lunes, 31 de julio de 2017

ROBERTO CARLOS: MI QUERIDO, MI VIEJO, MI AMIGO.

JEAN-PAX MÉFRET, CANTAUTOR: "EL MARTIRIO DE LOS CRISTIANOS DE ORIENTE PODRÍA ANUNCIAR EL NUESTRO"

Religión en Libertad
Jean-Pax Méfret, cantautor: «El martirio de los cristianos de Oriente podría anunciar el nuestro»


Jean-Pax Méfret es un periodista, escritor y autor-compositor-intérprete francés. Muchas de sus canciones tiene un fuerte contenido histórico y político. Recientemente ha publicado un álbum: Noun, dedicado a los cristianos de Oriente. Es el motivo por el que le entrevista Le Figaro:

-Usted ha dedicado su último disco, Noun, a los cristianos de Oriente. ¿Cree usted que es un tema del que no se habla lo suficiente?
-Sí, es un tema del que se habla muy poco. He dudado antes de hacer de él una canción. Pero cuando iba en mi coche hacia Fréjus, para dar un concierto, me surgió una melodia que grabé de inmediato en mi portátil. A título de anécdota, acabé de escribir los últimos versos en el camerino, pocos minutos antes de salir al escenario: "Mueren víctimas de su fe / caen bajo la sombra de la Cruz / en un silencio que hace dudar del corazón de los hombres".


»Después, decidí hacer un disco sobre el relato de los cristianos de Oriente. No es la primera vez que escribo un relato. En mi álbum Camerone añadí un libreto para explicar a los oyentes la historia de la batalla de Camarón (30 de abril de 1863). Imagine la escena: sesenta y dos legionarios resistieron ante dos mil mexicanos. Se negaron a rendirse y lucharon hasta el final. A partir de entonces, cada 30 de abril los legionarios celebran ese evento y alaban el valor de sus predecesores.

-En su época, la lucha era principalmente contra el comunismo. ¿Cuál es hoy la amenaza?
-Creo que el verdadero desafío es la fe. "¿Estamos condenados a sufrir la misma suerte que los cristianos de Oriente?"; ésta es la pregunta. Claramente, su martirio podría muy bien anunciar el nuestro. En todas parte del mundo los cristianos son perseguidos; por este motivo nosotros, que procedemos de una tradición y una cultura cristianas, debemos aceptar este reto. Es bastante más ambicioso que luchar contra el comunismo: nuestra época es mucho más exigente.

-¿El problema es el islamismo?
-Con ocasión de los atentados de Londres en 2005, compuse una canción que se titula Au nom d'Allah [En el nombre de Alá] en la que pregunto si el terrorismo islamista actúa verdaderamente en nombre de Alá. Cuando canté en el Olympia expliqué antes la historia del capitán Kheliff, un oficial de la Armada francesa, musulmán, que salvó a unos pieds noirs [franceses argelinos de origen europeo que tuvieron que abandonar este país tras la independencia en 1962] durante la masacre de Orán del 5 de julio de 1962, infringiendo las ordenes recibidas y que, una vez en Francia, creó una asociación de antiguos combatientes musulmanes. Es necesario saber que en Argelia todos los antiguos combatientes musulmanes fueron degollados por el FLN (Frente de Liberación Nacional) después de la independencia. Kheliff también creó una mezquita en Lyon.

Tras la masacre de Orán del 5 de julio de 1962, que produjo 700 muertos a manos de diversos grupos argelinos independentistas ante la pasividad de las fuerzas armadas francesas, a los pieds noirs les quedaron pocas dudas sobre si quedarse o irse. Cerca de 700.000 franceses de Argelia, cristianos, judíos y musulmanes, tuvieron que abandonar el lugar donde habían nacido tras la independencia acordada por De Gaulle en 1962.

»Esta historia, contada antes de En el nombre de Alá, quería evitar las confusiones que mi canción pudiera originar. Efectivamente, es necesario reconocer que hay una verdadera diversidad dentro del mundo musulmán y que esos jóvenes de las periferias, abandonados por la sociedad, no conocen de verdad su religión.

»Me cuesta trabajo ver algo "divino" en los actos terroristas, es algo más humano, más miserable. Pero, más pronto o más tarde, tendremos que enfrentarnos a esta violencia y tenemos la obligación de prepararnos. Símbolo de contraejemplo: Inglaterra y su modelo comunitarista eran una mina para los radicales.  De hecho, desde principios del siglo XXI hemos acaparado las portadas con esta amenaza islamista, alimentada por los predicadores que residen en Londres, que llamaban a la muerte de los cristianos. Ya entonces sentimos el peligro.

