11 de agosto de 2014

El viernes pasado, día ocho de agosto, el Director de Cáritas Diocesana ha cesado en sus funciones, por revocación de su nombramiento por parte del Obispo. Se pone con ello fin a una situación desafortunada de crisis, en la que no ha sido posible hallar una manera más adecuada de resolución.

En este momento, por consiguiente, dichas funciones se hallan asumidas por el Delegado Episcopal, hasta que se produzca el nombramiento del nuevo Director. Asimismo, se mantienen en sus funciones provisionalmente tanto la Secretaria General como el Administrador Diocesano.
El mismo día del cese, el Director saliente envía por correo electrónico una carta de despedida dirigida a la atención de los que formamos Caritas diocesana de Cádiz y Ceuta. Desearía no tener que entrar a responder su contenido, por comprender los condicionantes emotivos que se traslucen, por respeto a la persona y también por entender que nuestra Institución no merece perder ni un minuto más de lo estrictamente necesario en miradas al pasado.
No obstante, hay contenidos de información inexacta y de graves juicios de valor que la actitud discreta del silencio podría hacer confundir con conformidad. Tan inusual situación, hace necesario mi pronunciamiento para compartir con vosotros mi reflexión, con disgusto pero conforme a la responsabilidad que me corresponde.
El motivo real del cese es la manifiesta y reiterada divergencia que se viene produciendo en el seno del Equipo Directivo a lo largo de este año, si bien un último acontecimiento nos aboca a tomar este remedio indeseado por todos, pero necesario para poner fin a una situación de crisis en la gestión, frente a la cual han fracasado todos los intentos de soluciones ensayados.
El pasado día 22 de julio, el Director me comunica telefónicamente el cese de la Secretaria General y el nombramiento, a partir del 01/08/14, de una nueva persona que asumirá este cargo. Esta decisión la toma unilateralmente, sin previa deliberación y sin contar con mi aprobación. Entiendo que es una decisión tomada injustamente y sin motivos fundados, con incumplimiento del artículo 18 de los Estatutos de nuestra Cáritas Diocesana, que dice textualmente que el Secretario General de Cáritas Diocesana es nombrado por el Director de Cáritas Diocesana de acuerdo con el Delegado Episcopal, ratificado por el Consejo Diocesano.

Pese a la advertencia y a mi opinión contraria, el cese de la Secretaria General se comunica verbalmente por el Director a través de llamada telefónica a la Secretaria ese mismo día. Haciendo uso de la facultad prevista en el artículo 8.5) de los Estatutos vigentes, dejo en suspensión esa grave decisión tomada por el Director unilateralmente y, aceptando su propia propuesta de que sea el Sr. Obispo quien dirima la diferencia de criterio, se eleva a su discernimiento la cuestión.
A esta situación extrema y atípica se llega porque el Director escribe en reiteradas ocasiones al Sr. Obispo manifestando que si su decisión de cambiar a la Secretaria General no es aceptada, sólo cabe el cese de su cargo como Director, ya que no contempla la vía de la dimisión.
No es la primera vez, por otra parte, que nos encontramos ante esta posición inflexible para imponer un criterio particular respecto a cuestiones diversas de gestión directiva, lo que muestra una actitud de clara limitación para trabajar en equipo, junto con personas llamadas todas a dirigir conjunta y colegiadamente la gestión, en espíritu de fraternidad y comunión eclesial.
Miembros del Equipo Directivo han intentado salvar esta situación de desencuentro acudiendo a la mediación externa de Cáritas española, que dispone de personas conocedoras de la Institución,  imparciales por su función y su reconocida trayectoria profesional. Sin embargo, estas iniciativas no han recibido el impulso del Director y no han podido llevarse a la práctica.
Todo ello ha ido deteriorando la unidad indispensable del Equipo y ha  desembocado en una fractura interna que resulta ya difícilmente salvable.
Como toda obra humana, el funcionamiento de Cáritas necesita gestión y ésta no tiene una receta única, sino que admite formas diversas en los enfoques, en la imaginación, en los proyectos, en los procedimientos, en las personas que se ponen a su servicio. Liderar esta diversidad es una responsabilidad que es siempre evaluable, porque puede hacerse con mayor o menor acierto, con mayor o menor profesionalidad, con mayor o menor armonía, con mayor o menor coherencia, pero siempre en comunión.
La gestión directiva de un proyecto humano como el que nos une a todos nosotros precisa personas involucradas con decisiones complejas, difíciles, como los problemas que las demandan. Comprometidas no de cualquier modo, sino al modo de Cáritas, con cuidadosa y diligente aplicación del capital que se nos confía: talento, confianza, fuerza evangélica, tiempo, experiencia, fraternidad, esfuerzo y bienes.
El respeto hacia quienes llaman a nuestra puerta se traduce en muchas exigencias; cada una de las personas que formamos Cáritas trabaja por hacer su parte en esta tarea colectiva, procurando siempre el bien de los hermanos que nos necesitan y nuestra propia superación como hijos de Dios.

En lo que toca al Equipo Directivo, el sentido de la confianza y la responsabilidad de las personas que aceptan este servicio consiste en gestionar de la mejor manera posible, haciéndolo con cuidado y diligencia, buscando el sentido ético de cada acción y un óptimo aprovechamiento. Y ninguna de estas aspiraciones puede ser resultado de improvisaciones, sino de una rigurosa acción de constante discernimiento, enraizada en el ser y el hacer de Cáritas y en la estructura eclesial a la que todos pertenecemos.

