miércoles, 12 de julio de 2017

LA IGLESIA Y EL CONVENTO DE SAN JOSÉ DEL SALVADOR DE GRAZALEMA; POR DIEGO MARTÍNEZ SALAS

Miércoles es igual a decir a Diego Martínez Salas y "Raíces de Grazalema".

Gracias a Dios esta serie de artículo reeditados en SED VALIENTES se han convertido en un clásico y son esperados semana tras semana con cierta expectación cosa que me alegra sobremanera porque es el mejor regalo, el mejor homenaje, el mejor tributo, que podemos hacer a la memoria de nuestro siempre recordado y también añorado Diego a su familia, amigos así como a todos ese equipo de buenos colaboradores que hicieron de "Raíces de Grazalema" un sitio web imprescindible para saber de la historia, de las cosas, casos y vivencias de este lugar radicado en la Sierra de Cádiz y que da nombre a todo un Parque Natural.

Siendo este miércoles el que precede a las inminentes Fiestas del Carmen, que tanta devoción genera entra todos los grazalemeños, así como esa antigua tradición que tiene lugar el lunes siguiente al 16 de Julio como es el Lunes del Toro de Cuerda, el artículo de esta semana tendría algo que ver con todas estas celebraciones que está próximas a vivirse en Grazalema.

El artículo de hoy está firmado por nuestro siempre querido Diego Martínez Salas y lleva por título: "La Iglesia y el Convento de San José del Salvador de Grazalema".

Es una publicación muy detallada, prolija  en datos, que denota que es una ardua investigación llena de interés la que Diego nos presenta en este artículo y que quedó recogido para la posteridad.

Espero lo disfrutéis tanto como yo cuando lo leáis.

Sirva como mi homenaje perpetua a la memoria de nuestro querido Diego Martínez Salas así como a su viuda, hijos, madre, familia, amigos así como a todo el pueblo Grazalema y los grazalemeños estén donde estén.

Solamente me queda desearos una Feliz Fiesta en Honor a la Virgen del Carmen.

Recibid todos un abrazo con sabor a eternidad,

Jesús Rodríguez Arias 

raicesdegrazalema.wordpress.com

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A la memoria de Blas Gutiérrez. Modelo de sencillez y educación e hijo devoto y ejemplar de la Virgen del Carmen y de su Hijo.
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Los Hermanos de Santa María del Monte Carmelo

 

Durante las cruzadas, un grupo de peregrinos se establecieron en las estribaciones del Monte Carmelo para vivir como ermitaños a imitación del profeta Elías que en ese lugar oró e hizo penitencia para vencer a los sacerdotes del dios Baal en defensa de la fe en el Dios de Israel (Libro de los Reyes).

Allí construyeron una pequeña iglesia que dedicaron a la Virgen, tomando el nombre de “Hermanos de Santa María del Monte Carmelo”. Aprobada la nueva orden por el Patriarca de Jerusalén y por el Papa Inocencio IV en 1.247, transformaron su original carácter eremíta por el de una orden mendicante o de apostolado; expandiéndose por todo el mundo cristiano, no sin cierto rechazo de las comunidades cristianas europeas.

En esta tesitura se encontraban cuando el domingo 16 de Julio de 1251 la Virgen María se apareció  a San Simón Stock, Superior General de la Orden y fraile en el convento inglés de Cambridge. La Virgen  como respuesta a sus súplicas le dijo:


“Toma, hijo querido, este escapulario; será como la divisa de mi confraternidad, y para ti y todos los carmelitas, un signo especial de gracia; quienquiera que muera portándolo, no sufrirá el fuego eterno. Es la muestra de la salvación, una salvaguardia en peligros, un compromiso de paz y de concordia”.

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Iglesia de San José

La Orden del Carmelo Descalzo (O.C.D.)

 

A partir de este momento, la orden se extendió por toda Europa con general aceptación. Sin embargo, a mediados del Siglo XVI, y como consecuencia de la relajación de la regla primitiva surgió una corriente que entendía necesario volver al espíritu de pobreza de los primeros carmelitas. Dicha “reforma” fue encabezada por la extraordinaria personalidad de Santa Teresa de Jesús que finalmente, ante la incomprensión de muchos se ve en la necesidad de crear una nueva orden independiente del primitivo Carmelo, cuyos miembros serán conocidos desde entonces como Descalzos.

