Suena el tamboril en las
arenas eternas que anuncian la mañana, empieza un nuevo día, vamos que la
ermita está cercana, que nos espera la Madre, la que nos guía y guarda, la que
nos aguarda en la celestial aldea y cobija nuestras rocieras almas.
Mientras en La Isla llora
recordando tu marcha. Hace un año ya, como ha pasado el tiempo, aunque para mi
buen hermano José Luis en gran parte de su enorme corazón el tiempo se parara y
tenga que seguir caminando por vuestra hija Carmen, que es la alegría
personificada, cada día os hace sonreír, cada día está más guapa, cada día se
llena con vuestro amor su cándida alma blanca, cada día ella da motivo a su
padre para no perder la Esperanza.
Hace un año que dejaste este
valle de lágrimas por una maldita enfermedad, hace un año tu marido, hija,
familia, amigos, hermandades, y todos los que te conocieron vivieron para sí
una luenga madrugada donde solo Jesús Nazareno y su Madre de los Dolores pueden
restañar tanto dolor, dan sentido y nos enseñan, aunque sea doloroso, que hay
que morir para Vivir. Que, aunque parezca mentira, tenías que marchar para
recorrer celestiales caminos para ayudar también a almas necesitadas y
llevarlas a las Puertas del Cielo donde los recibe San Pedro con su blanquecina
barba.
José Luis, que no te olvida ni un solo instante, va cogiendo el paso de una frenética vida. Menos mal que cuenta con la ayuda de quienes tanto os quieren y se han convertido en tus manos para cuidar y hacer que Carmen sea feliz mientras su padre trabaja. Tiene que ser verdaderamente duro para un hombre que transita la madurez quedarse viudo con una hija pequeña, pero como dijo San Pablo: “Todo lo puedo en Aquél que me conforta”. Es verdad, el Amor y la Fe sostienen a mi querido hermano en su día a día.
Él se embelesa con vuestra
pequeña porque es un reflejo tuyo, a quién has tenido en tus entrañas. Cuenta
sus historias y vuestras anécdotas que es una bonita forma de vivir el dolor
hasta que este se disipe y solo quede gratitud junto al Amor que vivisteis
juntos y ahora sentís en lo más profundo del alma.
La vida es como aquellas
colchas que hacían nuestras madres y abuelas con cuadraditos hechos de punto y
diferentes colores. Se iban cosiendo aleatoriamente quedando un bonito mosaico
que después embellecerían las camas. Sí, la vida se conforma de retazos que se
van uniendo con colores de alegría, ilusión, desazón, padecimientos, dolor, Fe,
Caridad y Amor. En esa imaginaria colcha que ahora estamos tejiendo en nuestros
propios pensamientos no puede faltar el verde de la Esperanza.
Sí, Sandra, hace un año que
marchaste hacia celestiales arenales y no hay un día que todos los que te
quisieron de verdad te lleven en el corazón con lágrimas, risas y bellas
palabras.
Descansa en Paz, sigue
cuidando allá donde estés de tus seres queridos.