viernes, 20 de marzo de 2020

AHORA Y DESPUÉS; POR ENRIQUE GARCÍA-MÁIQUEZ



Suelo tener las cosas claras y verlas con optimismo. Sólo con eso escribo estas columnas, como ya saben. Salirme de ahí, me desconcierta. La crisis del coronavirus me tiene, por tanto, tambaleándome; porque no puedo ser optimista ni en lo sanitario ni en lo económico, ni tampoco termina de conocerse el alcance del virus ni, a largo plazo, el de las medidas políticas que nos están aplicando.
Por supuesto, ahora estas vacilaciones mías no tienen la menor trascendencia. Lo importante es superar la pandemia; pero hay oscuros movimientos que nos hacen temer que el recorte de libertades y derechos actual (y necesario) resultará muy tentador para los poderosos, incluso cuando desaparezcan los motivos excepcionales que los justifican. El paisaje de novela distópica que se ha instalado de la noche a la mañana en nuestras ciudades y pueblos, ¿podrá disiparse con la misma facilidad? ¿O surgirán inercias e intereses para mantenerlo en el tiempo?
Poner en suspenso, como se pretende con emotivas llamadas a la unidad, cualquier crítica a la acción de un Ejecutivo que ha ejecutado tan tarde y mal; dejar al Legislativo en los huesos; paralizar el Poder Judicial; presionar a la opinión pública; desconcertar a la Iglesia y tratar de reducirla una instancia burocrática más y menor; tasar los hábitos de las familias y de los individuos; disparar el gasto público; olvidarse del déficit; subir los impuestos… esto es una transitoria excepcionalidad; pero también -no lo olvidemos- el sueño inconfesable de cualquier político ansioso de poder.
De manera que de esta crisis sanitaria tenemos que salir cuanto antes más fuertes y concienciados que nunca. Primero por la salud de todos, que es lo primero. Y después porque todo nos advierte oscuramente, como una premonición, y sin demasiado optimismo, que, cuando esto pase, tendremos que ir recuperando poco a poco y con nuevos esfuerzos nuestra libertad y nuestros derechos, además de nuestra malparada economía.
Las angustias de la urgencia sanitaria no pueden, por tanto, ocupar nuestra mente por completo: hemos de dejarnos espacio y tiempo para la reflexión sobre las dudas sobre la gestión política. De ésta, vamos a salir, sí, pero, como decía anteayer, vamos a salir más pobres y, quizá, también menos libres. De todo lo cual tendremos que recuperarnos a fuerza de verlo venir y de optimismo cívico, para lo que habremos de hacer -aviso- un poder.

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