Los conventos masculinos de la nueva orden llegaron a Andalucía en 1572. En la Díócesis de Málaga a la que pertenecía Grazalema, se  erigieron el Convento de San Andrés en la capital en 1584, el de San José en Vélez Málaga en 1591, el Desierto de la Virgen de las Nieves con su hospedería de Ronda en 1593, Nuestra Señora de Belén de Antequera en 1617, y los hospicios de Gaucín y Mijas en 1700 y 1.710, respectivamente. La expansión de la nueva orden fue tal que a finales del S. XVII los carmelitas descalzos contaban con unos 120 conventos, habitados por más de cuatro mil frailes.


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El Convento de San José del Salvador

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Se suele considerar que fue en el Siglo XVIII cuando los Carmelitas llegaron a Grazalema. A esta tesis se llega de la lectura de la inscripción grabada en el pie de un hermoso cáliz que conserva la Hermandad y en el que puede leerse:


 “Este cáliz es para la dedicación de la Iglesia de Carmelitas Descalzos  de la Villa de Grazalema. Año 1.746.” (1)

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Sin embargo, lo más probable es que los frailes de Santa Teresa se instalasen en la Villa en los últimos años del Siglo XVI. Así parece deducirse de un manuscrito del Siglo XVIII, que se conserva en la Biblioteca Nacional y que a su vez es copia de otro anterior del siglo XVII titulado: “Descripción de Medina Sidonia. 1600”, y en el que junto a otras poblaciones se describe a Grazalema diciendo:


“La Villa de Grazalema tiene 1.150 vecinos, tiene un convento de Carmelitas Descalzos, dista de Ronda tres leguas… (2).


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Convento de la Encarnación de Madrid de 1610 cuya fachada servirá de modelo a todas las iglesias carmelitas a partir del Siglo XVII

 

A esta misma conclusión puede llegarse analizando las características constructivas de la Iglesia de San José que obedecen a una forma llamémosle  “`primitiva” de hacer en la orden que sólo se dio durante la vida de Santa Teresa, dejando de utilizarse durante los primeros años del Siglo XVII, cuando los Descalzos adoptaron un patrón constructivo que será obligatorio para todas sus iglesias y conventos y que fue incluido en las Constituciones de la Orden de 1.602 y cuyo prototipo será la fachada del Convento de la Encarnación de Madrid de 1.610. (3))

La fundación del Hospicio debió de producirse pocos años después de la creación del Desierto de las Nieves y su hospicio de Ronda. Como era habitual en la orden escogieron para su emplazamiento  un solar en alto que dominara la futura huerta y cercano al río para tener garantizado el suministro de agua. El sitio elegido tenía no solo que estar en despoblado sino próximo a la villa cuyos límites en aquellos años debían de encontrarse a la altura de la pontezuela.


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Puerta reglar de acceso al convento.

Hoy día consideramos que un Hospicio es una suerte de casa de Beneficencia. Sin embargo, un hospicio carmelita poco difería de un Convento de la orden, salvo por el número de frailes que lo habitaban que era menor que en los conventos, sin exceder de seis o siete frailes (en Grazalema vivían en los siglos XVIII y XIX seis frailes,  (cuatro sacerdotes y dos hermanos legos) y por el carácter excepcional de la presencia de los mismos,  que por diversas razones (viajes, enfermedad, vejez, falta de adaptación o necesidad de recuperarse de largas permanencias en tierras lejanas o en el desierto etc,.)  se trasladaban al Hospicio de forma mas o menos temporal desde los conventos a los que pertenecían.

Del convento se conserva la nave capitular cubierta con bóveda de medio cañón con lunetos. de 28 metros de largo y 8 de ancho, y adosada a todo el largo de la Iglesia y a la que se accede por la Puerta Reglar aun conservada.



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Cubierta de la nace capitular. Al fondo la escalera de acceso a las celdas

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El suelo aún conserva sus colores originales

A su izquierda, un arco de medio punto actualmente tapiado daba acceso a la portería que hoy se destina a sacristía, donde se recibían a las personas ajenas al convento y se vendían escapularios, rosarios, libros religiosos y productos de la huerta. La portería comunicaba el convento con la Iglesia a través de la Capilla de San Antonio  y permitía el acceso al Coro, desde las dependencias conventuales. En la portería se manejaban las campanas de la espadaña que regían la vida de la comunidad y anunciaban los cultos a las personas ajenas al convento.


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Acceso al coro desde la antigua portería.

Uno de los aspectos “primitivos” de este convento es la colocación de la espadaña sobre el muro de la fachada de la iglesia contra la norma tradicional de la orden de colocarla en angulo con la fachada de la iglesia dando su frente a las dependencias conventuales.