»Pero, paradójicamente, este odio hacia los cristianos nos recuerda también nuestra herencia, nuestra identidad cristiana, porque nos llaman "los cruzados". Nos obligan a volver a nuestras raíces. ¿Se olvidan de que antes de ser musulmán, Oriente, cuna del nacimiento de Cristo, era cristiano? Olvidamos demasiado a menudo que la primera iglesia fue construida en Antioquia. Como Argelia, que antes de las invasiones árabes era cristiana. San Agustín y su madre, la amada Mónica, son la imagen más perfecta de esto.

Concierto de Jean-Pax Méfret en Fréjus (la diócesis de monseñor Dominique Rey) el 27 de agosto de 2016, en favor de los cristianos perseguidos en Siria e Irak.

-Entre la Legión Extranjera, Argelia y los Chuanes [alzamiento católico y monárquico contra la Revolución Francesa], la Historia tiene un lugar muy importante en su obra. ¿Cuál es la unidad entre todos estos periodos evocados?
-Son causas de las que se habla poco y que forman un conjunto de valores. Yo soy pied-noir, la historia de Argelia me ha marcado. Mi música habla de los grandes acontecimientos de la historia, a veces olvidados: Budapest, el muro de Berlín... Creo que soy el único que canta inspirándome en estos hechos. Nadie más que yo, creo, ha cantado a la revolución húngara, por ejemplo.

»La originalidad de estos temas es también lo que me define. No compongo canciones de amor; y si hablo del amor, es para decir que no pertenezco al tipo de autores que cantan canciones de amor.

-¿Podemos decir que usted en un cantante de derechas?
-No sé si soy un cantante de derechas, pero ¡estoy seguro de que no soy un cantante de izquierdas! Ser de izquierdas para los cantantes es, a veces, una voluntad artística, es decir, un esnobismo. Es necesario saber que los cantantes del siglo pasado no eran automáticamente de izquierdas. De todas maneras, no seguían la moda actual de las "grandes conciencias"; sermoneaban mucho menos. Observen, por ejemplo, a Boris Vian... a mí me gusta mucho.

»Mi idea al principio no era ser compositor y cantante: mi objetivo era volver a poner de moda hechos que habían sido ignorados. No tengo un mensaje especial que lanzar, prefiero recordar las situaciones. No hay nada mejor que la canción para hacer descubrir esos hechos. He sabido que, recientemente, los alumnos de una periferia parisina que estaban visitando el museo del desembarco americano en Normandia cantaron mi canción sobre el desembarco: "Han caído del cielo como si tuvieran alas / trayendo un aire de libertad". Una canción se escucha siempre más fácilmente que una lección de historia, es otra manera de transmitir.

-Le llaman el cantante de Occidente... ¿Se ve usted así?
-Siempre me sorprende que me presenten como el cantante de Occidente cuando mi procedencia es oriental. En esa época era porque me oponía al comunismo. Hubiera sido mejor hablar de "cantante del mundo libre". No creo que haya habido combates más duros que los que oponían a los dos bloques durante la Guerra Fría. En Ni rouge ni mort [Ni rojo ni muerto] explico las razones de mi oposición al comunismo, el peligro que éste representaba, ¡sobre todo con la Armada roja! ¡Nos olvidamos que el muro de Berlín se había levantado con losas que podían ser derrumbadas en cualquier momento hacia el oeste para dejar pasar los tanques!

»La lucha contra el comunismo y los gulags era un verdadero combate por la libertad del que nadie hablaba. El partido comunista francés incluso recibía sus ordenes de Moscú. Por lo tanto, creo que es inaudito que siga habiendo en Francia un partido comunista. Rojos de vergüenza, ¡han cambiado de nombre en todas las naciones occidentales, menos en Francia!

-En muchos aspectos podemos decir que usted ha tenido múltiples vidas. ¿Cómo pasa uno de la OAS [Organisation de l'Armée secrète]  a periodista y cantante?
-Yo no estaba en la OAS. Cuando me arrestaron la OAS no existía. Pero podemos decir que yo estaba a favor de la Argelia francesa. Nací allí. Mis antepasados por parte de madre pertenecían al grupo de deportados de la primera comuna que, en 1848, fueron exiliados a la Cabilia. Argelia, en este aspecto, no era un país de derechas. Por otra parte, los bastiones comunistas, que dominaban los barrios populares, fueron los más virulentos durante la guerra de Argelia. Mi padre no era del país, había ido para preparar el desembarco americano. Trabajaba para la OSS, los servicios secretos americanos. Fue allí donde conoció a mi madre.

»Volviendo a mi vida, durante el golpe de estado de 1961, las autoridades tenían necesidad de voces para leer los mensajes y como yo tenía una voz radiofónica, me llamaron para trabajar en la RTF Télévision de Argel, que estaba a favor de la Argelia francesa. Por este motivo me acusaron de participar en un movimiento rebelde, de complot con los jefes de la insurrección, de atentado contra la autoridad del Estado: veintinueve cargos de acusación en total.

