domingo, 2 de julio de 2017

ORGULLO CARCA; POR ENRIQUE GARCÍA-MÁIQUEZ


Diario de Cádiz
Tal vez haga falta un Día del Orgullo Carca, sin ánimo de faltar. Para empezar por el tema de más interés, observen cómo la sexualidad carca es objeto de mofa general. Piensen en los jóvenes que se proponen llegar vírgenes al matrimonio entre un coro de burlas, carcajadas e incomprensión. Tampoco salen mejor parados los matrimonios carcas, partidarios de la insolente indisolubilidad, tan comparados a los conejos y ridiculizados en canciones, películas, series y libros. La sexualidad conyugal se ha convertido en el epítome cultureta del aburrimiento, cosa que a mí me sorprende, la verdad. Y el celibato provoca ampollas en el suave cutis posmoderno. La película Se Dio vuole (2015) de Edoardo Maria Falcone lo denuncia, aunque con humor, característica carca donde las haya.
El segundo órgano más importante de la humanidad, que diría Woody Allen, es la cabeza; y las carcas también sufren persecución. ¿No hay ideas que han de andar en la sombra a pesar de tanta libertad de expresión? Se observa que la ceguera de Borges le permitió hacer ciertas declaraciones porque no veía la cara de horror que provocaba en su auditorio. No sé. Lo cierto es que aquello de que la democracia implica un abuso de la estadística no es algo que pueda sugerir cualquiera, salvo contra Trump. E imaginen los antros oscuros y apartados en los que tendría que esconderse quien quisiera (si existiese) poner en duda que Franco fuera un monstruo terrible o negarse a usar el lenguaje de género. A esas catacumbas de orgullo vergonzante se va empujando poco a poco a los padres decididos a educar a sus hijos según determinados principios. Esto es así, y quién sabe si las reacciones a este artículo tímido no vendrán a darme la razón, como me temo.
Materia hay para un día que defienda nuestra igualdad y nuestra libertad. Tal vez sería demasiado colgar en los ayuntamientos de España unas banderas blancas con la flor de lis de los güelfos y que en internet todos pusiesen la cruz de Borgoña o la de Santiago transparentándose sobre sus avatares en transversal solidaridad. Sí podríamos (un día) corear máximas en latín o aforismos de Gómez Dávila y cantar por las calles "Dégénération" de Mes Aïeux, aunque otros preferirán "Political incorrectness" de Luis Alberto de Cuenca, cantada por Loquillo, o "Feo, fuerte y formal" o, incluso, aquel viejo himno que advierte: "Sólo es libre el hombre/ que no tiene miedo".

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