Volviendo a la nave capitular, y frente a la puerta de acceso a la portería se abría otro arco actualmente cegado que comunicaba con una nave perpendicular a la nave capitular y cuyos muros de arranque aún pueden verse, y que probablemente se destinó a Biblioteca y  Sala de Recreación de los frailes. Dicha nave desaparecida cerraba por uno de sus lados el obligatorio claustro del convento.


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Claustro procesional de un convento carmelita similar al que tuvo que tener el convento de Grazalema

Tras el citado arco se abren otros tres que comunicaban la nave capitular con el claustro procesional, cuyo patio por sus dimensiones debió de contar por cada uno de sus cuatro lados con cinco vanos cerrados por arcos de medio punto sobre pilastras de ladrillo. En el patio se abría el pozo aún conservado que daba agua al convento y a la huerta.

Al final de la nave capitular otro arco daba acceso a una nueva nave perpendicular a la principal que cerraba por ese lado el claustro procesional y cuyos muros de arranque también se conservan. Esta nave debió de dedicarse probablemente a Refectorio y Cocina.



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Al fondo de la nave capitular varios peldaños daban a un rellano de escalera que permitía acceder a la planta alta y a su vez a un arco que comunicaba con la desaparecida sacristía que se encontraba tras el testero del presbiterio, y que permitía a los frailes que tenían que oficiar acudir directamente a la sacristía sin tener que pasar por el templo.

Si subimos las escaleras a la segunda planta, veremos como esta daba a un pasillo estrecho que daba acceso al coro y a las seis humildes celdas de los frailes de 3.75  x 3,00 metros. Cada celda estaba iluminada por una pequeña ventana de 0,85 x 0,75 metros. Igualmente se conservan en dicha planta los vestigios de la celda destinada a enfermería, de tamaño un un poco mayor donde se encontraba el botiquín con un balcón que se abre sobre la puerta reglar.


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Ventana original de una de las celdas

Convento y huerto se encontraban rodeados por una cerca cuya puerta de acceso, aún se conserva en la Calle San Daniel, gracias a que una vivienda se construyó apoyándose en el muro de la cerca conventual. Por dicha puerta, que permitía el acceso de carruajes entraban aquellas personas extrañas a la comunidad que trabajaban en el huerto o en sus talleres o que acudían al mismo a entregar sus mercancias y suministros.


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Puerta del antiguo huerto del Convento

La Iglesia de San José del Salvador

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La iglesia de San José, comparte la naturaleza humilde pero fuerte y sólida que Santa Teresa quería para los templos de sus casas. Su fachada adopta la forma propia de las iglesias de la orden de un rectángulo cuyo lado más corto es el de la base, pero no se encuentra rematada por el típico tímpano triangular con óculo de las Iglesias descalzas  y carece de nártex, (espacio o nave previa a la Iglesia y perpendicular a la misma) y de los  tres vanos en la fachada típicos del modelo de la Iglesia de la Encarnación de Madrid.

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Por el contrario San José presenta los elementos propios de este primitivo estilo previo al adoptado desde principios del Siglo XVII. La ventana coral en el centro de la fachada, la cornisa recta que la remata y la puerta de acceso al templo, cubierta por un arco de medio punto sobre el que se abre un tímpano partido en el que descansa un nicho destinado a albergar la desaparecida imagen de San José del Salvador patrón de la Iglesia y del Convento, conforme a la denominación habitual con la que se denominaba a las Iglesias Carmelitas que se dedicaban al Patriarca San José.

En cuanto a su interior, sigue al resto de iglesias carmelitas. Su planta es de cruz latina y tiene una sola nave de 26 metros de largo. Los brazos de crucero son  cortos ( 8 metros)  y miden conforme a la regla la mitad del ancho de la nave principal.  Ésta se cubre con bóveda de medio cañón con lunetos y arcos fajones, mientras que el crucero lo hace con una cúpula ciega sobre pechinas en los que se encuentran cuatro tondos con pinturas de los cuatro Evangelistas del S. XVII de bastante mérito. El coro conventual dotado de un órgano español, conforme a la misma regla se encuentra a los pies de la nave y tiene una gran amplitud al ser el lugar donde se desarrollaba gran parte de la vida conventual.


