miércoles, 28 de marzo de 2012

LA CRUZ DE CADA DÍA; POR OCTÓVILO MATEOS MATILLA.

La cruz de cada día



Es tiempo de pasión, es tiempo de ver pasar la cruz, seguirla, quedarse parado o mirar para otro lado, pero, se ha adelantado un poco, aún no ha comenzado oficialmente la Semana Santa, y ya suceden cosas extraordinarias, muchos hombres y mujeres padecen tragedias, sufren el mal o mejor lo padecen sin remedio ni control, o para nada, sin objetivo, sin sentido y sin consuelo, con sus solas fuerzas, sin unir sus padecimientos a los que sufrió Jesús para salvarnos precisamente de esta esclavitud en la que vivimos y contra la que nos rebelamos infructuosamente, considerándonos indignos del sufrimiento, rechazando así la lección máxima: que Dios se hace hombre para enseñarnos el camino, y que detrás del dolor y muerte viene la resurrección.

Pero voy al tema de hoy, a la tragedia presentida e inevitable, en el que no se ha rehuido el sufrimiento. N. y su hijo han acudido de manera esporádica a nuestro servicio de personas sin hogar, según las necesidades los fueran llevando, hasta que se produjo el desenlace forzoso. N. no podía afrontar la enfermedad de su hijo (síndrome de asperger) ella sola, no podía controlar todas las reacciones de la gente ni la de su hijo, no podía convencer a todo el mundo que tenían que comprender la enfermedad de su hijo, que tenían que tener una paciencia como la que ella tiene.

Como no podía controlarlo todo ha ido poniendo un cerco protector alrededor y le ha estallado dentro, se ha vuelto contra ella misma, cegada por el mor incondicional de madre y aprisionada por el instinto protector.

Al final han tenido que actuar los funcionarios del orden social,  para protegerlos de verdad de su propia autodestrucción. Quizá ahora pueda esta mujer poner orden en sus ideas y pensar en su hijo con menos agobio, ayudada por profesionales; pero sobre todo necesitará ayuda humana, comprensión, un buen cireneo que le ayude a llevar la cruz, así algún día quizá pueda recuperar a su hijo, y le pueda ofrecer un hogar estable, seguro, alejado de las miradas y los oídos indiscretos e impíos, y quizá también pueda cumplir el deseo de ver a su hijo de diplomático, o simplemente se conviertan en un ejemplo para inmigrantes.

N., J., que encontréis pronto la paz y un lugar seguro donde vivir.

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