Mucho se habla del ayuno y la
abstinencia en estos tiempos cuaresmales siendo el primero de obligado
cumplimiento para los católicos tanto el Miércoles de Ceniza como el Viernes
Santo y la segunda todos los viernes que dure este tiempo litúrgico.
Se ayuna para honrar el
sufrimiento de Jesucristo que estuvo cuarenta días sin comer en el desierto. Ya
por este motivo, todos los que abrazamos la Fe que nos une, deberíamos intentar
hacerlo sin rechistar. La abstinencia es una manera sobria de practicar la
sencillez y la austeridad, de negar los antojos de nuestro cuerpo para honrar a
Jesús, que practicó la máxima forma de abnegación cuando entregó su cuerpo por
nosotros en la cruz.
Esto que hace algunas décadas
formaba parte de la cotidianidad ahora no lo es tanto porque por no hacer caso
a lo que nos dice nuestra Madre la Iglesia inventamos peregrinas excusas, que
parecen salidas de cualquier libro de Pablo Coelho, con tal de no llevar a cabo
ni el pertinente ayuno, así como la abstinencia de comer carne.
Reconozco que en mi niñez y
juventud sí he practicado lo del ayuno, aunque ahora me es imposible hacerlo
debido a la cantidad de pastillas, algunas bastante fuertes, que ingiero cada
día para seguir viviendo con cierta normalidad. Sé que estoy exento por
enfermedad y eso no me excusa para ayunar de otras formas. A mí, personalmente,
lo de no comer carne un día en concreto tampoco me afecta demasiado ya que
siendo de La Isla me gusta más el pescado.
La verdad es que sin anular
nada de lo que nos dice la Santa Madre Iglesia también en estos cuarenta días
podremos hacer pequeños o grandes sacrificios para ofrecerlos a Cristo Jesús.
Muchos dicen que ayunemos de criticar, sería muy recomendable de hacer no solo
en cuaresma, de intentar hacer el bien, no juzgar, etc.
Intentemos asumir como modus vivendi el no pensar mal de los demás porque es el primer paso para la crítica que nos hace erigirnos en jueces de todo y de todos menos de nosotros mismos, de condenar vehementemente y sin piedad, exigiendo moralidad a nuestros semejantes, dentro de un malsano puritanismo, mientras que con nosotros y con los más cercanos podemos disculpar todos los errores y horrores que se puedan cometer.
También es importante en esta
vida ser austeros, vivir desde la sencillez que hace no caigamos en la
esclavitud del insano consumismo. Del tener por tener, de focalizar nuestro
estado de ánimo en algo material que cuando lo conseguimos nos alegra y al otro
día decae su valor mientras nos afanamos en la búsqueda de esa otra cosa que
pensamos nos hace felices.
No saciarnos como si una
hambruna nos amenaza y pensar un poco más en el que no tiene. En los ojos de
los más necesitados encontramos la mirada de Jesús. No es más rico el que más
tiene sino el que menos necesita. ¿De qué le sirve al hombre ganar todo el
mundo, si se pierde así mismo o se destruye? Jesús nos cuestiona, desde los
cimientos, cuáles son los afanes que priorizamos en la vida.
Y por supuesto intentar por
todos los medios cultivar nuestra vida espiritual que es simiente para vivir la
Fe en plenitud. Por ejemplo, en los últimos años se ofrecen muchos y variados,
según el carisma de cada cual, pero es muy aconsejable el hacer un retiro
espiritual que haga alejarnos de la mundanidad para encaminar nuestros pasos
hacia lo que Dios quiere en realidad de nosotros.
Intentar llevar una vida
coherente según la Fe que decimos vivir y eso en el mejor de los casos nos hará
ir a contracorriente de un mundo que está más perdido que el barco del arroz.
Aparte de los cultos de
nuestras hermandades, de los conciertos, pregones y demás actos que se
organizan en la Cuaresma os invito a ser bien pensantes e intentar imitar a
Cristo hoy y siempre.
Jesús Rodríguez Arias
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