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Dentro de la Iglesia el altar mayor estaba presidido por un:


“…retablo de madera pintada y dorada con sagrario y manifestador. En el camarín principal está la imagen de Nuestra Señora del Carmen, a los lados y en sus hornacinas correspondientes San Judas Tadeo y San Vicente Ferrer y en la parte alta del altar la imagen de San José, y cerrando el presbiterio una barandilla de hierro”. El resto de la iglesia se amuebló con “Seis altares con retablos y las imágenes  de San José, San Antonio, Santa Ana, Santa Teresa, y la Virgen de los Dolores y de la Providencia. Todos estos retablos son de madera excepto el de Santa Teresa que es de yeso. Todas las imágenes así como las tres del altar mayor son de talla, menos la Virgen de los Dolores que es de barandilla y la Virgen de la Providencia que es un lienzo pintado al óleo, con marco dorado adosado a su retablo. Hay también una Imagen de San Francisco de Asis de barandilla, sobre un altar portátil.” (3) 


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La Hermandad o Cofradía de Nuestra Señora del Carmen y el Toro


Los Carmelitas Descalzos se dividen en tres ramas: monjascontemplativas, frailes y hermanos terceros o seglares (de la Venerable Orden Tercera de los Carmelitas o del Carmelo Seglar). Estos últimos que se conocían igualmente como cofrades, fueron el objeto principal del apostolado de los frailes. Vivían el carisma carmelita dentro de sus familias, y en su vida ordinaria, y dependían jurídicamente de los frailes que garantizaban su formación y su asistencia espiritual. Al formar parte integrante de la Orden Carmelita no estaban sometidos ni a la aprobación ni a los controles que la Diócesis realizaba sobre el resto de las hermandades de Grazalema, razón por la que no existen documentos sobre la misma en los archivos de la Catedral de Málaga. 


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Uno de los tondos que se encuentran en las pechinas de la cúpula del crucero y que representa al Evangelista San Marcos.

Ellos fueron los principales responsables de organizar los cultos y las fiestas de la Virgen del Carmen como las luminarias de sus vísperas, origen de los actuales fuegos artificiales, el Toro de la Virgen que  se ofrecía en su honor y la procesión, junto con otras menos conocidas como la desaparecida procesión a San Antonio, devoción muy querida en el pueblo hasta los primeros años del S. XX y la procesión de Semana Santa del barrio alto de cuya existencia da fe el inventario de 1933 que recoge la existencia de cinco parihuelas para las procesiones, así como del  paso y palio de la Virgen de los Dolores.

Aunque se suele atribuir un origen musulmán al toro ensogado en Grazalema, parece más probable que dicha tradición tuviera su origen durante el siglo XVII, tras la llegada de los carmelitas a la población.

La afición a los toros, en su distintas modalidades, ha sido una constante en la España cristiana que experimentó un especial auge en los siglos XVI y XVII. Todo acontecimiento de importancia, fuese público o privado, servía de pretexto para un festejo taurino, siendo habitual correr toros  para celebrar bodas, doctorados, o incluso  la primera misa cantada de un recién ordenado sacerdote.

Dentro de estas celebraciones gozaban de especial predicamento desde la Edad Media, los toros devocionales o votivos  que Hermandades, cofradías, y pueblos ofrecían realizar anualmente mediante un voto solemne en agradecimiento por el fin de una epidemia, una sequía, etc,. en la fecha de un santo o en alguna fiesta de la Virgen, destinando la carne de los toros o el producto de su venta y limosnas  para la asistencia a los pobres.

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La propia orden carmelita no fue ajena a este tipo de festejos. No solo la canonización de su fundadora Santa Teresa se celebró con numerosos toros,  sino que su misma tradición biográfica narra como la santa andariega amansó y ensogó toros en Beas de Segura y en Duruelo, dando lugar en la localidad jiennense al “Toro de San Marcos”, como forma de festejar la finalización de las obras de dicho convento el día de su festividad y de asistir a los pobres con el producto de su carne.

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Inmaculada del S. XVII. Escuela de Murillo
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En el caso de Grazalema resulta claro que nos encontramos ante un toro votivo o devocional por la vinculación del toro con la Virgen del Carmen,  cuya hermandad será la encargada de organizar y costear el toro hasta los años cuarenta del siglo XX, como celebración propia e inseparable de las festividades de la Virgen. Conocemos incluso como sus Mayordomos  tenían la obligación de guardarlo y custodiarlo en sus propias casas hasta el día en que debía ser corrido.

El toro de la Virgen del Carmen, ha tenido la habilidad de sobrevivir a todos los ataques que ha venido sufriendo este tipo de festejos y que acabaron con ellos en la mayor parte del país. El Papa Gregorio  XIII preocupado por las muertes que podían producirse, y conociendo la inoperancia de una prohibición total, anuló en 1575 con carácter retroactivo todas las obligaciones, juramentos y votos ofrecidos en honor de los santos o bajo cualquier otra circunstancia, que se celebrasen con fiestas de toros,  prohibiendo los mismos durante las festividades religiosas.


