miércoles, 27 de diciembre de 2017

"ENGAÑAMARÍOS" DE GRAZALEMA

Último miércoles de este 2017 y lo termino con el tradicional artículo que fuera publicado en su día en "Raíces de Grazalema" por nuestro querido y siempre añorado Diego Martínez Salas.

Llevo unas semanas publicando mucho de la gastronomía propia de Grazalema y es que en esto tiempos de fríos siempre viene bien el acomodar al estómago los manjares que le son propios.

En este caso os comparto "Engañamaríos" de Grazalema que seguro más de uno recuerdo, más de uno lo ha probado e incluso lo sigue saboreando.

Sirva este artículo, el último de este 2017 que poco a poco camina a su final, para rendir un perpetuo homenaje a la memoria de nuestro querido Diego así como un reconocimiento a ese grupo de colaboradores que participaron en este esencial sitio web llamado "Raíces de Grazalema".

Sirva esta publicación como muestra de mi sincero cariño lleno de admiración hacia su viuda, hijos, madre, familia, amigos así como a todo este precioso pueblo de Grazalema y los grazalemeños.

Sirva esta publicación también para desearos todo lo mejor para el venidero 2018.

Recibid todos un abrazo con sabor a eternidad,

Jesús Rodríguez Arias 

raicesdegrazalema.wordpress.com

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Ingredientes

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2 huevos.

Pan duro o rallado.

Aceite.

1 diente de ajo.

Perejil.

Sal.

Caldo de puchero.

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Elaboración

 

Se baten los huevos y se le agrega un ajito  y perejil muy picados, sal y pan. Con eso se hacen tortillitas, redonditas y pequeñas, como del tamaño de una concha fina. Se hacen cuantas salgan y se apartan en un plato.

A continuación calentamos caldo del puchero, aunque en los tiempos de escasez se hacía un caldo hirviendo una cebolla cortada  a cascos, con un poco de aceite y sal. Cuando el caldo comienza a hervir se agregan las tortillitas justo hasta que se inflen. Se sirven las tortillas con el caldo. Se le pude escaldar un huevo.

La receta de este sabroso y sencillo plato, nos la envía Ángeles Salas que recuerda como su madre Filomena lo llamaba así, pues con poca cosa se llenaba y “engañaba” el estómago de un marido en tiempos de escasez. También recuerda como llevaba los engañamarios en un plato de duralex tapado por otro, hasta el bar de su padre donde los comía sin dejar de jugar su partida de tute, tras lavarse las  manos con un chorro de aguardiente. Licor que en otros tiempos sustituía al alcohol y que por sus múltiples aplicaciones de las que hablaremos en otro momento, no faltaba en casa alguna.

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