viernes, 7 de julio de 2017

DECESO DE SUCECIONES; POR ENRIQUE GARCÍA-MÁIQUEZ





Escribí contra el Impuesto de Sucesiones. Ahora que Susana Díaz anuncia la feliz noticia de su próximo deceso, qué menos que poner unas líneas de alégrame, aunque el editorial del Diario y José Ramón del Río lo hayan escrito antes y mejor. Pero no puedo decir sin parar a mis hijos que las cosas se piden "por favor" y se reciben con "gracias" para luego enmudecer cuando alguien hace -sea por lo que sea- lo que le solicité.
Parecería que tengo una barbaridad que heredar, y ésa es la prebenda que gozan los impuestos. Al protestarlos te señalas. Pasa con el IRPF, que, si suspiras, te hacen un coro de tragedia griega: "¡Ya quisiéramos nosotros pagar una barbaridad a Hacienda, eh, tú!" Con Sucesiones es peor aún, sobre todo si en la conversación están presentes tus mayores, que se agitan en el sillón.
No es ni la barbaridad ni el sillón ni mucho menos por lo que celebro el fin de Sucesiones. Más bien, por poder dejar de hablar de un asunto de tan mal fario. Si lo atacaba, no era por ansia personal, sino contra su doble injusticia: como concepto, pues se tributaba por lo que ya habían pasado por el aro como mínimo una vez; y como cantidad, pues los tipos y el cálculo resultaban confiscatorios.
Celebro también que el sistema funcione. Ciudadanos necesitaba como el comer justificar el apoyo político que da a un PSOE que le necesita como el comer. El PP, por su parte, vio el punto flaco. Del juego cruzado de los equilibrios parlamentarios, los pactos peligrosos, los golpes de estadísticas y la rivalidad electoral, ha salido un beneficio para los andaluces. La democracia funciona así, cuando funciona, y da gusto que funcione y no se enrede en debates esencialistas que son estériles y peligrosos.
Por último, mi celebración final. El socialismo andaluz estaba muy enrocado en este tema, pero desde la opinión pública, como reconoce la presidente, se ha "deslegitimado" el impuesto. Habría que estudiar este proceso paso a paso desde el principio: las tímidas protestas, la denuncia del agravio comparativo con otras regiones, la información contrastada, los reportajes sobre los abusos, los artículos de opinión, las plataformas, las manifestaciones... En España quedan muchas cosas que necesitan una deslegitimación urgente, y acabamos de ver que puede hacerse. Para tanto activista desactivado de causas excelentes, el deceso de Sucesiones debería ser motivo de resurrección del ánimo.

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