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San Antonio. Siglo XVII

Es probable que la elección de la celebración del toro el lunes siguiente a la Virgen del Carmen tenga origen en esta prohibición del Siglo XVII, como mecanismo para no hacer coincidir ambos días de forma segura.

Durante el siglo XVIII, los ataques vendrán de mano de los Ilustrados que en 1786 fuerzan a Carlos III, a prohibir “…las fiestas de toros de muerte en los pueblos del reino,  incluso las de los pueblos en que hubiese concesión perpetua o temporal con destino público de sus productos, ya fuera útil o piadoso.”   Dicha prohibición probablemente se eludió en Grazalema evitando la muerte del animal, al menos dentro del festejo, como se quejaba la pragmática de Carlos IV de 30 de junio de 1790, que ante la burla de dicha proscripción a través de este ardid  prohibió de forma total  “el abuso de correr novillos, y toros que llaman de cuerda, por las calles así de día como de noche”.


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San Francisco de Asis. Siglo XVII.

Todas estas prohibiciones y las que siguieron, no podrán acabar con la tradición del Toro de la Virgen del Carmen que continuará corriéndose durante todo el Siglo XIX, hasta la actualidad y cuya primera noticia escrita nos la facilita la edición de 22 de julio de 1893 del Diario “La Correspondencia de España”, que nos narra la rotura de la maroma del toro, su huida y posterior cogida de una anciana a la cual hubo de amputarle un brazo, como consecuencia del  accidente.



El Siglo XVIII


El siglo XVIII marca el máximo explendor de Grazalema en todos los ámbitos. La economía, basada fundamentalmente en una pujante industria textil, lleva a toda la población a una prosperidad que se refleja en las donaciones realizadas a la Iglesia, y a sus obras pías y hermandades. De esta etapa de desarrollo  son las magníficas labores de platería con las que se dotó el culto de la Iglesia de San José de las que se han coservado un conjunto compuesto por custodia, cáliz y copón de extraordinaria factura, así como interesantes piezas bordadas como un traje- escapulario de la Virgen, la túnica del niño Jesús, que porta la imagen, así como otras  piezas de orfebrería desaparecidas que son testimonio del virtuosismo de los artesanos que las ejecutaron y de la piedad de quienes las costearon. En esta época se debieron realizar algunas reformas en la Iglesia, decorándose su fachada con pinturas geométricas que se encuentran ocultas tras la blanca capa de cal.


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Bajo la blanca cal de la fachada de la Iglesia se encuentra pinturas como las que se recuperaron en esta casa de la Calle Arcos

El Catastro de Ensenada, efectuado en Grazalema durante el año 1752 nos da algunos datos sobre el Convento Carmelita al que el Cabildo del Ayuntamiento realizaba una lismona anual de 100 reales. En ese mismo catastro se informaba que:

“ai un ospicio de Nuestra Señora del Carmen, de la orden descalza y que tiene quatro sacerdotes  religiosos, dos legos y los que ban y vienen por temporadas”.  

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Custodia procesional. Siglo XVIII.

Sobre las piezas del ajuar de la Virgen conservamos el antiguo inventario de su ajuar y que transcribimos:


“La imagen del Carmen que es de barandilla (de vestir) tiene:

 

3 mantos. Uno bordado en oro y otro en seda ranurado en plata y otro estampado que es para el camarín.

 

3 vestidos. Uno bueno bordado en oro, otro en seda ranurado en plata y otro estampado para el camarín.

 

1 ráfaga antigua de gran valor.

 

1 vestido rosa en seda.

 

6 enaguas de hilo

 

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Copón. Siglo XVIII.

2 camisas de hilo.

 

2 coronas. Una de plata sobredorada y otra sencilla.


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1 ráfaga de plata con estrellitas sobredoradas.

 

1 cetro de plata sobredorada con perlas y piedras de varias clases.

 

2 medias lunas una de plata y otra de metal.

 

1 collar con tres hilos de perlas y seis nudos de oro.

 

1 tachón de oro en forma de lazo con un colgante en forma de cruz y este tachón tiene un total de 34 esmeraldas, 3 en la cruz y 21 en el lazo, de todas las cuales siete son grandes y las demás pequeñas.

 

4 pares de zarcillos, uno de oro con filigranas y adornos de perlas, otro de oro con dos topacios grandes y cada uno con cinco puntas de diamantes, con 6 de tamaño grande cada uno y los demás pequeños, y otro de oro y marfil para el camarín.

 

8 anillos de oro, 3 anchos labrados, los demás estrechos,  cinco de ellos con esmeraldas, dos con diamantes y 2 con una amatista grande y dos esmeraldas.

 

1 cadena de reloj de oro con tres rubíes.”