»Pasé directamente de los hermanos maristas a la prisión de Argel y, después, a la cárcel de la Santé en París. En total estuve encarcelado dieciocho meses. Fue una prueba muy dura para mi madre que, como muchos, compartía mis convicciones. Estoy convencido que no era una lucha política, en todo caso estaba circunscrita al anti-gaullismo. Hoy en día es una verdad reconocida y aceptada: De Gaulle traicionó a los pieds-noirs. No obstante, ya no me opongo al aura del general. Si en 1940 hubiera tenido 16 años, creo que me habría unido a la Resistencia.

»Por consiguiente, el problema no es político, el problema es Argelia. Comprenda usted, la gente sencillamente desea permanecer donde ha nacido. Al final era más una guerra franco-francesa que una guerra contra los argelinos. Las autoridades francesas se movilizaron en pleno contra los partidarios de una Argelia francesa. El 26 de marzo de 1962, el ejército francés no dudó en disparar a la multitud, dejando 80 muertos y 200 heridos, hecho que la gente, hoy en día, ha olvidado.

-¿Ha vuelto usted a Argelia?
-No, nunca, no me apetece. En una canción afirmo: Je viens d'un pays qui n'existe plus [Vengo de un país que ya no existe].

-¿Cómo entró en el mundo del periodismo?
-Empecé en el periódico Aurore, en la rúbrica Hechos Diversos; después pasé a la sección de asuntos extranjeros cubriendo los conflictos. Así pude comprender todas las guerras de América central y, después, las del Líbano. A continuación estuve trabajando un tiempo en Figaro Magazine dirigido por Louis Pauwels. ¡Una gran época! No concibo el periodismo como una educación del  pensamiento, sino más bien como una revelación de hechos sobre algunos asuntos. Tuve la oportunidad de tratar grandes asuntos como el arresto de Escobar. Mientras era periodista seguía cantando. Gané el gran premio del programa televisivo Âge tendre et tête de bois con la canción La Prière [La oración].

-En su último álbum hay una canción, La Force [La fuerza], dirigida a Cristo. ¿Qué lugar ocupa la fe en su vida y en su obra?
-Estoy convencido que creer en algo es primordial para la vida de un  hombre, es una fuerza interior. Creer en Cristo es aún más fuerte. Respecto a La Force, curiosamente nunca ha sido para mí una cuestión de honor escribir un canción dedicada a Cristo, pero surgió de manera natural. El título viene de la súplica "Dame la fuerza" que acompaña los cánticos en la Biblia. La lectura de la historia de los cristianos de Oriente y de la masacre de los armenios, de esas personas lanzadas a la muerte y que se aferran al pensamiento de Dios, me inspiraron esta canción.


»En un pasaje digo que veo "brillar las almas de los compañeros que murieron entre las llamas". Este paralelo me ha emocionado mucho, algo muy raro cuando se trata de mis escritos. De hecho, no tengo la costumbre de escuchar mis propias canciones. Sin embargo, ésta a veces la escucho.

-¿Cómo describiría usted la situación política actual en Francia?
-Creo que necesitamos un cambio, un cambio radical para darle la vuelta al orden establecido. Aplaudo esta renovación del personal político. Pero no creo en el milagro Macron, ni que su sistema dure. Lo que es exasperante hoy en día es la mediocridad de la derecha -la izquierda no es mejor-, pero me desespera ver una derecha sin puntos de referencia y pusilánime cuando llega el momento de defender sus ideas.

(Traducción de Helena Faccia Serrano, del original francés en Le Figaro)

(Lea más en nuestra sección Cristianos Perseguidos)

NUEVOS MEDITERRÁNEOS (I): "AQUELLA PRIMERA ORACIÓN DE HIJO DE DIOS"





