

Pero de eso se trata, de no dejarse engañar, puesto que la lucha entre el bien y el mal se da en cada persona. (Hoy parece que solo nos fijamos en el mal que hay en las estructuras, y no en nuestras decisiones personales). Para ser fieles al Señor debemos hacer siempre examen de conciencia: cada día o, al menos, cuando nos confesamos, pues es como la higiene del corazón que no quiere perder al Señor ni perderse. Cuando experimentamos la confesión de los pecados, meditamos el Evangelio y vivimos en la gracia de Dios, cuando pedimos consejo evangélico con sinceridad, el Espíritu nos guía mejor. Jesús mismo nos enseña que debemos pedir cada día al Padre: “No nos dejes caer en la tentación”, “líbranos del mal”. Lo necesitamos para cuidar nuestra fe y avivar nuestra caridad. Digámosle hoy también: Padre, “hágase tu voluntad”, siempre tu voluntad, por encima de mi gusto o interés, dame la gracia de ser siempre fiel.
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