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Muestra también de la devoción a la Virgen del Carmen entre los Grazalemeños durante este siglo fue el hecho de su extensión a la villa de Prado del Rey.  Durante el reinado de Carlos III,  se acometió un plan de repoblación de las tierras más despobladas de Andalucía que determinó la creación, entre otras, de la localidad de Prado del Rey, que se colonizará mediante el reparto de las tierras circundantes entre más de 189 familias procedentes en su mayoría de Grazalema. Para la adecuada asistencia espiritual de la nueva localidad se nombró como párroco al grazalemeño  D. José Silvestre Menacho y González, que junto con el resto de colonos procedentes de Grazalema quisieron poner a la misma Virgen del Carmen de la que eran devotos, como patrona y protectora de la nueva población.


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Antigua Virgen del Carmen que llevaron los grazalemeños a Prado del Rey,

 

Con este fin realizaron una cuestación con la que reunir los 330 reales que costó la imagen que encargan en Grazalema y que marchó a Prado del Rey el 22 de junio de 1774. Encargo que evidencia por otro lado, la existencia de un taller local de escultura, probablemente vinculado a los escultores ubriqueños Gonzalo y José Fernández Guerrero, con cuyas obras guarda similitudes formales.

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  El Siglo XIX y La Desamortización


Durante la Guerra de la Independencia, los imperiales dirigieron contra Grazalema una operación de castigo que según el Brigadier González Peinado produjo que en menos de 24 horas  redujeran a cenizas tres cuartas partes de la población quedando asoladas las mejores casas, y todas las producciones de lana, aceites, tocinos y demás que componían la subsistencia de sus vecinos, quedando todos en la mayor miseria. (4)


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Ajuar de la Virgen. Traje del niño Jesús. Siglo XVIII.

Aunque los destrozos principales se produjeron en la Iglesia de la Encarnación y en la Casas Consistoriales, la Iglesia de San José debió de sufrir algunos daños, pues consta la realización durante los años siguientes de algunas obras en la Iglesia que culminaron con la colocación de las nuevas campanas bautizadas como San José, Nuestra Señora del Carmen y San  Antonio en 1.830. Es probable que en este ataque se destruyese la imagen de San José que presidía la hornacina de la puerta principal de la Iglesia.

Sin embargo, la guerra no impidió la continuación de la vida normal de la Iglesia y su Convento, como lo acredita la declaración efectuada para la recaudación del impuesto del Real Subsidio en 1817 por Fray Bartolomé de San Sebastíán y que dice:


“Como presidente que soy del Hospicio de Carmelitas Descalzos de esta Villa certifico y en caso necesario juro que las fincas que tiene esta Santa Casa son las siguientes:

Una Casa Horno en la Fuente Nueba que diariamente produce 3 libras de pan con la obligación de decir todos los Domingos y días de precepto una misa una hora antes del día.

Una casa en la misma calle que produce tres ducados anuales con la obligación de decir una misa anualmente.

Y para que conste donde convenga doy la presente en la Villa de Grazalema a 22 de noviembre de 1817.

Fray Juan de San Sebastián

Presidente” (6)



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Nada hacía presagiar que el fin de la presencia de los carmelitas en Grazalema se encontraba próximo. El primer ataque contra los conventos vino de la  ley del 22 de julio de 1835, que suprimió los que contaran con menos de 12 religiosos, y que fue eludida por los conventos de la orden con diferentes excusas. Sin embargo, la ley de 9 de marzo de 1836  decretó la supresión general de todas estas comunidades. apelando al “excesivo número de monasterios”, su “escasa utilidad” para la asistencia de los fieles, y la conveniencia de una “mayor circulación de bienes”. Finalmente la ley de 29 de julio de 1837 confiscó sus bienes, declarando de propiedad nacional los bienes raíces, rentas, derechos y acciones de las comunidades, institutos religiosos, hermandades y cofradías.

La mayoría de los frailes hubieron de secularizarse, refugiándose los demás en los conventos de Francia e Italia.  En el caso de Grazalema sabemos que al menos dos carmelitas permanecieron en el pueblo hasta su fallecimiento en la década de 1850. Hasta los años ochenta del pasado siglo XX, se conservó tras la cabecera de  la ermita de la Virgen de los Ángeles dos lápidas sepulcrales con el nombre de dos carmelitas enterrados en el cementerio de la hermandad y fallecidos en dichos años, concretamente 1853 y 1855.