El sentido de la filiación divina lo cambia todo, como cambió la vida de san Josemaría cuando descubrió inesperadamente ese Mediterráneo.
VIDA ESPIRITUAL
Opus Dei - Nuevos mediterráneos (I): «Aquella primera oración de hijo de Dios»
«Son momentos, hijas e hijos míos, para adentrarnos más y más por «caminos de contemplación» en medio del mundo»[1]. Con estas palabras señala el prelado del Opus Dei una de las prioridades del momento actual. El apostolado de los cristianos es, hoy como siempre, «una superabundancia de nuestra vida interior»[2]. Por una parte, porque consiste en comunicar precisamente esa Vida; por otra, porque para proponer la fe al mundo es necesario comprenderla y vivirla en profundidad. Se trata, en definitiva, como nos indicó san Josemaría, de «ahondar en la hondura del Amor de Dios, para poder así, con la palabra y con las obras, mostrarlo a los hombres»[3].
NO BASTA SER HIJOS DE DIOS, SINO QUE HEMOS DE SABERNOS HIJOS DE DIOS, DE MODO TAL QUE NUESTRA VIDA ADQUIERA ESE SENTIDO
Este camino hacia adentro tiene una peculiaridad. No transita de un lugar conocido a otro desconocido: consiste más bien en ahondar en lo que ya se conoce, en lo que parece obvio, de tan oído. Se descubre entonces algo que, en realidad, se sabía, pero que ahora se percibe con una fuerza y una profundidad nueva. San Josemaría se refiere a esa experiencia hablando de distintos «Mediterráneos» que se fueron abriendo ante sus ojos de manera inesperada. Así lo expone, por ejemplo, en Forja:
«En la vida interior, como en el amor humano, es preciso ser perseverante. Sí, has de meditar muchas veces los mismos argumentos, insistiendo hasta descubrir un nuevo Mediterráneo.
»–¿Y cómo no habré visto antes esto así de claro?, te preguntarás sorprendido. –Sencillamente, porque a veces somos como las piedras, que dejan resbalar el agua, sin absorber ni una gota.
»–Por eso, es necesario volver a discurrir sobre lo mismo, ¡que no es lo mismo!, para empaparnos de las bendiciones de Dios»[4].
«Discurrir sobre lo mismo» para intentar abrirnos a toda su riqueza y descubrir así «¡que no es lo mismo!» Ese es el camino de contemplación al que estamos llamados. Se trata de surcar un mar que, a primera vista, no tiene nada de nuevo, porque ya forma parte de nuestro paisaje cotidiano. Los romanos llamaban al Mediterráneo Mare nostrum: se trataba del mar conocido, del mar con el que convivían. San Josemaría habla de descubrir Mediterráneos porque, en cuanto nos adentramos en los mares que creemos conocer bien, se abren ante nuestros ojos horizontes amplios, insospechados. Podemos decir entonces al Señor, con palabras de santa Catalina de Siena: «eres como un mar profundo, en el que cuanto más busco más encuentro, y cuanto más encuentro más te busco»[5].
Estos descubrimientos responden a luces que Dios da cuando y como quiere. Con todo, nuestra consideración pausada nos pone en disposición de recibir esas luces del Señor. «Y como aquél que primero estaba en las tinieblas y después ve de pronto el sol que le ilumina la cara, y distingue claramente lo que hasta entonces no veía, del mismo modo el que recibe el Espíritu Santo queda con el alma iluminada»[6]. En los siguientes editoriales repasaremos algunos de estos Mediterráneos que san Josemaría descubrió en su vida interior, para ahondar con él «en la hondura del Amor de Dios».
Abba Pater!
Algunas luces de Dios marcaron de modo indeleble el espíritu que Dios transmitió a san Josemaría. Una de ellas encuentra eco en aquel grito del apóstol san Juan: «Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos!» (1 Jn 3,1). De modo parecido, el descubrimiento que hizo san Josemaría desembocó en un clamor lleno de alegría. Fue un hallazgo inesperado, la repentina apertura de un panorama que se hallaba en realidad como escondido en algo que conocía bien. Era el otoño de 1931; lo recordaba muchos años después: «Os podría decir hasta cuándo, hasta el momento, hasta dónde fue aquella primera oración de hijo de Dios. Aprendí a llamar Padre, en el Padrenuestro, desde niño; pero sentir, ver, admirar ese querer de Dios de que seamos hijos suyos…, en la calle y en un tranvía –una hora, hora y media, no lo sé–; Abba, Pater!, tenía que gritar»[7].
SAN JOSEMARÍA HABLA DE DESCUBRIR «MEDITERRÁNEOS» PORQUE, EN CUANTO NOS ADENTRAMOS EN LOS MARES QUE CREEMOS CONOCER BIEN, SE ABREN ANTE NUESTROS OJOS HORIZONTES AMPLIOS, INSOSPECHADOS
En los meses siguientes, san Josemaría volvió repetidamente sobre este punto. En el retiro que hizo un año más tarde, por ejemplo, apuntaba: «Día primero. Dios es mi Padre. –Y no salgo de esta consideración»[8]. ¡El día entero considerando la Paternidad de Dios! Aunque de entrada una contemplación tan dilatada en el tiempo pueda sorprendernos, de hecho señala la profundidad con la que caló en él la experiencia de la filiación divina. También nuestra primera actitud, en la oración y, en general, al dirigirnos a Dios, debe cifrarse en un confiado abandono y agradecimiento. Para que nuestro trato con Dios adquiera esta forma, conviene descubrir personalmente, una vez más, que Él ha querido ser Padre nuestro.
¿Quién es Dios para mí?
Como san Josemaría, tal vez aprendimos siendo muy pequeños que Dios es Padre, pero quizá nos queda un buen trecho de camino para vivir nuestra condición de hijos en toda su radicalidad. ¿Cómo podemos facilitar ese descubrimiento?
En primer lugar, para descubrir la paternidad de Dios, es necesario muchas veces restaurar su auténtica imagen. ¿Quién es Él para mí? De modo consciente o inconsciente, hay quien piensa en Dios como Alguien que impone leyes y anuncia castigos para quienes no las cumplan; Alguien que espera que se acate su voluntad y se enfurece ante la desobediencia; en una palabra, un Amo del que nosotros no seríamos más que involuntarios súbditos. En otros casos –sucede también a algunos cristianos–, Dios es percibido fundamentalmente como el motivo por el que hay que portarse bien. Se piensa en Él como la razón por la que cada uno se mueve hacia donde realmente no quiere, pero debe ir. Sin embargo, Dios «no es un Dominador tiránico, ni un Juez rígido e implacable: es nuestro Padre. Nos habla de nuestros pecados, de nuestros errores, de nuestra falta de generosidad: pero es para librarnos de ellos, para prometernos su Amistad y su Amor»[9].