Director y Delegado Episcopal deben ir de la mano en sus tareas, que no pueden concebirse como compartimentos estancos de funciones y obligaciones, sino con visión compartida y sentido de pertenencia, más allá del cumplimiento estrecho de la literalidad de los textos. El norte lo dan el sentido y el bien común. Este espíritu es el que anima la configuración genérica de las figuras del Delegado Episcopal y del Director. A ambos a la vez corresponde la misión de impulsar juntamente el desarrollo institucional de Cáritas en toda la Diócesis y la coordinación con las demás entidades eclesiales (artículo 8 de los Estatutos)
A nivel personal e institucional lamento profundamente los juicios de valor vertidos contra el Sr. Obispo Diocesano, el Sr. Ecónomo Diocesano y mi persona. Me entristece la parcialidad en la exposición de lo sucedido, la falta de consideración moral con las personas y la escasa actitud crítica en la búsqueda de la verdad.
No es momento ni lugar para entrar en el detalle de las diferencias que se invocan por el Director en su carta, pero sí debe aclararse que las divergencias surgidas en los supuestos a los que se refiere no han provocado la decisión de su cese. Con independencia de cómo se gestionen finalmente los asuntos en cuestión, el origen del conflicto concierne a discrepancias en el fondo y en la forma entre el Director y la dirección jerárquica de Cáritas, que conducen a una situación de falta de comunión.
Desde el inicio del mandato del nuevo Equipo Directivo, es manifiesto que surgieron en su seno diferencias de criterio sobre cuál puede ser la mejor manera de gestionar la organización, diferencias que son de tipo técnico, profesional, que consideramos normales en todo grupo de trabajo. Partiendo de nuestras limitaciones como seres humanos, sin embargo no pensamos ni podemos aceptar que las perspectivas diferentes a la hora de abordar nuestras tareas se hayan debido a mala fe de nadie.
El Equipo Directivo no asocia las distintas opiniones a la bondad o la maldad de las personas o de sus intenciones, buenas las que coinciden con uno, malas o egoístas las que no. No ponemos en duda que todos los miembros del Equipo, incluido por supuesto el Director, se han preocupado y se preocupan por el bien de Caritas. Esto nos parece fuera de duda, así como el alto nivel de entrega personal que se da en todo el Equipo.
La cuestión es que, además de buena intención y de tiempo dedicado, cualquier organización compleja requiere poner en funcionamiento pericias profesionales y un cierto nivel de armonía y buena comunicación en su equipo directivo. Pero armonía no quiere decir unanimidad. Cuando estos términos se confunden, suele confundirse también la lealtad con la adhesión incondicional. Por el contrario, entendemos que las diferencias son consustanciales a la libertad de las personas, además de nutritivas, puesto que muchas veces, de una sana dialéctica puede surgir una síntesis mejor.
Es preciso recordar alto y claro que Cáritas no es un fin en sí mismo, sino simplemente un medio para canalizar la caridad cristiana y que nuestro trabajo a su servicio no es un cheque en blanco que conquistamos por méritos profesionales. Lo que nos identifica es la convicción de sentirnos miembros de la Iglesia y de ser llamados por ella a prestar un servicio voluntario, en una relación de confianza que está siempre sujeta a revisión y a encauzarse con nuevas tareas.
Como puede verse, el problema surge no por la existencia de conflictos, sino por la inadecuada forma de enfrentarlos y por la distancia existente respecto a la visión de lo que Cáritas es y debe ser, su papel en el seno de la Iglesia y las relaciones hacia dentro y fuera de los órganos rectores. Se trata de diferencias de criterios naturales en una organización humana, que podían haberse salvado, pero cuya solución no ha sido posible por falta de talante.
No existe aquí pugna entre laicos y eclesiásticos. Las posiciones y diferencias de criterio no han sido estáticas en el tiempo, han variado dependiendo de la cuestión discutida.  El papel de los laicos en Caritas ni está, ni ha estado en cuestión, ni por supuesto lo estará, como injustamente y con poca caridad cristiana se dice. Ser laico o eclesiástico no significa tener razón; cuando se trata de gestionar debe aplicarse la solución más correcta, utilizando la razón y la sana crítica a través de formas de comunicación cuidadas, contrastando las opiniones, partiendo de la base de que uno no tiene nunca en estos asuntos la posesión de una verdad incontrovertible.
Finalmente, las diferencias no me impiden reconocer la dedicación ofrecida en estos meses por nuestro Director. Debemos agradecerle su ilusión y su trabajo, igual que debemos todos hacer un esfuerzo de unidad y responsabilidad en estos momentos de dificultad, desde la certeza de que Dios nos sigue llamando a ser testigos de su amor por los pobres en el trabajo y el bien que procuramos cada uno en su ámbito. Os animo a superar con comprensión y esperanza estos baches que surgen de nuestras debilidades humanas, porque Cáritas debe estar a la altura de su nombre y lo importante aquí es el servicio que prestamos.
Alfonso Gutiérrez Estudillo,
Delegado Episcopal de Cáritas Diocesana

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