La iglesia pasó a depender del Obispado de Málaga, integrada en la Parroquia de la Encarnación, mientras que el Convento y el huerto fueron vendidos, siendo desmontadas la mayoría de sus dependencias para aprovechar sus materiales en otras construcciones, abandonándose las restantes hasta su completa ruina. Solo se salvó la nave capitular que se destinó primero a vivienda, almacén, escuela y finalmente carpiterñia, lo que ha permitido que dicha dependencia se halla conservado gracias a los cuidados de Vicente López Menacho y sus compañeros.


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La desaparición del Convento, no benefició a nadie. Antes bien mermó considerablemente la atención recibida por los habitantes  del barrio más desfavorecido y necesitado de apoyo de Grazalema, y que había nacido y se estructuraba en torno al mismo.

Aunque la Iglesia formalmente dependía del clero secular de la Parroquia de la Encarnación, la realidad es que serán los antiguos miembros de la Orden Tercera, los que mantendrán la Iglesia, la espiritualidad carmelita  y el culto a la Virgen y a las tradiciones populares asociadas a la misma como el toro, los fuegos, y la procesión que permanecieron prácticamente inalterados durante los siguientes cien años. Si bien algunas tradiciones propias del convento como la Semana Santa del barrio alto, fueron decayendo hasta desaparecer.


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El sabado de los fuegos tiene su origen en las luminarias que se realizaban durante las vísperas del 16 de julio.

Para conseguir mantener iglesia y devociones los cofrades del Carmen, al igual que los miembros de las restantes hermandades grazalemeñas, huyeron de continuar adoptando las formas jurídicas de las asociaciones canónicas como mecanismo de defensa ante la actitud confiscatoria de todos los gobiernos que sucesivamente se fueron apropiando de todos los bienes y recursos de estas asociaciones.  Esta actitud anti formalista les permitió continuar su actividad sin “existir” y se ha venido manteniendo hasta fecha relativamente reciente, si bien no ha favorecido la conservación de los documentos ni la creación de archivos organizados que nos puedan dar noticia cierta de las vicisitudes de las hermandades hasta fecha reciente.

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Arco de acceso a la desaparecida sacristía

Siglo XX


Como hemos señalado los cultos, procesiones y devociones se mantendrán sin apenas cambios hasta los años treinta del Siglo XX, que nos han legado los primeros testimonios fotográficos de la procesión de la Virgen del Carmen y de la Iglesia de San José.

La victoria del Frente Popular en la elecciones del  16 de febrero de 1936, supuso el acceso al poder de algunos de los partidos más violentos y exaltados de la izquierda española, que iniciaron una campaña de huelgas, incendios, asaltos y otras alteraciones del orden público que los más moderados de dicha coalición no supieron evitar.

La Iglesia fue quizás el objetivo primordial de dicha campaña organizada de acoso y violencia revolucionaria. Grazalema no fue una excepción cuando: “El Ayuntamiento formado por el triunfo del Frente Popular, prohibió el toque de campanas, el viático solemne y los entierros católicos”. El clima anticlerical se fue incrementando hasta que “El 20 de abril de 1936, comenzaron a saquear la Parroquia e Iglesias de San José, San Juan e incendiaron la de la Aurora y el Calvario”. (8)

Los saqueos fueron acompañados de un fuerte terremoto que dejó intranquila a la población. Los Grazalemeños que vivían en los campos colindantes, no pudieron dormir esa noche por los fuertes temblores que se sucedieron, pudiendo contemplar al raso donde se habían refugiado por miedo a los derrumbes de sus viviendas, el enorme resplandor producido por los incendios de las iglesias. En ellos y en la pira que se formó ante la puerta de la Iglesia conventual ardieron la imagen de la Virgen del Carmen, la sillería del coro y órgano y el resto de retablos, imágenes, cuadros y ajuar de la Iglesia de San José, testimonio de la devoción secular de los grazalemeños a la Virgen del Carmen.

La noticia del incendio de la venerada imagen conmocionó a estos Grazalemeños que como recordaba un ya anciano Blas Gutiérrez, presente cuando era solo un niño de corta edad,  interpretaron los terremotos como signo de la ira divina, ante estos actos de impiedad.


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Procesión en los años 30 del Siglo XX. En primer término don Mariano Ruiz Candil.

El 24 de julio de 1936, días después del pronunciamiento militar, se tiene noticia de la próxima llegada a Grazalema desde Montecorto de la columna anarquista de “Pedro López”.  Ante el temor de que se repitiesen los actos del 21 de abril, un grupo de devotos de la Virgen del Carmen encabezados por don Juan Ruiz Candil, Canónigo Doctoral de Jerez, evitaron la profanación de las formas sacramentales  poniendo a salvo, lo poco que se pudo rescatar del primer saqueo.