La dificultad para percibir que «Dios es Amor» (1 Jn 4,8) se debe a veces también a la crisis que atraviesa la paternidad en diversos países. Tal vez lo hemos comprobado al hablar con amigos o compañeros: su padre no les genera buenos recuerdos, y un Dios que es Padre no les parece particularmente atractivo. Al proponerles la fe, es bueno ayudarles a ver cómo su dolor por esa carencia muestra hasta qué punto llevan la paternidad inscrita en el corazón: una paternidad que les precede y que les llama. Un amigo, un sacerdote, pueden ayudarles con su cercanía a descubrir el amor del «Padre de quien toma nombre toda familia en los cielos y en la tierra» (Ef3,14), y a experimentar esa ternura también en la «vocación de custodiar»[10]que palpita dentro de cada uno, y que se abre camino en el padre o la madre que ellos mismos ya son, o que quisieran ser un día. Así pueden ir descubriendo en el fondo de su alma el auténtico rostro de Dios y la manera en que sus hijos estamos llamados a vivir, sabiéndonos mirados por Él con infinito cariño. En efecto, un padre no quiere a su hijo por lo que hace, por sus resultados, sino sencillamente porque es su hijo. Al mismo tiempo, le lanza al mundo y procura sacar lo mejor de él, pero siempre partiendo de lo mucho que vale a sus ojos.
UN PADRE NO QUIERE A SU HIJO POR LO QUE HACE, POR SUS RESULTADOS, SINO SENCILLAMENTE PORQUE ES SU HIJO
Puede servirnos considerarlo, en particular, en los momento de fracaso, o cuando la distancia entre nuestra vida y los modelosque nos presenta el mundo en que vivimos nos lleven a tener una baja consideración de nosotros mismos. «Esta es nuestra “estatura”, esta es nuestra identidad espiritual: somos los hijos amados de Dios, siempre (…). No aceptarse, vivir descontentos y pensar en negativo significa no reconocer nuestra identidad más auténtica: es como darse la vuelta cuando Dios quiere fijar sus ojos en mí; significa querer impedir que se cumpla su sueño en mí. Dios nos ama tal como somos, y no hay pecado, defecto o error que lo haga cambiar de idea»[11].
Darnos cuenta de que Dios es Padre va de la mano con dejarnos mirar por Él como hijos muy amados. De este modo, comprendemos que nuestra valía no depende de lo que tengamos –nuestros talentos– o de lo que hagamos –nuestros éxitos–, sino del Amor que nos creado, que ha soñado con nosotros y nos ha afirmado «antes de la fundación del mundo» (Ef 1,4). Ante la fría idea de Dios que se hace a veces el mundo contemporáneo, Benedicto XVI quiso recordar desde el inicio de su pontificado que «no somos el producto casual y sin sentido de la evolución. Cada uno de nosotros es el fruto de un pensamiento de Dios. Cada uno de nosotros es querido, cada uno es amado, cada uno es necesario»[12]. ¿De verdad incide esta idea en nuestra vida diaria?
La confiada esperanza de los hijos de Dios
San Josemaría recordaba con frecuencia a los fieles del Opus Dei que «el fundamento de nuestra vida espiritual es el sentido de nuestra filiación divina»[13]. Lo comparaba al «hilo que une las perlas de un gran collar maravilloso. La filiación divina es el hilo, y ahí se van engarzando todas las virtudes, porque son virtudes de hijo de Dios»[14]. Por eso es crucial pedir a Dios que nos abra este Mediterráneo, que sostiene y da forma a toda nuestra vida espiritual.
El hilo de la filiación divina se traduce en «una actitud cotidiana de abandono esperanzado»[15], una actitud que es propia de los hijos, especialmente cuando son pequeños. Por eso en la vida y en los escritos de san Josemaría, la filiación divina iba a menudo unida a la infancia espiritual.Ciertamente, ¿qué le importan las sucesivas caídas al niño que está aprendiendo a ir en bicicleta? No valen nada, mientras vea a su padre cerca, animándole a volver a intentarlo. En eso consiste su abandono esperanzado: «Papá dice que puedo… ¡vamos!».
Sabernos hijos de Dios es también la seguridad sobre la que apoyarnos para llevar a cabo la misión que el Señor nos ha confiado: «A lo largo de los años, he procurado apoyarme sin desmayos en esta gozosa realidad. Mi oración, ante cualquier circunstancia, ha sido la misma, con tonos diferentes. Le he dicho: Señor, Tú me has puesto aquí; Tú me has confiado eso o aquello, y yo confío en Ti. Sé que eres mi Padre, y he visto siempre que los pequeños están absolutamente seguros de sus padres»[16]. No podemos negar que habrá dificultades. Pero las encararemos desde la conciencia de que, pase lo que pase, ese Padre todopoderoso nos acompaña, está a nuestro lado y vela por nosotros. Él hará lo que nos proponemos, porque a fin de cuentas es obra suya; lo hará quizá de un modo distinto, pero más fecundo. «Cuando te abandones de verdad en el Señor, aprenderás a contentarte con lo que venga, y a no perder la serenidad, si las tareas –a pesar de haber puesto todo tu empeño y los medios oportunos– no salen a tu gusto... Porque habrán “salido” como le conviene a Dios que salgan»[17].
Cultivar el «sentido de la filiación divina»
San Josemaría, conviene notarlo, no señalaba como fundamento del espíritu del Opus Dei la filiación divina, sino el sentido de la filiación divina. No basta ser hijos de Dios, sino que hemos de sabernos hijos de Dios, de modo tal que nuestra vida adquiera ese sentido. Tener esa seguridad en el corazón es el fundamento más sólido; la verdad de nuestra filiación divina se convierte entonces en algo operativo, con repercusiones concretas en nuestra vida.
Para cultivar tal sentido, es bueno ahondar en esa realidad con la cabeza y con el corazón. Con la cabeza, primero, meditando en la oración los pasajes de la Escritura que hablan de la paternidad de Dios, de nuestra filiación, de la vida de los hijos de Dios. Esta meditación puede recibir luz de los muchos textos de san Josemaría sobre nuestra condición de hijos de Dios[18], o de las reflexiones de otros santos y escritores cristianos[19].
