La facción “fuerte” del Partido Comunista chino, guiada por el presidente Hu Jintao, ha declarado la guerra a los seguidores del ex líder del partido Jiang Zemin, en lo que se ha convertido en la mayor crisis en el PCCH de los últimos años. La lucha interna saltó a la luz pública con el escándalo del Gobernador Bo Xilai.
El ex jefe del partido en la región de Chongqing, uno de los políticos más populares del país, fue destituido y puesto bajo arresto domiciliario después de que uno de su hombres de confianza, Wang Lijun, pidiera asilo en un consulado de Estados Unidos. Wang pasó allí una noche, donde presuntamente habría entregado documentación a las autoridades norteamericanas de que su jefe, Bo Xilai, y el jefe de seguridad estatal, Zhou Yongkang, estaban intrigando para hacerse con el poder en el partido, que precisamente este año elige el relevo de su cúpula. El delfín de Hu Jintao, Xi Jingping, a quién se espera que el partido nombre presidente en otoño, sería la víctima de la conspiración.
Aunque la Administración norteamericana no ha hecho pública la información facilitada por Wang Lijun, se cree que también podría haber documentación comprometida acerca de la persecución de la organización Falun Gong, una organización seudoreligiosa considerada como secta por Pekín. Jiang Zemin inició la persecución de la organización en 1999 y sus discípulos han actuado siempre en consecuencia. A pesar de que Falun Gong está vetado por el Gobierno, gran parte de la cúpula de Pekín considera esta caza de brujas excesiva.
Limpieza política
En otro orden de cosas, el primer ministro de China, Wen Jiabao, admitió ayer que la corrupción es el mayor problema al que se enfrenta el Partido Comunista del país si quiere prolongar su estancia en el poder. “Actualmente, la lucha contra la corrupción no cumple las expectativas de la sociedad. Es la amenaza más crucial que afronta el partido gobernante y puede socavar completamente las bases políticas del país si no se resuelve apropiadamente”, explicó el mandatario.
En este marco, el primer ministro aseguró ayer que si no se consiguen solucionar los problemas de corrupción que afectan a la clase dirigente, “cambiará el concepto del propio partido, adormecerá al Gobierno y la población morirá”. “El número de casos de corrupción en las empresas estatales crece a medida que tienen más poder y dinero, que no debe ser empleado para obsequios lujosos, recepciones, compra de vehículos y viajes a ultramar”, aseguró Wen. El órgano disciplinario del partido anunció ayer la implantación de una serie de normas éticas de conducta que deberán cumplir a partir de ahora todos los directivos de las empresas estatales.
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