Llegada la columna se reiteran los destrozos, y se toma adecuada nota de la identidad de las cinco personas que  evitaron la profanación, que serán detenidos y fusilados en el cementerio de Ronda el día 28 de julio, con la oposición de los antiguos alcaldes republicanos de Grazalema Fernando Vázquez y Andrés Peña que no pudieron evitar este asesinato. De los asesinados sólo recuerdo el nombre de Ramón Manzano,  pobre y humilde zapatero, ajeno a toda filiación política, lo  que acredita que su asesinato fue por motivos estrictamente de odio religioso. Días mas tardes, el 29 de agosto serán igualmente asesinados don José Ruiz Candil y su hermano Mariano, a la sazón Mayordomo de la Virgen del Carmen.

Tras la guerra, la devoción de los hermanos de la Virgen del Carmen logra contra toda lógica la reparación de la Iglesia, y la restauración del culto en la forma mas digna posible. Se encarga al prestigioso escultor granadino Navas-Parejo, la imagen de la Virgen del Carmen y se restaura la imagen de San Antonio, de la cual se había podido salvar su cabeza.

Sin embargo, los gastos ocasionados por el mantenimiento de la Iglesia y los cultos propios de la Hermandad en una economía absolutamente precaria obligan al Hermano Mayor don Vicente Narváez Bajón a abandonar la organización del Toro de la Virgen a finales de los años cuarenta, asumiéndose desde entonces  su coste y organización comisiones populares formadas por personas como Guillermo Castro que espontáneamente se reunían año tras año para conseguir fondos con los que financiar la adquisición del toro y que se las arreglan para ir sorteando la prohibición vigente durante esos años de posguerra para este tipo de festejos.

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La progresiva reducción de la población de Grazalema que se produce durante los siguientes años motivada por la emigración, lejos de debilitar la devoción a la Virgen del Carmen, la incrementa. Los grazalemeños marchan a tierras lejanas con la Virgen  en sus corazones, y serán sus fiestas, las fechas en las que las familias retornan al pueblo a compartirlas con sus familiares. Se encala y engalana el pueblo y se vive los fuegos, la procesión y el toro de una forma casi ritual que se encuentra hondamente enraizada en el corazón de los grazalemeños como santo y seña de su identidad.

Actualmente la Hermandad de la Virgen del Carmen, regida por los Estatutos aprobados por el Obispo de Asidonea- Jerez continua asumiendo la responsabilidad de mantener y propagar la devoción a la Virgen del Carmen, promoviendo además conforme a las nuevas necesidades pastorales el compromiso cristiano de todos sus hermanos.



Diego Martínez Salas

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 Notas.-


(1) El texto y la fecha de la inscripción es el que ha determinado a falta de otros documentos escrito, la datación de la creación del convento en 1754. Sin embargo, la aparente contradicción existente entre el texto y la fecha de la Iglesia del S. XVII podría salvarse si no se identifica el termino “dedicación” con el acto formal de su consagración, sino como una forma de expresar el destino o adscripción de la donación a la  Iglesia dedicada por  los carmelitas.

(2)BIBLIOTECA NACIONAL.- Manuscrito número 19540.

(2) La iglesia de San José, comparte la naturaleza humilde pero fuerte y sólida que Santa Teresa quería para sus casas. Su fachada adopta la forma común de un rectángulo cuyo lado más corto es el de la base, pero no se encuentra rematada por el típico tímpano triangular con óculo en su centro de la Iglesia de la Encarnación, carece de nártex, (espacio o nave previa a la Iglesia y perpendicular a la misma) y tampoco presenta los tres vanos de acceso o en fachada. Todos ellos, elementos típicos del modelo manierista de las iglesias del Carmelo Descalzo que se repetirá en todas las Iglesias de la orden.

Por el contrario San José presenta los elementos propios de este primitivo estilo: la ventana coral en el centro de la fachada, la cornisa recta que la remata y la puerta de acceso al templo, cubierta por un arco de medio punto sobre el que se abre un tímpano partido en el que descansa un nicho destinado a albergar la desaparecida Imagen de San José patrón de la Iglesia y del Convento.

(3) (Archivo Catedral de Málaga. Legajo 574. Inventario año 1933).

 (4) MARTÍN DE MOLINA, Salvador: “González Peinado, Diputado por Jaén, y la Guerra de la Independencia. ELUCIDARIO Nº1, Seminario bio-bibliográfico Manuel Caballero Venzalá, Marzo 2006, págs. 86-112.

 (5) Archivo Diocesano de Málaga. Legajo 371.

(6) Archivo Catedral de Málaga. Legajo 651

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