NO HAY DERROTA PARA QUIEN DESEA ACOGER CADA DÍA EL AMOR DE DIOS. INCLUSO EL PECADO PUEDE CONVERTIRSE EN OCASIÓN DE RECORDAR NUESTRA IDENTIDAD DE HIJOS
Con el corazón podemos ahondar en nuestra condición de hijos de Dios acudiendo al Padre confiadamente, abandonándonos en su Amor, actualizando con o sin palabras nuestra actitud filial, y procurando tener siempre presente el Amor que Él nos tiene. Un modo de hacerlo es acudir a Él con breves invocaciones o jaculatorias. San Josemaría sugería: «Llámale Padre muchas veces al día, y dile –a solas, en tu corazón– que le quieres, que le adoras: que sientes el orgullo y la fuerza de ser hijo suyo»[20]. También podemos acudir a alguna breve oración que nos ayude a afrontar la jornada desde la seguridad de sentirnos hijos de Dios, o a terminarla, con agradecimiento, contrición y esperanza. El papa Francisco proponía esta a los jóvenes: «“Señor, te doy gracias porque me amas; estoy seguro de que me amas; haz que me enamore de mi vida”. No de mis defectos, que hay que corregir, sino de la vida, que es un gran regalo: es el tiempo para amar y ser amado»[21].
Volver a la casa del Padre
Se ha descrito la familia como «el lugar al que se vuelve», donde hallamos reparo y descanso. Lo es de modo particular en cuanto «santuario del amor y de la vida»[22], como le gustaba decir a san Juan Pablo II. Allí reencontramos el Amor que da sentido y valía a nuestra vida, porque está en su mismo origen.
De igual modo, sentirnos hijos de Dios nos permite volver a Él confiadamente cuando estamos cansados, cuando nos han tratado mal o nos sentimos heridos… o también cuando le hemos ofendido. Volver al Padre es otro modo de vivir en esa actitud de «abandono esperanzado». Conviene meditar a menudo la parábola del padre que tenía dos hijos, recogida por san Lucas (Cfr. Lc 15,11-32): «Dios nos espera, como el padre de la parábola, extendidos los brazos, aunque no lo merezcamos. No importa nuestra deuda. Como en el caso del hijo pródigo, hace falta sólo que abramos el corazón, que tengamos añoranza del hogar de nuestro Padre, que nos maravillemos y nos alegremos ante el don que Dios nos hace de podernos llamar y de ser, a pesar de tanta falta de correspondencia por nuestra parte, verdaderamente hijos suyos»[23].
Aquel hijo quizá apenas pensó en el dolor que había causado a su Padre: sobre todo añoraba el buen trato que recibía en la casa paterna (cfr. Lc 15,17-19). Se dirige hacia allá con la idea de no ser más que un siervo entre otros. Sin embargo, su padre le recibe –¡sale a buscarle, se le echa al cuello y le llena de besos!– recordándole su identidad más profunda: es su hijo. Enseguida dispone que le devuelvan los vestidos, las sandalias, el anillo… las señales de esa filiación que ni siquiera su mal comportamiento podía borrar. «A fin de cuentas se trataba del propio hijo y tal relación no podía ser alienada, ni destruida por ningún comportamiento»[24].
Aunque a veces podamos ver a Dios como un Amo del que somos siervos, o como un frío Juez, Él se mantiene fiel a su Amor de Padre. La posibilidad de acercarnos a Él después de haber caído es siempre una ocasión magnífica para descubrirlo. Al mismo tiempo, eso nos revela nuestra propia identidad. No se trata solamente de que Él haya decidido amarnos, porque sí, sino de que verdaderamente somos –por gracia– hijos de DiosSomos hijos de Dios y nada, ni nadie, podrá robarnos jamás esa dignidad. Ni siquiera nosotros mismos. Por eso, ante la realidad de nuestra debilidad y del pecado –consciente y voluntario– no dejemos que nos invada la desesperanza. Como señalaba san Josemaría, «esta conclusión no es la última palabra. La última palabra la dice Dios, y es la palabra de su amor salvador y misericordioso y, por tanto, la palabra de nuestra filiación divina»[25].
Ocupados en amar
El sentido de la filiación divina lo cambia todo, como cambió la vida de san Josemaría cuando descubrió inesperadamente ese Mediterráneo. ¡Qué distinta es la vida interior cuando, en lugar de basarla en nuestros avances o en nuestros propósitos de mejora, la centramos en el Amor que nos precede y nos espera! Si uno da prioridad a lo que él mismo hace, su vida espiritual gira casi exclusivamente en torno a la mejora personal. A la larga, este modo de vivir no solo arriesga con dejarse el amor de Dios olvidado en una esquina del alma, sino también con llevar al desánimo, porque se trata de una lucha en la que uno está solo ante el fracaso.
Cuando, en cambio, nos centramos en lo que Dios hace, en dejarnos amar cada día por él, acogiendo diariamente su Salvación, la lucha adquiere otro temple. Si salimos vencedores, se abrirá paso con gran naturalidad el agradecimiento y la alabanza; si caemos derrotados, nuestro trato con Dios consistirá en volver confiadamente al Padre, pidiendo perdón y dejándonos abrazar por Él. Se entiende así que «la filiación divina no es una virtud particular, que tenga sus propios actos, sino la condición permanente del sujeto de las virtudes. Por eso no se obra como hijo de Dios con unas acciones determinadas: toda nuestra actividad, el ejercicio de nuestras virtudes, puede y debe ser ejercicio de la filiación divina»[26].
No hay derrota para quien desea acoger cada día el Amor de Dios. Incluso el pecado puede convertirse en ocasión de recordar nuestra identidad de hijos y de volver al Padre, que insiste en salir a nuestro encuentro clamando: «¡Hijo, hijo mío!». De esa misma conciencia nacerá –como nacía en san Josemaría– la fuerza que necesitamos para volver a caminar en pos del Señor: «Sé que vosotros y yo, decididamente, con el resplandor y la ayuda de la gracia, veremos qué cosas hay que quemar, y las quemaremos; qué cosas hay que arrancar, y las arrancaremos; qué cosas hay que entregar, y las entregaremos»[27]. Pero lo haremos sin agobio, y sin desánimo, procurando no confundir el ideal de la vida cristiana con el perfeccionismo[28]. Viviremos, así, pendientes del Amor que Dios nos tiene, ocupados en amar. Seremos como hijos pequeños que han descubierto un poco el amor de su Padre, y quieren agradecérselo de mil modos y corresponder con todo el amor –poco o mucho– que son capaces de expresar.
Lucas Buch

[1] F. Ocáriz, Carta pastoral, 14-II-2017, n. 30.
[2] Ibidem. Cfr. San Josemaría, Camino, n. 961; Amigos de Dios, n. 239.
[3] San Josemaría, Es Cristo que pasa, n. 97.
[4] San Josemaría, Forja, n. 540.
[5] Santa Catalina de Siena, Diálogo, c. 167.
[6] San Cirilo de Jerusalén, Catequesis 16, 16.
[7] San Josemaría, Meditación del 24-XII-1969 (en A. Vázquez de Prada, El Fundador del Opus Dei, vol. 1, Rialp, Madrid 1997, p. 390).
[8] San Josemaría, Apuntes íntimos, n. 1637 (en A. Vázquez de Prada, El Fundador del Opus Dei, vol. 1, p. 465).
[9] Es Cristo que pasa, n. 64.
[10] Francisco, Homilía en la Misa de inicio del pontificado, 19-III-2013.
[11] Francisco, Homilía, 31-VII-2016.
[12] Benedicto XVI, Homilía en la Misa de inicio del pontificado, 24-IV-2005.
[13] San Josemaría, Carta 25-I-1961, n. 54 (en E. Burkhart, J. López, Vida cotidiana y santidad en la enseñanza de San Josemaría, vol. 2, Rialp, Madrid 2013, p. 20, nota 3).
[14] San Josemaría, Apuntes de la predicación, 6-VII-1974, en E. Burkhart, J. López, Vida cotidiana y santidad en la enseñanza de San Josemaría, vol. 2, p. 108.
[15] F. Ocáriz, Carta pastoral, 14-II-2017, n. 8.
[16] Amigos de Dios, n. 143.
[17] San Josemaría, Surco, n. 860.
[18] Cfr. p.ej. F. Ocáriz, “Filiación divina” en Diccionario de san Josemaría Escrivá de Balaguer, Monte Carmelo, Burgos 2013, pp. 519-526.
[19] El año jubilar de la Misericordia ha permitido redescubrir a algunos de ellos. Cfr. Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización, Misericordiosos como el Padre. Subsidios para el Jubileo de la Misericordia 2015-2016.
[20] Amigos de Dios, n. 150.
[21] Francisco, Homilía, 31-VII-2016.
[22] San Juan Pablo II, Homilía, 4-V-2003.
[23] Es Cristo que pasa, n. 64.
[24] San Juan Pablo II, Enc. Dives in Misericordia (30-XI-1980), n. 5.
[25] Es Cristo que pasa, n. 66.
[26] F. Ocáriz – I. de Celaya, Vivir como hijos de Dios, Eunsa, Pamplona 1993, p. 54.
[27] Es Cristo que pasa, n. 66.
[28] Cfr. F. Ocáriz, Carta pastoral, 14-II-2017, n. 8.

ESTE MIÉRCOLES RETOMAN LAS AUDIENCIAS, PERO EN EL AULA PABLO VI DEBIDO AL FUERTE CALOR

ZENIT – Espanol


Con una capacidad de unas 6 mil personas, frente a las 50 mil que acoge la Plaza
El Papa con los abuelos en el Aula Nervi (Fto. © Oss. Romano)
El Papa Con Los Abuelos En El Aula Nervi (Fto. Archivo © Oss. Romano)
(ZENIT – Ciudad del Vaticano, 31 Jul. 2017).- Este 2 de agosto retoman las audiencias generales de los miércoles, en las cuales el papa Francisco realiza sus catequesis y saluda a los miles de peregrinos que llegan a Roma, con deseos de verlo pasar y escucharlo personalmente.
Entretanto debido al fuerte calor del actual mes de agosto, las dos primeras audiencias serán en el Aula Pablo VI  del Vaticano y no en la plaza de San Pedro, pues se esperan temperaturas cercanas a los 40 grados centígrados, debido a un frente de calor que llega desde África.
Todas las últimas catequesis han sido sobre la virtud de la esperanza, que el Papa definió como una vela que recoge el viento del Espíritu Santo que empuja la nave. El Santo Padre profundizó diversos aspectos como las esperanzas terrenas que caen ante la cruz, pero renacen en otras que duran para siempre. Señaló también que la esperanza cristiana no es un concepto abstracto sino que se basa en el Señor Jesús que ha resucitado y que jamás falta a su palabra. Precisó también en otra de las audiencias, que la esperanza, no defrauda, porque se funda en la fidelidad del amor de Dios hacia nosotros.
El Aula Pablo VI, o sala Nervi, como se le conoce por el arquitecto que la diseñó, tiene una capacidad para unas 6 mil personas y posee un eficiente sistema de aire condicionado, alimentado por 2.400 paneles fotovoltaicos a energía solar.
La plaza en cambio puede contener hasta 50 mil personas, pero el calor del verano pondría en riesgo a muchas personas, en particular a las ancianas que allí puedan asistir. La tercera y cuarta audiencia de agosto en cambio podrían ser en la plaza, dependiendo de la situación meteorológica.
Siempre en tema de clima, debido a la sequía que está sufriendo Italia desde hace tres meses y ante el llamado de las autoridades a ahorrar agua, el Vaticano ha cerrado el flujo hídrico de sus fuentes.